
El PSG le metió cuatro al Madrid en el Mundial de Clubes y el Atlético le ha metido cinco. Entre medias han pasado cosas buenas, pero cinco goles son suficientes para no quitarle al paciente el ojo de encima. No sale de la UVI el Madrid.
Hughes
Pura Golosina Deportiva
La salida del Madrid al campo excitaba el narcisismo canoro de la afición rival. “Un mito, una fe”. Palabras rimbombantes.
En el túnel de vestuarios se escuchaba el “vamo, vamo, vamo” que si sonara “vamos” ya no sería lo mismo. Pero peor era lo de Zamorano en la tele, que decía “Vinisio” en lugar de Vinicius.
El Madrid salía sin Mastantuono y a mí eso me entristeció. Tuve una sensación de rutina, de más lentejas...
¡Me quitaban la ilusión!
En el palco, Cerezo y Flo. Y siempre que vemos a Cerezo pensamos en el peluquero de Cerezo...
El Cholo, como siempre, de luto por el fútbol.
El PSG le metió cuatro al Madrid en el Mundial de Clubes y el Atlético le ha metido cinco. Entre medias han pasado cosas buenas, pero cinco goles son suficientes para no quitarle al paciente el ojo de encima. No sale de la UVI el Madrid.
El partido no empezaba con la presión del Madrid sino con la local.
Militao, en corrección de error, se llevó la patada que Sorloth iba a darle al balón y se lesionó, lo que tarde o temprano conduciría a Asencio. Viejas sensaciones.
A los ocho minutos, lo anoté, el Madrid asomó su presión, sacó su garrita pero se fue como una nubecilla otoñal, y el Atlético, como en un pulso cuando se vence la muñeca del otro, tomó la iniciativa riñonera.
El 1-0 llegó con un balón al área que remató Le Normand sobre todos los blancos. No hubo una gran elaboración.
El juego aéreo fue un desastre para el Madrid, pero había algo más. Se sentía un vacío en el origen, en la salida, muy parecido al del año pasado. Güler estaba a la derecha, Bellingham a la izquierda, más arriba, y la sensación era ancelottista. Una perplejidad, una orfandad. Mucho nombre: Tchouaméni, Valverde, Bellingham, pero algo faltaba...
El Atlético era mucho más agresivo. Simeone consigue somatizar a su equipo, hacerlo cuerpo suyo, extensión maniática y eso le faltaba al Madrid, que aun no tenía la redondez orgánica.
Courtois salvó alguna ocasión clara, todas por balones directos que desnudaban muy rápido al Madrid. Carreras y Huijsen demostraban su juventud, su mucha bisoñez. Jugadores lácteos y sin tatuajes
Pero el Madrid se rehizo de un modo espectacular. Mbappé cogió la pelota y se organizó una pared con el único que habla su francés, Arda, que le devolvió un pase a la carrera, al espacio, que Mbappé, flechado y directo, coló ajustadísimo con un tiro perfecto. Un gol de Ronaldo más que de Cristiano, pero incluso demasiado sedoso para Ronaldo. Una explosión más fina, una potencia muy afilada.
Mbappé está a un nivel supremo. Demasiado bien demasiado pronto. No se le puede pedir más. En su mejora quizás ha tenido que ver Güler, alguien que le entiende, alguien con quien hablar...
Vinieron unos pocos minutos de toque en el Madrid, de recuperación, de extenderse más por el campo.
El gol era de una categoría tal que golpeó a los rivales. En sus caras había un hundimiento. La superioridad de la acción de Mbappé tocaba la moral.
Hubo un par de buenos robos de Bellingham que permitieron subidas de Vinicius. No se le vio mucho más.
En una jugada rápida, casi contragolpe, Vinicius o Vinisio se llevó dos rivales, los dejó tiesos, y pasó al centro, donde Güler la coló dentro con un zurdazo elegante. En un solo toque la mató contra el suelo, domó el bote como un tenista.
