Milicianos de una checa de Madrid. Fuente: memoriarepublicana.com
Las brutales y sádicas torturas que se practicaban en las checas, algo que los de la ‘Memoria Histórica’ han olvidado
Luis Barros - 4 julio, 2018
Cuánto orgullo de la izquierda por su supuesta ‘memoria histórica’, que pretenden convencernos que fue la realidad de lo sucedido en España, aunque solo cuenten lo que les conviene, manipulando y adaptando a sus ideales gran parte de nuestra historia, y en la que ocultan las partes obscuras de su pasado republicano. Ya que en España, desde que se llevó a cabo el levantamiento del 18 de Julio de 1936, donde llegaron al gobierno de la república los vencedores del Frente Popular, un grupo de partidos políticos de izquierdas extremistas y sindicatos obreros, entre los que también estaban los de la FAI, (Federación Anarquista Ibérica), que, tanto en Madrid Barcelona, y Valencia, crearon en inmuebles expropiados, sus respectivos centros, comisiones represivas para realizar detenciones, requisas y asesinatos.
A estos centros se les conocía como checas, imitando así el nombre que en la Rusia soviética, se les daba a los centros de exterminio donde se cometía todo tipo de brutales y sádicas torturas a los que consideraban “un peligro para el régimen”, nombre que se les dio a estas cárceles, checa, significa en ruso, “Comité de policía política secreta en la antigua Unión Soviética”. Una de las más conocidas es la ‘CHEKA de Bellas Artes’ en Madrid, donde está ahora el Círculo de Bellas Artes. En esta prisión, se calcula que murieron más de 1.800 personas en casi tres años que estuvo activa.
Tan brutales fueron las torturas en dichas prisiones, que el anarquista, Diego Abad de Santillán dice lo siguiente en, Por qué perdimos la guerra: “Uno de los aspectos que más nos sublevaba era la introducción de los métodos policiales rusos en nuestra política interior. Las torturas, los asesinatos, las cárceles clandestinas, la ferocidad con las víctimas, inocentes o culpables, estaban a la orden del día […] Lo ocurrido en las checas comunistas de la España republicana cuesta trabajo creerlo.
En el Hotel Colón, en el Casal de Carlos Marx, en la Puerta del Ángel nº 24, en el Castillo de Castelldefels, se perpetraban crímenes que no tienen antecedentes en la historia de la Inquisición”. Sí, muy bien. Pero nunca les importó el final de sus víctimas. Sólo eran enemigos de la República. Por eso se les tenía que exterminar. Eran cuerpos, no personas. Por eso no hubo listados de las personas que estuvieron en las checas. Si bien se podría pensar que no lo hicieron para protegerse, la realidad es que no les interesaba conocer la identidad de aquellas personas. Eran enemigos y por lo tanto, tenían que ser aniquilados.
Las checas fueron auténticos campos de concentración, casi idénticos a los creados por el régimen nazi. Como en ellos, se instalaron hornos crematorios, se descuartizó a presos para dar de comer a los cerdos, se torturó a los detenidos, se les atormentó con la comida (…) Fue un plan premeditado con la ayuda de la Unión Soviética para instaurar un régimen comunista en España. Es decir, las checas sirvieron, desde el inicio de la Guerra Civil, para exterminar a todas las personas que estaban en contra o pensaban de forma diferente.
El gobierno republicano negó la existencia de las checas como cárceles de tortura, diciendo que los encarcelados podían caminar con Libertad por ellas. En definitiva, las checas, según los republicanos, sólo eran prisiones, y nunca se realizaban torturas. Por suerte, han sobrevivido varios testimonios de personas que sufrieron las infames torturas que se llevaron a cabo en ellas.
Las diversas técnicas de tortura en las checas
Hay que decir que algunas de las prácticas eran totalmente innovadoras en España, y esto fue ‘gracias’ a la llegada de activos de los bandos estalinistas al país para reforzar al Frente Popular.
“El submarino seco”: si la víctima no hablaba, le encasquetaban una bolsa de plástico que le cubría toda la cabeza hasta el cuello ajustándola al mismo, con el objetivo de generarle asfixia. A veces también utilizaban un cinturón que ceñían alrededor del cuello para provocar estrangulación.
“La banderilla”: consistía en inyectar en las manos y pies del preso, agua mezclada con heces para provocarles dolorosos abscesos en los miembros infectados y la disfuncionalidad de los mismos.
