Por dicha razón, si Francisco Montero hubiera nacido muchos años antes cuando, al estilo Andrés Vázquez, puntuaba muchísimo el héroe en la plaza, el diestro gaditano se compraría un par de fincas de inmediato pero, reitero, ha llegado a la profesión en el momento más dramático de la misma ya que, en realidad, en los tiempos actuales, lo que priva es la figura del pitiminí con el torito a modo, sin fuerzas, sin alma y sin el menor atisbo de emoción. Siendo así, ¿cómo se le ocurre a Francisco Montero jugarse la vida con toros auténticos? Eso que debería ser la admiración para todos –para nosotros los aficionados, así lo sentimos- apenas es una mariconada sin sentido.
Como digo, una época cruel para Francisco Montero –como para otros muchos- que su gallarda forma de jugarse la vida frente a un toro apenas es tenido en cuenta por parte de los que mandan en el mundo empresarial. Montero, que lleva sobre sus espaldas una carrera épica con más de diez años como novillero, se doctoró este año en la plaza de toros de Orthez, en Francia, su futuro se nos antoja dramático. Y lo digo con tremenda pena porque las veces que le hemos visto ante esos novillos increíbles, con más pitones y trapío que todos los toros que mata Morante juntos, que esa hazaña no tenga la repercusión debida es algo desalentador. Y, como digo, el muchacho tuvo que irse a Francia donde la comisión de Orthez le recibió con desmesurado cariño para que el chaval pudiera cumplir su sueño. Eso sí, un doctorado teniendo como padrino a otro héroe, Octavio Chacón, curtido en todas las batallas habidas y por haber y, para colmo, un mexicano heroico que vino para esa ocasión, Sergio Flores, en la que en dicha corrida lidiaron toros de Monteviejo y Dolores Aguirre.
En apariencia, todos los toreros se juegan la vida; unos más que otros porque si de figuras hablamos, cuando les vemos tenemos la sensación de que si no tenemos pipas no podemos soportar el espectáculo mientras que, ver a Francisco Montero es una forma de que palpite nuestro corazón a unos niveles insospechados porque, en cada pase, en cada lance, debido a los toros que siempre se ha enfrentado, teníamos la sensación de que un hombre podía acabar en la enfermería como tantas veces le ha ocurrido a tan singular diestro. ¿Le cogían lo toros por torpeza? Nada de eso. Las cogidas venían dadas por el riesgo asumido por el matador, algo muy distinto a lo que vemos a diario por esas plazas de Dios.
Mucha suerte para Francisco Montero que, dada su carrera asombrosa por los toros que ha lidiado siendo novillero, por dicha razón merece todos los respetos. Para colmo, en ese segundo o tercer escalafón, como le queramos llamar, de igual modo existen una saga de toreros que, dispuestos a morir si la ocasión lo requiere, tampoco querrán dejar vacante aquella plaza que se ha ganado de igual modo con su verdad. Como vemos, muchas son las trabas que atormentan a este diestro pero que, a base de fortaleza, ilusión y un poquito de suerte, Dios quiera que este hombre tenga la recompensa que merece.
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