Ese gol hizo pensar maravillas. El efecto fue echar a volar la imaginación. ¡Todos en el Madrid son unos distintos!
Y aquí hay que reconocer la entereza del Atleti, su venirse arriba. Primero con un palo de Julián, de tiro lejano; con un salvajismo de Nico sobre el tobillo de Carvajal; con agresividad y balones altos. Marcó Lenglet en un córner, aunque con la mano. “Gesto de protección”, dijo un comentarista. Los brazos convertidos en máscara. Tan evidente era que el VAR no podía hacer magia de frame.
En el centro del campo del Madrid seguía faltando algo. Ese vacío se come a Valverde, del que no se puede decir que esté bien o mal porque no se le ve.
Con el mismo argumento, simple pero físico y vibrante, el Atlético empató antes del descanso: un balón colgado que Sorloth, maciste como de José Luis Moreno, remató entre Huijsen y Carreras, un espacio que abre demasiadas posibilidades.
Todo lo que el Madrid había construido en unos meses el Atlético lo estaba desmoronando con balones a Sorloth.
En el descanso entró Asencio por Militao. Esto sabíamos que iba a pasar tarde o temprano. Casi todo lo que hizo Asencio fue desastroso o contribuyente neto al desastre.
El Atlético colgó al área un balón y lo despejó Güler. Cómo será la cosa que la defensa antiaérea era él, que por supuesto usó la zurda para ello. La elevó como una bailarina de ballet y por ahí metió la cabeza el ínclito Nico González. Fue como un sátiro apareciendo en un cuadro de Degas. Pero fue penalti. Lo pitaron y lo marcó Julián.
No contento con eso, Simeone, con su habitual deportividad, pedía la roja para Güler.
Julián destrozó a Asencio y Simeone Junior fue quitándole la paz, tan difícilmente conseguida, a Vinicius.
El Madrid estaba tan mal que los cambios se hacían urgentes. Mastantuono por Güler, Camavinga por Carvajal. El problema Asencio se arrinconaba en el lateral y Arda pagaba el pato.
Se dirá que no tuvo Alonso valor para quitar a Bellingham, pero lo retiró poco después.
Desde ese momento, el Madrid tuvo vida eléctrica solo por Camavinga (poco) y por Mastantuono (mucho), lo que hace pensar quizás en algo físico.
Mastantuono pidió todos los balones. Cuando más quemaban, dijo aquí estoy yo. Sacó faltas, ganó terreno. Rodrygo entró luego y a su modo no estuvo mal, pero no había nueve puro arriba, una alternativa rematadora y cuando Alonso quiso sacar a (Gonzalo ya era muy tarde).
En esos minutos, el Madrid volvió a colapsar. Se desmoronó. Llegó el 4-2, una gran falta de Julián y fue perdiendo consistencia táctica y mental. El Atlético comenzó el arte dramático; Simeone junior mezclaba tobillo ajeno y grada (lo que ha visto en casa), y en el Madrid solo comparecía Mastantuono.
Demostró madurez pero si fuera titular, ¿quién saldría? El problema arriba, entre Vini y Mbappé, se ha trasladado a la media. Estamos en las mismas del año pasado. El Madrid ha ocultado un problema de definición con acumulación.
Fueron minutos duros en los que pedimos perdón a Paolo Maldini por haber elevado tan pronto a Carreras.
El realizador, siguiendo lo que parece va a ser costumbre, mostraba rostros metropolitanos.
Yo si me van a sacar caras de personas dejo el fútbol...
En el 93, Valverde regalaba un balón para que Griezmann marcara el quinto. La defensa de tres era un desastre.
Ya era paliza, humillación y el que más se enfadó (recibió amarilla) fue Mastantuono. Trae la sangre caliente. ¿Se la harán de horchata?
Si entra en el once, ¿qué hará Alonso? Si juega Güler con él, deja fuera a Bellingham; si sienta a Güler, estamos como el año pasado. Con esa sensación de conjunto musical con el micrófono vacante.
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