Las urnas son para ellos lo que la puta al chulo, y tú y yo somos los que les pagamos la coyunda y la cama. Las urnas son su sortilegio, por eso las invocan para conjurar la revuelta social, que es lo único a lo que de verdad temen: la furia del pueblo. Los pueblos dignos, los pueblos decentes, no anhelan que sus políticos les quieran, hacen que sus políticos les teman, que sientan por ellos ese respeto reverencial que nace del miedo. Ese miedo que les impide imaginar, sólo imaginar, que al pueblo se le puede robar, se le puede engañar y se le puede traicionar. Ese pueblo digno en su furia y decente en su ira se llamó un día Fuenteovejuna, y para los hijos de Judas y los discípulos de Pilatos que nos gobiernan, era es y será la extremaderecha.
¿La extremaderecha?. Bien, pues que sea ella la que toque los clarines, ice las banderas y llame a la justa revuelta de Fuenteovejuna que renace en cada español que carece de trabajo y de pan, en los hogares sin fuego, en los niños sin porvenir, en el paro sin esperanza y en la esperanza sin futuro. Fuenteovejuna es nuestro derecho y nuestro deber. Fuenteovejuna es nuestra tradición y nuestra revolución. Fuenteovejuna es el único camino y nuestro destino. Fuenteovejuna es nuestra urna y nuestra espada, el hontanar de nuestra libertad y el belén del respeto que los hijos de Judas que nos gobiernan nos han perdido. Volvamos a hacer que nos teman. Alcémonos todos a una con tal fuerza, con tal furia, con tal coraje, que no se atrevan ni a preguntar ¿quién mató al comendador?
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