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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 17 de septiembre de 2025

Hughes. Real Madrid, 2- Olimpique de Marsella, 1. Vinicius vuelve, pero ya sin sonrisa / por Hughes


'..Al ver a Vinicius entrar en el estadio con sus auriculares de estrella embargada se percibía un ánimo apagado, una tristeza. Vinicius es un mito del Madrid y no se le estaba tratando como tal. Tiene razón. En el fondo tiene razón: no se le ha tenido nunca el respeto que merece..'

Hughes. Real Madrid, 2- Olimpique de Marsella, 1. 
Vinicius vuelve, pero ya sin sonrisa 

Hughes

Pura Golosina Deportiva

Escribo estas croniquillas a salto de mata últimamente. Aun más a salto de mata. La paternidad (paternidad responsable) acosa al plumilla, que ha de afinar aun más la percepción.

Diré, antes de que el sueño nuble mi pobre inteligencia, que creo en Mastantuono y creo en Vinicius, aunque sé que son dos creencias de peso dispar.

Al ver a Vinicius entrar en el estadio con sus auriculares de estrella embargada se percibía un ánimo apagado, una tristeza. Vinicius es un mito del Madrid y no se le estaba tratando como tal. Tiene razón. En el fondo tiene razón: no se le ha tenido nunca el respeto que merece.

También salía Militao y a mí los meniscos se me solidarizaron igual que cuando vemos a alguien recibir un golpe en las gónadas sufrimos un acongojamiento reflejo.

El estadio estaba bonito al empezar. Por dentro es algo nuevo, distinto, porque los estadios americanos tampoco son así. Y por fuera, salen unas tomas poéticas y láser del anochecer, del poniente por Tetuán, como si el estadio fuera un futurismo que se resiste a la decadencia.

El Madrid comenzó agitado, como si lo acabara de servir un barman de una coctelera. En el primer minuto ya hubo una chilenita de Mbappé. Había presión, había arrebato y como no queriendo decepcionar, Trent se bajaba del partido por una molestia muscular. Entraba Carvajal, con su aspecto de torete cano y su cantidad inverosímil de Copas de Europa colgándole por los mismísimos...

El ritmo del Madrid era el ritmo de Mastantuono, el de correr frenético, que presionando, burlando y llegando con atropello tuvo un palo en el minuto cinco.

Güler comenzaba a mandar, Carreras subía y se sumaba Rodrygo, con esa suavidad suya característica.

Mbappé forzaba el lucimiento de Rulli, que iba a tener la típica noche de portero en racha.

La presión seguía siendo apabullante. Presión arriba o alta, moderna y ambiciosa, ¡Xabi nos ha homologado! Era el gegenmadrid, por fin.

La presión es bonita de ver porque entra un vértigo y los robos son semigoles. Cómo cambia la vida. La presión es algo que veíamos hacer de niños a algunos equipos de baloncesto cuando quedaban pocos segundos de partido. Era algo excepcionalísimo de otro deporte. Ahora es... lo normal.l

¡Hemos visto tantas cosas ya!

¿Cómo se puede vivir en lo excepcional? Esa es la gran pregunta del Madrid: el sostenimiento de eso.

Todos sabemos (la mayoría de hombres saben) que los esfuerzos duran lo que duran. 90 minutos de esfuerzo es en las películas.

Ya había llegado alevosillo el Olimpique cuando Güler se encantó, y regaló un balón que acabó en gol de Weah junior.

Güler, debo decir, dejó alguna sombra comprensible en su primer partido europeo como manija.

Tras el gol apareció Rodrygo, con responsabilidad; llegó una, dos veces, y le hicieron un penalti claro en el 26 que marcó Mbappé, sin mucha seguridad en el lanzamiento, con una pseudoparadiña que (a mi aventurado juicio del que se atreve a enseñarle a Mbappé cómo se tiran los penaltis) no vence bien al portero.

El empate trajo una alegría que tomó forma en la figura icónica de Mastantuono, que lo tiene todo para la idolatría. Hizo una gran diagonal que finalizó con caño en el área, porque en lo reducido le salen regates imposibles que no le salen fuera. Le sale lo difícil.

En esos instantes, decidí ligar a él mi año futbolístico, incluso fantaseé con comprarme su camiseta pero con el Mastantuono detrás, por lo puramente futbolístico.

