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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 25 de septiembre de 2025

El milagro de Charlie Kirk / por Jaume Vives


'..Kirk cumplía el precepto evangélico de amar a sus enemigos. Su verbo era implacable con determinadas ideas, pero no hería el corazón de las personas..'

El milagro de Charlie Kirk

Jaume Vives
No creo en los panegíricos póstumos pues suelen ofrecer una visión deformada del fallecido y solo sirven para alimentar la leyenda —como decía, muchas veces deformada—. Las virtudes de las personas hay que reconocérselas cuando están vivas, no para alimentar su ego, sino por una cuestión de justicia y porque quien las expresa se hace más humilde. Pero hoy toca cabalgar contradicciones.

Charlie Kirk era lo que todo hombre quiere ser, algunos ni lo saben, incluso su propio asesino. El hombre más corrompido por el odio quiere parecerse a él y también el tendero más humilde. Y su muerte ha puesto de manifiesto que lo que conocíamos de Kirk no era pose, era auténtico. Y lo era por toda la información que hemos conocido sobre su persona, sobre sus amigos y por lo que en su memorial dijeron varias personalidades y que luego comentaremos.

Kirk cumplía el precepto evangélico de amar a sus enemigos. Su verbo era implacable con determinadas ideas, pero no hería el corazón de las personas. Inmisericorde con las ideas, siempre atento con las personas. Justo lo contrario que hace el mundo que es misericordioso (a veces) con las ideas, porque no cree y es implacable con las personas porque no ama.

Y ese amor al enemigo era tan sincero que se sentaba, no sólo a soltarle la perorata, sino a escucharlo. Generaba debates genuinos —siempre que sus oponentes se lo permitían— y tratando de rescatar lo bueno de su adversario le contestaba sin titubeos pero también sin desprecio. Y tan auténtico y veraz era lo que vivía que quienes lo rodeaban se sentían llamados a ser mejores o, por lo menos, a tomar conciencia de su miseria.

Trump en su memorial dijo: «Charlie no odiaba a sus oponentes. Quería lo mejor para ellos. En eso discrepé con Charlie. Odio a mi oponente y no quiero lo mejor para él. Lo siento. Lo siento, Erika [esposa de Charlie]. Pero ahora Erika puede hablar conmigo y con todo el grupo; tal vez puedan convencerme de que no está bien, pero no soporto a mi oponente. Charlie está enojado, con la mirada baja, ahora está enojado conmigo».

Vance dijo: «Siempre me sentí un poco incómodo hablando de mi fe en público… He hablado más de Jesucristo en las últimas dos semanas que en todo mi tiempo en la vida pública, y ese es un legado innegable del gran Charlie Kirk».

Robert Kennedy Jr. dijo que su nieta, cuando se fue a estudiar a Europa, metió la Biblia en la maleta. Cuando su madre le preguntó por qué lo hacía contestó: «Quiero vivir como Charlie Kirk».

La viuda de Kirk, que pronunció un discurso digno de ser impreso, leído, estudiado y enmarcado dijo sobre el asesino de su marido: «Lo perdono porque es lo que Cristo hizo. Es lo que Charlie haría. La respuesta al odio no es el odio». Y contó que al ver el cuerpo sin vida de su marido observó en su rostro una leve sonrisa. ¡Quién sabe si en las milésimas de segundo transcurridas entre el brutal balazo y la muerte tuvo tiempo suficiente para perdonar a su verdugo!

¿Qué tenía Charlie Kirk para que el presidente de Estados Unidos ahora abra la puerta a debatir sobre si al enemigo se le ama? ¿O para que el vicepresidente Vance abandone esa mirada liberal (y por tanto anticristiana) y se disponga a hablar públicamente de Cristo y de su fe y no a esconderlo o disimularlo? ¿O para conseguir que una estudiante nacida después del año 2.000 meta la Biblia en su maleta? ¿O para que la viuda perdone al asesino de su marido diez días después?

Pues lo que tenía Kirk era al mismo Cristo y ese amor era tan real que cada día estaba más cerca de la Iglesia verdadera. Kirk tenía lo que todo hombre necesita, aunque no lo sepa. Y lo vivía con tal intensidad que en su entorno se daban los milagros —algunos incluso en personalidades que ostentan tanto poder que suelen ser inmunes a ese tipo de milagros—.

El milagro de Charlie Kirk es su existencia. La existencia de un joven como él en un mundo como el nuestro. Un milagro que puede ocurrir en cualquiera de nosotros si, como la nieta de Kennedy, procuramos vivir un poco como él.

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