Rafaelillo entusiasma con una alimaña de Adolfo Martín y Castella no convence con los dos más nobles
J.A. del Moral · 31/05/2016
Madrid. Plaza de Las Ventas. Vigésimo quinta de feria. Tarde calmada con casi lleno.
Seis toros de Adolfo Martín, muy bien aunque desigualmente presentados con diversa cornamenta y de juego muy desigual. Justito de fuerza y muy manejable por el lado derecho el primero. Más entero y noble el segundo. Incierto de los que saben lo que se dejan atrás el tercero. Muy difícil y tardo el cuarto. Muy noble por los dos pitones, sobre todo por el izquierdo, el quinto. Y peligroso el sexto.
Rafaelillo (añil y oro): Dos pinchazos y estocada, silencio. Pinchazo y estocada trasera algo atravesada, petición desatendida, aviso y vuelta clamorosa.
Sebastián Castella (encarnado y oro): Pinchazo y estocada de rápidos efectos, aviso y división de pareceres. Estocada, petición insuficiente y leve división al saludar.
Manuel Escribano (grana y oro): Bajonazo trasero a toro arrancado, pititos. Estocada, aviso y silencio.
Destacó en la brega José Chacón. Y en banderillas el mismo Chacón, Isaac Mesa, Vicente Herrera y José Mora.
¿Cómo explicar que una faena de puro y duro regateo sobre las piernas aunque muy bien vendida, eso sí, provoque el sonoro entusiasmo de los espectadores, mientras que otras dos, limpias y correctas, no obtengan el mayoritario beneplácito del público?
Eso fue lo que ocurrió ayer en la plaza de Las Ventas y a plaza casi llena con el murciano Rafaelillo y con el francés Sebastián Castella.
Pues, miren ustedes mis pacientes lectores, ello aconteció muy posiblemente porque Rafaelillo hizo creer a la gente que se estaba jugando el pellejo con el toro más difícil de la corrida – el cuarto – vendiendo muy ostensiblemente su esfuerzo, mientras que Castella no creyó en lo que les hizo a los dos toros de su estupendo lote. No creyó en su propio quehacer pese al buen trazo de los muletazos que pegó a sus dos oponentes. Y si digo no creyó es porque no se emocionó toreando y cuando cualquier artista no se emociona mientras ejerce su misión, tampoco quienes contemplan la obra o las obras porque a Castella le ocurrió lo mismo en sus dos oponentes. Muy especialmente al final de su correcta faena al quinto.
Sebastián se ha visto acartelado este año nada menos que en cuatro corridas cuatro en esta feria, supongo que a cuenta de su gran triunfo del año pasado y ayer consumió la tercera comparecencia. Llevaba dos sin resultados positivos. Y en esta tercera vez, lo hizo cual pretendido gesto de enfrentarse a dos toros de Adolfo Martín. Y, encima, llega y le caen los dos premios gordos de la lotería que supuso esta corrida tan desigual en su comportamiento. Ni que se hubiera prescindido del sorteo… Se llevó los dos y, de muy buenas maneras, dejó escapar a los dos. ¡Vaya fiasco don Sebastián!
Lo que no sé es cual fue el verdadero estado anímico de Castella en esta tarde tan crucial. ¿Bien por fuera, pero no por dentro?
Eso fue lo que me dijeron en más de una ocasión Antonio Ordóñez y su yerno Paquirri en distintas y distantes tesituras. El gran torero rondeño solía terminar sus entrenamientos matando dos toros a puerta cerrada en una de las plazas de la costa del sol que poseía y una tarde previa a su anunciada comparecencia en Madrid, lo hizo en ensayo general con todo. Tanto Antonio como sus picadores y banderilleros vestidos de luces – les pagaba además como si fuera corrida normal – y todos a tope como si la plaza estuviera llena. No pasamos de 15 los presentes desde los vacios tendidos. Antonio se lució ampliamente con sus dos toros y los mató pronto y bien. Pero al terminar, dijo un tanto cariacontecido: Llamar a don Livinio y decirle que no voy. Pero maestro, si has estado cumbre. ¿Qué te notaste?. Que estoy muy bien por fuera pero no por dentro…
De estas repentinas e inexplicadas o inexplicables ausencias estuvo llena la carrera del rondeño por puro sentido de la responsabilidad. Entones los grandes incluso cortaban la temporada cuando se veían mal. Y no pasaba nada. Volvían a los ruedos días después y santas pascuas.
Una tarde en Nimes, era la tercera de Paquirri en la feria de Pentecostés – entonces no era tan largo el ciclo isidril y podíamos asistir a las dos – y estando yo en el callejón del coliseo romano, Paquirri se acercó a donde yo estaba después de torear y de matar a su primer toro con el que no triunfó y me dijo. Si con el toro siguiente que me ha tocado no me encuentro bien, cortaré la temporada y me iré al campo hasta que recupere el sitio.
Así se exigía Francisco Rivera. Así por puro sentido de la responsabilidad. Aunque en aquella tarde no tuvo que cortar la temporada porque a ese sexto toro que mató en las tres corridas que actuó en la feria nimeña, le corto las dos orejas… Recuerdo que volvimos a Madrid en una avioneta alquilada que había llevado a Manuel Vidrié. Y en el viaje, recorriendo la costa del mediterráneo en vuelo muy bajo hasta Valencia, aterrizamos para comer una excelente paella. Paquiiri estaba radiante sabiéndose ya tan seguro de sí mismo como quería estar siempre hasta que dejó de estarlo un par de años antes de que le matara “Avispado” en Pozoblanco. El viaje desde Valencia a Madrid fue terrible en medio de un tormentón impresionante…
Qué importantes es saber cómo se está por fuera y, sobre todo, por dentro. Castella, este año, no debe sentirse bien por dentro. Está toreando como un autómata, como un muñeco sin alma ni corazón que funciona cual robot. Le queda la cuarta corrida, la de Beneficencia de mañana. Si no consiguiera sentirse bien por dentro y vuelve a fracasar, creen ustedes que cortará la temporada?. No lo hará. Seguro que no lo hará…. Así está el toreo ahora y así está Sebastián. Consumiendo etapas sin fondo ni alma. Y así le va…
Por lo demás, la corrida de Adolfito – le llamo así porque nos conocemos desde niños – fue ni fu ni fa. Claro que si Castella hubiera estado como debe y hubiese cortado las orejas a sus dos toros, todos estaríamos encantados y Adolfito más que nadie. Malditos manes del destino…
Manuel Escribano muy en su papel con dos largas a porta gayola en el recibo de sus dos toros y su prolija actuación en la que lo más llamativo fueron sus dos intervenciones con las banderillas. Luego no tuvo material mínimamente propicio. Tampoco Rafaelillo con el primero de la tarde.
Aquí paz y, después, Gloria. Decae la feria. Este año se me ha hecho muy corta – buena señal – y me da pena que acabe. Y es que en todas las ferias se muere uno un poquito al final…
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