El toreo, como expongo, es otra cosa muy distinta a la que nos quieren endilgar. Ayer, como expliqué, sin ir más lejos, en Valencia pudimos ver la parodia de lo que supone un espectáculo mortecino cuando no aparece el toro. Incluso, esos mismos toros de Juan Pedro aludidos, de haber salido santificados no hubieran saciada el hambre y la sed de los aficionados porque carecían de la más elemental casta, por tanto, de la emoción que debe tener un toro bravo para que el diestro se juegue la vida.
Ahora, la moda actual no es otra que el toro tiene que ser amigo del torero, colaborador al máximo para que el coletudo exponga su arte ante los aficionados pero, ¿quién ha dicho que el toro tiene que ser amigo del torero? El animal debe ser un duro contrincante para que el torero muestre su capacidad lidiadora, su fuerza mental ante la fuerza bruta de su oponente y, a partir de ahí vendrá todo lo demás. Las faenas, lógicamente, tampoco tienen que ser extremadamente inmaculadas porque, de serlo, ya tenemos la certeza de que el toro no ha sido enemigo del torero. Los apasionados por la fiesta de los toros, somos tan comprensibles ante los toreros que nos conformamos con aquello de la imperfección del arte. Entiendo que, mientras los aficionados sigamos emocionándonos al ver que un hombre se está jugando la vida, a partir de ese momento la fiesta será auténtica. Todo lo demás son puras bromas. Insisto que, antaño las figuras del toreo se jugaban la vida y, los de la actualidad, juegan con la cartera de los aficionados como muy bien pudimos ver ayer en Valencia.
Y, como decía, el mal seguirá siendo endémico, nada cambiará para las figuras porque como se sabe, Juan Pedro tiene vendida la camada entera, es más, se la han quitado de las manos. Pero, por favor, seamos serios, ¿ha visto alguien alguna vez a los aficionados pidiendo una corrida de Juan Pedro, por no citar a los demás adláteres del fraude sistemático en este tipo de toros? Si los aficionados eligiéramos, nadie pediría una corrida como las citadas pero, como quiera que las exijan los toreros, miel sobre hojuelas, para ellos, claro está. Eso sí, en el pecado llevan la penitencia porque, menos de media plaza ayer en Valencia con el cartel de máximo tronío de la actualidad, dieron la pauta de que los aficionados le siguen dando la espalda a dichos toros.
El que no estaría nada contento en el día de ayer sería Rafael García Garrido, empresario de Valencia que previamente a la feria anunciaba varios llenos de no hay billetes. Para billetes los que tendrá que soltar él para pagarles a los diestros porque los aficionados le dieron la espalda. No es menos cierto que, en el caso que me ocupa, sería Morante el que se llevaría la tajada porque los otros dos se les arreglarían con cuatro duros y buenas palabras pero, en definitiva, todo eso se traduce en miseria.
El tema económico de cada empresario no me preocupa lo más mínimo, lo que me sigue doliendo es que salgan burros muertos al ruedo cuando los aficionados, pocos o muchos, han pagado por ver un espectáculo íntegro y entero en todas sus acepciones. E insisto, nadie está dentro de la piel de toro alguno, lo digo porque los animales pueden salir mejores o peores, pero lo que no se puede consentir es que salgan muertos de toriles, los de Juan Pedro de ayer en la capital del Turia dieron la medida de la más pura estafa taurina.
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