A la vida, le tienen el mismo amor que al prójimo: ninguno. Del amor y el perdón, que son la base del cristianismo, no saben nada y lo persiguen. El que no crea en el demonio, no conoce a la izquierda. Desprecian la existencia humana. Así los mangantes que nos desgobiernan tienen el deseo de acabar con todo. Culpan a los demás de lo que son ellos que tan bien lo saben y su filosofía descansa en la mentira, para pasar a la violencia y al crimen. Y cómo engañan hasta en la carita de no haber roto un plato. El comunismo o lo que diablos sea esto que tanto se oculta, empieza siempre a matar de hambre, y luego sigue asesinando mediante otros recursos. Pero ese es su deseo, no su torpeza o el deseo y torpeza que marca su voluntad. Nadie les obliga a hacer eso lo mismo que nadie les puso una pistola en el pecho para entrar en política. La pistola hay que ponerla para sacarlos, porque si no y como manda su manifiesto comunista, nunca dejarán el poder. Entraron ellos voluntariamente con mala voluntad, no para hacer el bien, si no para todo lo contrario. Para desarrollar su venganza. Muchos de sus votantes les votan con el exclusivo fin de fastidiar a la derecha.
Los individuos que votan a la izquierda son los únicos que les gusta tirar piedras al propio tejado por el gusto de romperlo. Que les gusta hundir el barco en el que van por verlo naufragar. Que les gusta pegarle fuego a España por verla arder. Todos hacen daño no más que por el gusto de hacerlo. Utilizaron la democracia para llegar al poder, pero una vez llegados quieren destruir la democracia para que nadie les releve. No aceptan la derrota, ni quieren la democracia una vez conseguida, porque son auténticos dictadores.
Basta con fijarse en los personajes, en cómo son para ver lo que dan de sí. Pensamos mal de los sujetos, pero quedamos cortos. Véase al comunista Enrique Santiago que le gustaría matar a los reyes; o la mema, médica y madre como se nombra en la comunidad de Madrid, la estremecedora Mónica García, diputada de la XII legislatura de la Asamblea de Madrid del grupo "Más Madrid". O María Jesús Montero ministra de Hacienda, semejante a un molino de piedra, era antes la portacoz. Véanse los etarras o los separatista golpistas o toda la recua de ganado que tanto cuida el pesebre porque si les quitan el pienso ya no saben qué hacer. Véase a las ministras podemitas que rodean al caporal. Es que con el caporal ya se ve todo. Y será difícil echarlo del poder. Es más fácil su revolución que le lleva a la tercera República que quiere dirigir. Para eso, es este paso ineludible: hundir a España. Desplumarla como la gallina de Stalin, para que se pueda manejar con un silbido y vendrá como loca a recoger las migajas del mantel.
Machacar a los españoles sobre todo si no son de su cuerda. Hay mucha gente que está ciega y no ve la realidad ni conoce el disfraz continuo del comunismo o como quiera llamarse lo que traen entre manos estos energúmenos. La gente les acusa de inutilidad sin darse cuenta que es su voluntad. Que al margen de lo torpes o inútiles que puedan ser, gana en ellos la fuerza de su voluntad. ¿Se ha visto que con la pandemia cuando moríamos como moscas, les importará algo? Pues lo mismo que les importan estas huelgas masivas a diario, donde tienen a los sindicatos comprados, los mercenarios para defender a los políticos; para defenderlos de los trabajadores. A estos que se maten y se mueran como es el deseo de estos políticos, al igual que el de Putin. Reducirlo todo a cenizas.
Sobran ejemplos para ver la voluntad de los socialistas que preparan el camino a los comunistas. Su corrupción es capital siempre. Hoy murió el depravado Roldán, símbolo de la corrupción con Felipe González. El socialista y primer civil como Director de la Benemérita que robó hasta los huérfanos. Ahora están luchando los socialistas en Cataluña con los separatistas para que no se cumpla la sentencia del 20 por ciento de las clases en español. Está plagada su historia de acciones en que se ve palmariamente su voluntad. ¿Eso son sus inutilidades? No. O sea, que matan porque son torpes. Esa es su mala voluntad; su ceguera voluntaria y relativa. Por eso no hay más ciego que el que no quiere ver. Ellos ven la paja en el ojo ajeno pero son incapaces de ver la viga en el propio. Y siempre actúan, pero en su consecuencia. No son tan tontos ni tan torpes aunque también, son principalmente malos, muy malos; el símbolo del mal.
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