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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 27 de septiembre de 2025

Delenda est? / por Javier Torres

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el rey Felipe VI durante la celebración de la Asamblea General de la ONU. Moncloa.

«Y como es irremediablemente un error, somos nosotros, y no el Régimen mismo; nosotros gente de la calle, de tres al cuarto y nada revolucionarios, quienes tenemos que decir a nuestros conciudadanos: ¡Españoles, vuestro Estado no existe! ¡Reconstruidlo! Delenda est Monarchia»
(Ortega y Gasset)

Delenda est?

Javier Torres
La semana en que Felipe VI respalda la política exterior de un presidente felicitado en dos ocasiones por un grupo terrorista y ovacionado por Bill Gates —ludópata de la filantropía que reparte molinos de viento, yihadismo y machetazos por Europa—, el Gobierno saca de la cárcel a dos de los seis condenados por desórdenes públicos, atentados contra la autoridad y lesiones durante el enésimo episodio de violencia política antifa ejercido contra VOX. Este es el marco institucional y no conviene despistarse mucho.

A menudo escuchamos que el jefe del Estado no puede meterse en política, que su papel es el de árbitro y moderador, tal y como recoge la Constitución, la misma cuyo órgano supremo resuelve que la amnistía a los golpistas catalanes es plenamente constitucional. O lo que es lo mismo: invalida el discurso que el mismísimo rey pronuncia el 3 de octubre cuando la nación es abandonada por un Gobierno silente, acaso es lo más parecido que hemos vivido a un vacío de poder desde que los madrileños gritaron un 2 de mayo «¡los franceses se llevan a la familia real!». El diablo está en los detalles y las risas compartidas entre las máximas autoridades del Estado en Nueva York durante la cumbre de la ONU podrían convertirse en la foto política del año.

Es célebre el artículo El error Berenguer que Ortega y Gasset escribe un año antes de desengañarse de la tricolor («¡no es esto, no es esto!») en los estertores de la monarquía del bisabuelo de Felipe VI. Apenas quedan unos meses para el advenimiento de la II República y Ortega reflexiona sobre la culpa que tiene el régimen monárquico por haberse echado en brazos de la dictadura de Primo de Rivera y después del general Berenguer que, en su opinión, ha herido de muerte a la corona.

«Por tanto, si el Régimen la aceptó obligado, razón de más para que al terminar se hubiese dicho: hemos padecido una incalculable desdicha. La normalidad que constituía la unión civil de los españoles se ha roto. La continuidad de la historia legal se ha quebrado. No existe el Estado español. ¡Españoles: reconstruid vuestro Estado! Pero no ha hecho esto, que era lo congruente con la desastrosa situación, sino todo lo contrario. Quiere una vez más salir del paso, como si los veinte millones de españoles estuviésemos ahí para que él saliese del paso. Busca a alguien que se encargue de la ficción, que realice la política del ‘aquí no ha pasado nada’. Encuentra sólo un general amnistiado. Este es el error Berenguer de que la historia hablará».

En la jocosa estampa neoyorquina se funden el promotor de la ley de segunda generación que deslegitima a la propia monarquía —en la medida que emana del franquismo— con el receptor de semejante hostilidad que, risueño, no parece que la cosa vaya con él.

Quedan dos años hasta las urnas y es probable que Sánchez saque adelante una actualización de la ley de defensa de la República que Zapatero rescata de 1931 para vengar a su abuelo fusilado en la guerra, amordazar a la otra mitad de España e impulsar un cambio de régimen, el del 78, que ha mutado por las bombas en los trenes de Atocha que trajeron los estatutos de autonomía de segunda generación.

Sigue Ortega: 

«España […] ha sufrido durante siete años un régimen de absoluta anormalidad en el poder público. […] Y que a ese hecho responde el régimen con el Gobierno Berenguer, cuya política significa: volvamos tranquilamente a la normalidad por los medios más normales; hagamos como si aquí no hubiese pasado nada radicalmente nuevo, sustancialmente normal».

Ya conocemos lo que ocurrió. El PSOE fue el principal apoyo de la dictadura de Primo de Rivera y, por tanto, de la propia monarquía que finalmente acaba colapsando.

Ortega remata:

«Y como es irremediablemente un error, somos nosotros, y no el Régimen mismo; nosotros gente de la calle, de tres al cuarto y nada revolucionarios, quienes tenemos que decir a nuestros conciudadanos: ¡Españoles, vuestro Estado no existe! ¡Reconstruidlo! Delenda est Monarchia«.

26 de septiembre de 2025

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