La tarde de San Miguel, llamada a ser la de la alternativa de Javier Zulueta, quedará también como la del natural de Morante. Hay fechas que se escriben solas en la memoria colectiva, sin necesidad de crónica ni adjetivo. Así será esta: una jornada en la que la juventud que comienza su camino y el arte consagrado coincidieron en el mismo ruedo, pero en la que un solo muletazo, como un relámpago, se impuso sobre todo lo demás.
Ese natural no fue únicamente el resumen de una faena, sino la clave que explica por qué la tauromaquia resiste al tiempo. Lo fugaz se convirtió en raíz. Lo que apenas duró un segundo quedó sembrado para siempre en la arena dorada y en la memoria. Y así, junto al nombre de Zulueta y su primera tarde en el escalafón superior, permanecerá aquel pase inmenso de Morante, inscrito para siempre en la historia de la Maestranza.

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