Dos rodillas en tierra, al envite de largo, cuatro templadas derechas en redondo, el saleroso de pecho, y la parroquia en modo fiesta musical. El resto de la faena corrió a mano baja, muy baja, media muleta rastrera, temple y ligazón. Molinetes, cambiados, desplantes matizaron la lidia sin vulgarizarla. Pero la secuela de la costalada se hizo evidente con el tardeo y la actitud defensiva que produjo la cogida sin heridas. Repuesto Ánderson, ofició una señora estocada sin puntilla que desató una petición unánime y una inexplicable reticencia de usía, con la intención evidente de no dar la segunda oreja, que se salió con la suya. Ya probaremos ese mismo rigor cuando lleguen las figuras. El arrastre dividió las opiniones.
El quinto, “Sotareño” (por gentilicio real), el más liviano de la corrida (408 kilos) fue saludado con dos largas cambiadas de rodillas a portagayola, verónica y revolera. Empujó en el peto, y el quite por faroles, caleserinas y larga, fue más meritorio que bello dada la embestida bronca, y por tanto el desplante genuflexo estuvo justificado y aplaudido. A diestra tendida, molinete y pecho arrancaron banda y público. No era fácil y no siempre lucido pero todo veraz. Las ganas desbordaron la compostura en ocasiones y la cosa hubiese resultado menos valorada si una estocada fulminante de gran factura no hubiese cotizado, Hubo petición ruidosa y venteada pero el exigente palco dejó la cosa en la vuelta al ruedo.
El novillo de la corrida fue el tercero. “Cuco”, número 77 negro listón en castaño, 478 kilos, cornivuelto. Con su bravura sin reposo no le dejó parar los pies a Felipe Miguel. Romaneo a Clovis Velásquez con caballo y todo tirándolos al suelo. Luergo puso en calzas prietas al valentón Carlos Rodríguez, que debió echar los restos, y cogió a Ortega enviándole a la enfermería reventado. Ganó los terrenos y fiero llegó invicto tras una desasosegada y larga brega que fue enaltecida por un estocadón, pero no valorada por la concurrencia en silencio sepulcral. No así los restos del gran paispamba que se fueron entre ovaciones justas. El sexto, blando a morir fue objeto de una porfía desesperanzada y sosa. Pase y caída, pase y caída y en medio una voltereta en la que ha podido pasar cualquier cosa que por fortuna no pasó. De nuevo en la suerte suprema brilló sin premio el bogotano.
Juan Dinastía, con oficio, pero sin medida, se alargó insufriblemente con su manso lote, al que finalmente despachó de manera muy distinta. Infame al primero, dos estocadas en guardia una cogida, un aviso y descabello, y magnífica la del cuarto, espada cimera y fulminante la cual no bastó para romper el silencio que rodeo sus dos regresos al callejón
Paispamba, en su ley. Casta de la buena y de la mala. Bravura y mansedumbre. Fuerza y debilidad. Presentación diversa. Pero sobre todos un utrero de bandera, con hechuras de toro y brava fijeza, como para competir por trofeos.
FICHA DEL FESTEJO
Cali. Diciembre, domingo 25 2021. Plaza de Cañaveralejo. 1ª de feria. Nubes. Poco público. Seis utreros de Paispamba, encastados en diversas versiones, bie, pero disparmente presentados y juego repartido. Ovacionado el 3 º.
Juan Dinastía, silencio tras aviso y silencio.
Ánderson Sánchez, oreja y vuelta al ruedo.
Felipe Miguel, silêncio y silencio.
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