"...Este neo-tremendismo está desvirtuando la esencia del mejor toreo. Del toreo sosegado, paciente, siempre templado, inteligente y razonable. El toreo en definitiva presidido por el sentido común. No el kamikaze por sistema.
Tienen muchas cosas buenas los nuevos toreros. Pero lamento que en muchos de ellos predomine el arrojo sobre el valor auténtico..."
Una muy seria advertencia a los nuevos valores.
La mejor noticia que hemos tenido este año es la irrupción en el panorama taurino de una nueva generación de toreros con posibilidades de llegar a ser figuras del toreo. Hacía mucho tiempo que no sucedía y por fin llegó tras años y años sin grandes novedades. Lo que explica la permanencia en los carteles feriales de un sinfín de toreros de segunda y hasta de tercera más o menos envejecidos y, desde hace tiempo, inaguantables, a los que no se les podía apartar ni con agua caliente.
El relevo definitivo se irá cumpliendo o no con el paso del tiempo aunque entre las grandes novedades hay dos toreros, López Simón y, sobre todos, el peruano Andrés Roca Rey que, gracias a los incesantes triunfos que están sumando, ya se han instalado en muchos carteles junto a los consagrados.
Hasta lo que llevamos de temporada, no parece que ninguno de los integrantes de la primera fila se haya movido de sus respectivos sitios aunque el pedestal de algunos ha temblado ligeramente. Ya iremos comprobando si tal movimiento aumenta o disminuye a media que vaya avanzando la campaña conforme a los resultados que obtengan, principalmente en las ferias de mayor compromiso y trascendental relevancia.
Sabemos que en el toreo viene cumpliéndose una norma que, aunque no está escrita, toma carta de naturaleza por sí misma. Y es que la inercia de los grandes triunfos de cuantos matadores consiguieron llegar arriba contribuye a mantenerles donde están y dura mucho, incluso a pesar de que sus éxitos hayan disminuido. Es el caso de El Cid, por poner un ejemplo fehaciente de lo que digo.
En la presente campaña y aunque todavía es muy pronto para emitir un dictamen definitivo, se atisba en el horizonte un relativo bajón de El Juli, de Sebastián Castella y de Miguel Ángel Perera aunque todavía ni siquiera han sonado las alarmas en sus cuarteles.
Los grandes aficionados más entendidos, la crítica más solvente y cada vez menos independiente – hoy en día somos poquísimos los que permanecemos ajenos al sistema – y, por supuesto, los profesionales del empresariado más importante e influyente, somos los que iremos dando la pauta.
Habrá que esperar a que termine la feria de San Isidro. Y hasta habrá que esperar a que culmine esta temporada que está siendo histórica por cuanto digo porque tengo la impresión de que no todos los nuevos valores van a conseguir sus propósitos.
Y digo esto porque hay algo que me preocupa muchísimo: la ya instalada nueva moda de recurrir a lo que venimos llamando tremendismo por parte de los que están luchando sin cuartel en pos de un lugar en la cima. Una moda muy peligrosa que puede dar al traste con las carreras de no pocos futuribles porque en el toreo no se debe ir contra las normas so pena de padecer cornadas y/o percances que, de repetirse, podrían cortar de raíz las apetencias y las esperanzas de unos cuantos ahora mismo metidos en la lucha.
En las ferias que llevamos vistas este año y, más concretamente, en la primera parte de la que acaba de celebrarse en Madrid, estamos viendo cómo y por qué algunos podrían ir perdiendo comba a cuenta de los percances y hasta de las cornadas que podrían sufrir si continúan empeñados en triunfar a costa de lo que sea.
Aparte estar empezándonos a cansar el abuso del toreo de rodillas, de las inacabables gaoneras que poco o nada tienen que ver con las auténticas – que siempre deben ser templadas y para nada ensuciadas con enganchones y con tropiezos varios-, de las arrucinas, de los cambios por delante y por detrás que una veces salen bien y la mayoría mal, de los sistemáticos arrimones, de toda la gama de inas…, y de los consiguientes percances que suelen acarrear, son precisamente estos últimos los que podrían dar al traste con muchas carreras que podrían ser brillantes además de duraderas.
Este neo-tremendismo está desvirtuando la esencia del mejor toreo. Del toreo sosegado, paciente, siempre templado, inteligente y razonable. El toreo en definitiva presidido por el sentido común. No el kamikaze por sistema.
Tienen muchas cosas buenas los nuevos toreros. Pero lamento que en muchos de ellos predomine el arrojo sobre el valor auténtico. Deberían saber todos estos que el arrojo no es más que es la manifestación heroica del pánico. Salen a dejarse matar en pos de unos triunfos costosísimos y eso termina siempre en un desastre.
No deberían engañarse. En el toreo, las cogidas inevitables son las que llegan por los errores técnicos de los toreros o por los repentinos cambios de comportamiento que tienen los toros. Pero nunca, jamás deben llegar por buscarlas adrede. Es verdad que los públicos en general suelen gustar del miedo por puro morbo. Pero todos los aficionados y mucho más los nuevos, deberían saber que lo bueno no es dejarse coger como sistema para destacar. Un sistema que siempre termina mal por mucho que emocione. Un sistema que casi siempre termina con quienes lo practican habitualmente. Los cuerpos llegan a desgastarse completamente cuando se insiste y se insiste en esta sin razón sin medida alguna. Y las mentes, también.
Que nadie lo olvide.
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