Luego hubo un pequeño bajón antes del descanso. Aubameyang dejó en evidencia a Militao, que nos debe invitar a la prudencia y hubo una ocasión final, movida por Mbappé, que falló clamorosamente Mastantuono, de nuevo mal en lo sencillo. Esas cosas fáciles las hará, igual que Arda mejorará y pulirá su dirección.

Las carreras de Mastantuono en la primera parte habían vestido la presión del Madrid. Este chico le da forma, lustre, diversión y alma a la presion alta, sus piernas tienen la chispa necesaria y todo lo que piensa tiene una intención sintética, magra, sin ordinarieces ni escaqueos. En Mastantuono, la presión es naturaleza, es alegría. No es hábito adquirido. Le sale natural al chico.

La segunda parte fue mala y por momentos hasta preocupante. Militao subió al ataque al principio y vimos que en su paso ha incorporado, como un viejo actor, un renqueo que cuenta la historia de sus lesiones.

Mbappé presionaba a Rulli, el portero, de modo que algo milagroso ya se ha conseguido y Carreras se hacía jefe de la defensa, eclipsaba a Huijsen, le ganaba en personalidad. Carreras representa la vuelta del lateral izquierdo a los tiempos prebrasileños, al camachismo. Carreras es un Camacho moderno y peinado (aunque también Camacho llevó su melenita) que nos devuelve a unos tiempos anteriores a los brasileños (Marcelo y Roberto Carlos), a los que, por nuestro bien, tenemos que ir olvidando.

La presión alta iba dejando paso a un equipo normal, como un maquillaje que se fuera cayendo. Las arrugas, ¡donde está el amor! Se difuminaba la presión como una niebla y quedaba la realidad eterna de la Champions: una especie de 4-2-3-1 cansado, alfilereado, una manta insuficiente, un equipo indeciso que no sabía si acularse o echarse al monte. Un Madrid de siempre, reconocible en sus debilidades y en su estar a medio hacer.

Y no es malo porque cuando a Alonso se le desmonta un poco el engranaje, ¿no aparece el rostro querido, irónico y cariñoso de Ancelotti? ¿No aparece la baraka del Madrid?

Había un posible penalti a Mbappé, muy dudoso, alguna cosa suya y poco más. El Olimpique amenazaba, tenía más peligro y la noche iba cogiendo espesor europeo.

Nervios había porque se anunció un cambio que el propio Xabi deshizo. Si el partido se perdía, con eso no iban a tener piedad...

De la presión no quedaba gran cosa. Lo nuevo del equipo, ese metalizado de Tesla futbolístico dejaba ver lo que tiene de molde, de disfraz, y aparecía un esqueleto de dudas, cansancio y cierta deformidad; se volvía a notar una ausencia de fluidez en el mediocampo, incluso un auténtico vacío. Güler incide más cerca del área rival que de la propia y para ciertas cosas sigue estando solo.

Mastantuono desapareció y entraron Brahim y Vinicius, que se fue a por la portería como cuando debutó. Introdujo lo mismo, trajo lo mismo, yo creo que hasta despertando las mismas sospechas e incomprensiones. Pero ya no traía la alegría, ya estaba sin sonrisa, ¿eso querían?

Rulli desesperó a todos y Carvajal, casi simbólicamente, le arreó un amago de cabezaco que no fue, y se vio claro que no fue aunque el VAR lo repitió con alevosos frames que, detenidos, remarcaban el contacto.

Carvajal, con la roja, se fue lamentándose; entró Asencio, al que nos tenemos que ir acostumbrando, y el Madrid, ya sin Güler, se agarró a Vinicius, a la dirección de un Mbappé muy Benzemá y a la presión parcial que Carreras y Tchouameni. Con una ambición de equipo grande y serio, que quiere crecer, llegó el gol: Vinicius, quién si no, se fue otra vez hacia el área y forzó unas manos un poquito a la remanguillé. Mbappé volvió a marcar el penalti con otro disparo demasiado emocionante.

EL Madrid lo conseguía con diez. Otra vez. Al Ministerio de Igualdad no le gustará, pero vaya huevos.

Que todos estaban tiesos se podía suponer, pero se vio claramente cuando en todas las jugadas, arriba y abajo, era Brahim el que aparecía. De aquella presión de kamikazes del principio quedaba su espermático, alegre culebreo

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