Lo suyo es diferente. No hay duda. Una predisposición al encuentro con el arte provocando la máxima implicación de una gente deseosa de apasionarse. Incluso parece apartarse de la realidad de manera platónica para crear con la emotividad de sus formas la verdad de su toreo. Un torero que sigue buscando otras coordenadas para incidir en la emoción. Y la ilusión de mi gente, de mi pueblo, ya se aprecia. Y es unánime.
Morante torea en Aracena el 11 de junio. En el pueblo que me vio nacer. Lo hará en la centenaria plaza de toros por la que han pasado todas las figuras del toreo de las respectivas épocas. Desde que en 1864 la inaugurara Manuel Carmona El Panadero, lidiando reses de las ganaderías de Romero Valmaseda y Manuel Valladares, allí se anunció Belmonte, los Bienvenida, Chicuelo, Manolo González, El Cordobés, Litri, Chamaco, Curro Romero, Puerta, Camino, Emilio Muñoz, Espartaco, Manzanares… y ahora el sevillano de La Puebla.
El que no deja de ser un artista en la plaza trastocando conceptos para convertir lo que hace en historias apasionantes. El que sigue coleccionando arte, atributo fundamental de la lidia con el que introduce su toreo en medio del valor consciente e inspiración constante, para transgredir lo cotidiano e imponer su genialidad en el ruedo mientras en los tendidos se vive en estado de intensa locura. El que se adentra en el túnel de tiempo desempolvando viejas tauromaquias para jugar con ellas intercambiando criterios. Todo ello sublimado a través del placer y la autenticidad.
Lo suyo es diferente. No hay duda. Una predisposición al encuentro con el arte provocando la máxima implicación de una gente deseosa de apasionarse. Incluso parece apartarse de la realidad de manera platónica para crear con la emotividad de sus formas la verdad de su toreo. Un torero que sigue buscando otras coordenadas para incidir en la emoción. Y la ilusión de mi gente, de mi pueblo, ya se aprecia. Y es unánime.
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