"...La salida en hombros por la Puerta Grande hasta la calle a Alcalá fue de las que hacen historia.
¡Ay la calle de Alcalá, como reluce cuando suben y bajan los andaluces! como dice la famosa canción. Y cuanto relució ayer, ya hecha la noche, cuando David Mora no pudo contenerse de las emociones vividas y compartidas como pocas veces hayamos gozado y disfrutado. Loado sea Dios. ¡Viva la Fiesta por siempre¡..."
Extraordinario toro de Alcurrucén, llamado “Malagueño”, premiado con la vuelta al ruedo.
Madrid. Alcurrucén, Plaza de Las Ventas. Martes 24 de mayo de 2016. Decimonovena de feria. Tarde medio nublada y templada con rachas de viento molesto. Casi lleno.
Seis toros de magníficamente presentados y de juego muy desigual. Noble el primero. De bandera el bravo, encastado y muy noble segundo que fue premiado con la vuelta al ruedo en su arrastre. Distraído de principio a fin, sin fuerza y sin un átomo de clase el tercero. Imposible el manso integral cuarto. Bravucón y deslucido el quinto. Lastimado de las manos, renqueante y apenas manejable en su muy desigual embestir el sexto.
Diego Urdiales (carmelita y oro): Pinchazo, corta tendida trasera y cinco descabellos, aviso y silencio tras algunos pitos. Estocada casual a toro repentinamente arrancado de efectos fulminantes, silencio.
David Mora (verde papagayo y oro): Estoconazo caído, dos orejas. Casi entera trasera caída, palmas.
Andrés Roca Rey (corinto y oro): Estocada baja y descabello, ovación con saludos. Gran estocada, aviso y ovación con saludos.
A caballo destacó Israel de Pedro. Y en banderillas, Pedro Calvo y, sobre todo, Ángel Otero.
Tres fueron tres con sus respectivas circunstancias, momentos y virtudes más o menos confirmadas o por confirmar. La corrida tuvo también tres morbos y cada cual aportó el suyo.
Diego Urdiales se ha visto instalado este año en carteles de tronío y fuste gracias a los por todos celebrados – también por mi y mira que nunca había logrado encandilarme – éxitos al final de la temporada del año pasado. Pero en su anterior actuación isidril que fue su primera en esta feria dejó escapar un gran triunfo con un maravilloso toro de Buenavista. Ayer se le escapó el muy noble primero de Alcurrucén. En vista de lo cual, surge una pregunta: ¿Seguirán las empresas acartelándole junto a las estrellas? Lo pongo en duda.
David Mora volvió al escenario de su terrible cogida al querer recibir a su primer toro con una larga cambiada de rodillas a porta gayola. Fue hace dos años y unos cuantos días… Una costosísima tragedia que David ha superado cuasi milagrosamente gracias a su inmensa fuerza de voluntad en pos de recuperarse física y mentalmente dando una doble lección ejemplar y paciente hasta decir basta por larguísima. Doble perdida muy difícil de recuperar que, sin embargo, ha ido logrando hasta verse de nuevo entero y verdadero. En su reaparición el pasado invierno en la plaza de Vistalegre de Madrid, cuajó una gran faena y ayer en Las Ventas un faenón. En ambas ocasiones salió a hombros por la puerta grande. Es cierto el dicho que Dios aprieta pero no ahoga. David ya está de nuevo en activo y mejor que nunca. Se lo ha merecido con sobradas creces.
Y Andrés Roca Rey en su tercera comparecencia de este año en Las Ventas de donde salió a hombros en la primera corrida que toreó, mantuvo muy alto su pabellón en la segunda pese a que esa tarde fallaron sus toros y ayer su lote de la corrida de Alcurrucén fue el peor, mostrándose muy por encima de los dos toros en un derroche de valor consciente muy poco común.
Lo que tengo que decir ahora sobre el paso de Andrés por Sevilla y por Madrid, es que todavía no le han visto en su mejor versión. En ninguno de estos trascendentales escenarios ha tenido suerte con los toros que ha matado. Muchos de los que le ponen peros y pegas y, no digamos, los que en Las Ventas han intentado reventarle, tendrán que bajar la cerviz cuando le vean frente a un buen toro. Me cuentan que un seguidor de su carrera, muy ilustre y trascendental figura ya retirado le dijo no hace mucho: “Pero, adonde vas con tantas ganas de triunfar sean como sean los toros que te caigan. No deberías querer cortar orejas todas las tardes… hay que administrarse… Y Andresito le contestó: “Hasta que no sea figura, lo seguiré haciendo a cualquier costa…” Yo creo que lo seguirá haciendo mientras viva.
La reaparición de David Mora en Las Ventas llegó envuelta en sentimientos emocionales de tanto calado que a muchos nos saltaron las lágrimas inconteniblemente en varios momentos. Como muy pocas veces hemos sentido en nuestras vidas. Desde la imponente ovación que le tributaron los espectadores puestos en pie nada más roto el paseíllo, obligándole a salir del burladero para saludar, el brindis que David hizo al doctor Máximo García Padrós tras pedirle que pisara la arena para darle un apretado abrazo en agradecimiento por haberle salvado y curado de las gravísimas heridas y lesiones que le ocasionó la horrible cogida que padeció hace años, hasta todo cuanto ocurrió después en medio de un interminable clamor, fue un suceso que nunca olvidaremos.