“Badajo”: consistía en colgar la víctima con las manos atadas en la espalda. Pasaban una cuerda por una polea y se la ataban a las muñecas, luego tiraban de la cuerda hasta que la persona quedaba levantada del suelo, hasta romperle los omoplatos.
“Empetao”: la víctima desnuda era atada en decúbito prono (boca abajo) sobre un banco con las piernas a cada lado. Los interrogadores le introducían a la víctima el cuello de una botella por el recto, empujando hacia dentro del intestino, una vez introducida media botella tiraban de ella, la cual hacía ventosa y succionaba la víscera. Si la víctima era mujer realizaban la misma técnica por la vagina.
“La ratonera”: consistía en colocar una rata dentro de una cacerola en la que sentaban a la víctima desnuda y atada para que no se pudiera levantar. Seguidamente con un infiernillo eléctrico procedían a calentar la olla, lo que provocaba que la rata quisiera salir de la misma al percibir el calor. La rata intentaba desgarrar un orificio a través del cuerpo de la persona para poder escapar.
“El collar eléctrico”: Se colocaba un collar de bolas metálicas alrededor del cuello de la víctima que iba conectado a un cable a través del cual se le administraban descargas eléctricas reguladas en intensidad.
“La ducha fría”: la ducha era un pequeño cuarto en cuya parte exterior se hallaba instalada una manguera que introducía agua fría a gran presión. En el se encerraba a la víctima completamente desnudo y era sometida a una prolongada y violenta ducha.
“La argolla”: consistía en colocar a la víctima desnuda, atada de manos y colgado por un pié en una argolla con la cabeza hacia abajo, sumergiendo la cabeza de la persona a la altura de la nariz en un recipiente con agua o excrementos mientras era azotado. Para poder respirar debían contraerse, realizando un esfuerzo inhumano hacia arriba para sacar la nariz del líquido.
“El gancho”: la víctima era atada por las muñecas y colgada de un gancho fijado en el techo. A los pies de la víctima se ataba pesas, a fin de producir una mayor tracción sobre sus articulaciones. Suspendido de esta forma y desnudo, era azotado para que confesara.
“El tizón”: la víctima era atada por las muñecas a un gancho en el techo con los pies en el suelo. Mientras era interrogada se le producían con cigarros o con una plancha de ropa quemaduras en el tórax y abdomen.
“El pozo”: la víctima era introducida en una estrecha estructura de madera sobre un pozo. En ella se montada una polea para hacer descender o izar al prisionero. Así podían sumergirle la cabeza en el agua el tiempo que quisieran y prolongar la sensación de ahogamiento.
“El gomazo”: consistía en colocar alrededor de la cabeza una goma elástica ancha a la altura de la frente. De dicha goma colgaba una campanilla de la que trababan y soltaban para que la campanilla metálica impactara contra el cráneo durante el interrogatorio.
“Quebrantahuesos”: con una tenaza de punta hueca luxaban la falangeta de cada dedo, posteriormente luxaban la falangina y finalmente las falanges. En ocasiones también lo hacían con los dedos de los pies. Con un artilugio denominado “Talón de Aquiles” luxaban todas las falanges de la mano a la vez.
“El deposito”: Consistía en cerrar a la víctima a obscuras en una pequeña habitación que se utilizaba como depósito de cadáveres. En dicha habitación se encontraban diversos cadáveres compañeros de la persona que habían sido asesinados al aplicarles las técnicas de tortura. En el habitáculo había un fuerte olor a cadáveres en descomposición. Podían pasar ahí varias noches.
“La bañera”: consistía en interrogar la víctima dentro de una bañera con agua fría jabonosa donde en su fondo habían depositados trozos de vidrio. La persona estaba con las manos atrás y atadas por las muñecas, mientras su cuerpo se iba cortando con los vidrios.
“Echar a los cerdos”: En los patios de algunas checas como la de San Elías, se criaban cerdos. La técnica consistía en realizar a la víctima varios cortes profundos por las piernas a la vez que era lanzado al centro de la piara, los cerdos al percibir el olor de la sangre la agredían a mordiscos hasta comérsela viva. En ocasiones hacían presenciar la tortura de su compañero, a la víctima que sería interrogada después. O bien ya difunta, el cuerpo de la víctima era troceado y lanzado como alimento.
Celdas armario, dibujadas por Laurencic (Fuente: somatemps.me)
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