La intensidad emotiva fue subiendo enteros hasta la felicísima culminación de la magnífica lidia que recibió el por todo extraordinario toro de Alcurrucén, llamado “Malagueño”, finalmente premiado con una merecidísima vuelta al ruedo y, sobre todo, la apoteósica que dio luego David Mora con las dos orejas mejor ganadas en esta feria.
Ya en el breve recibo por verónicas de David pudimos apreciar la calidad, la bravura y el inagotable fondo que iba a tener “Malagueño”. Magnífico mi paisano y amigo Israel de Pedro en su sabia administración de la suerte de varas en dos puyazos que merecieron la ovación de los espectadores. Al escueto quite de David respondió Roca Rey con otro por gaoneras altas de los suyos en su turno y, acto seguido, una sensacional réplica de Mora, también por gaoneras, solo que estas fueron clásicamente mejores. Muy bien Pedro Calvo y José María Tejero en banderillas.
Todo iba como la seda. Todo. Pero nos esperaba un susto descomunal cuando David inició la faena de muleta con un pase cambiado por la espalda del que resultó alcanzado de lleno por el toro en una veloz acometida. Por un momento creímos que la tragedia había vuelto a repetirse con los mismos tintes de gravedad que la padecida hace años. Creo que David cometió un error al improvisar repentinamente el cambio de mano por la espalda estando el toro por dentro y el torero por fuera ofreciéndose en principio para dar un derechazo. El toro se fue a por el torero como un disparo y el trance resulto violentísimo. Afortunadamente, la cogida no tuvo mayores consecuencias que el sustazo.
Todos estos aconteceres contribuyeron para que cuando vino de inmediato sucediera en medio de una pasión inacabable y desbordada hasta grados indecibles mientras sucedió el faenón que consiguió completar David en su redondísima labor muletera sobre ambas manos, compuesto de sucesivas rondas de creciente intensidad y calidad. Firmeza, temple, largura de los muletazos, desmayados los últimos de cada serie, sentidos todos tanto por el torero como por los espectadores que enronquecieron cantando oles. La plaza enloquecida. El torero en éxtasis. El toro perfecto desde el principio hasta morir de una contundente estocada de la que salió rodado a los pies del matador. Y el desiderátum. Porque la felicidad de David se unió a la de todos cuantos llenamos la plaza como si todos estuviéramos en la presencia del mismo Dios.
Lamentablemente, el resto de la corrida no fue como todos hubiéramos deseado. Tampoco lo había sido la lidia y la incompresiblemente desacertada faena de Diego Urdiales con el estupendo toro que abrió plaza al que dejó escapar tal cual había sucedido con el riojano en su primera corrida con el magnífico ejemplar superclase de Clotilde Calvo. Ya lo hemos dicho. Pero hay que repetirlo. Mala, muy mala por decepcionante feria la que ha tenido el de Arnedo. Indisimulable el disgusto por mucho que sus partidarios trataron, silentes, de que el fracaso no tuviera eco. Los del 7 contemplaron el despilfarro, más callados que los muertos. Tan muertos como cuando Urdiales no tuvo nada que hacer con el mansísimo ejemplar que se corrió en cuarto lugar.
Callados con Urdiales, si. Pero inclementes luego con Andrés Roca Rey pese al derroche de valor que le echó a los dos pésimos ejemplares que tuvo que afrontar el tercer y sexto lugares. Nadie salvo los ya inevitables reventadores del limeño pudo quejarse de lo hecho por Roca Rey en una dificilísima tesitura. Nuca volvió la cara ni ahorró esfuerzo alguno en sus dos entregadas faenas, logradas al límite de lo imposible desde la paciencia y la calma que distinguen al peruano que brindó su segunda faena al Nobel Vargas Llosa presente en una barrera junto a su también vieja y última novia.
Entre uno y otro, David Mora – que también brindo al gran escritor peruano – tuvo que lidiar otro toro de nones en quinto lugar. Un bravucón que no paró de echar las manos por delante y de derrotar por alto o pegando cabezazos muy incómodos al final en sus viajes, imposibilitando el lucimiento que por activa y por pasiva intentó David hasta matarlo de la mejor estocada de la tarde.
No obstante, el faenón de David y la emoción que deparó su gran triunfo compensó de todo lo demás. La salida en hombros por la Puerta Grande hasta la calle a Alcalá fue de las que hacen historia.
¡Ay la calle de Alcalá, como reluce cuando suben y bajan los andaluces! como dice la famosa canción. Y cuanto relució ayer, ya hecha la noche, cuando David Mora no pudo contenerse de las emociones vividas y compartidas como pocas veces hayamos gozado y disfrutado. Loado sea Dios. ¡Viva la Fiesta por siempre¡
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