-Ante cualquier situación de peligro, de riesgo, de estrés, de miseria (hambruna, guerras, etc.) se pone en marcha el instinto de conservación, que se expresa, bien huyendo o atacando (peleando). El toro lo hace atacando mientras que otros muchos animales huyendo. Cuando la conservación de la vida está asegurada entonces se desarrolla el instinto de reproducción, por eso las hembras en situaciones de estrés, de peligro en general, no ovulan y por tanto no se quedan embarazadas (preñadas), y los machos tienen muy disminuido su apetito sexual.
Pues bien, teniendo en cuenta todo lo expuesto, y después de haber hablado y debatido mucho con ganaderos y, en general, con profesionales, pienso que se puede definir la bravura como: “el instinto, el afán, el deseo, el ansia de pelear, el coraje para atacar siempre a todo lo que considera puede ser un peligro para él, porque invade su territorio”. El toro ante un peligro no responde huyendo sino atacando, peleando. En definitiva, podemos decir que bravura es pelear, querer pelear, y mansedumbre es no querer pelear, rehuir la pelea. Y esa bravura, o ese comportamiento como bravo o manso, viene determinado por la genética y las circunstancias (que se haya criado más o menos sano, padezca alguna deficiencia no diagnosticada, cómo sea su salud en ese día y hora, si la puya le ha dañado la articulación de paletillas con la columna vertebral, o incluso el pulmón, cosa que puede ocurrir, etc. El veterinario don Julio Fernández me comentó que incluso la forma como le haya tratado el mayoral durante sus años en la dehesa puede condicionar su comportamiento durante la lidia.
Para que el toro desarrolle esa bravura en toda su amplitud e intensidad debe estar sano y fuerte. Por otra parte, esa bravura, o afán de pelea, se manifestará de distintas formas. Con más o menos calidad en la embestida, pero es bravura, que puede existir en distintos grados, desde bravísimo a muy poco bravo.
Cuanto más embista más bravo será y cuanto más embista y con más entrega lo haga más bravo y más verdad tendrá en su bravura.
Cuanto más embista y lo haga con más clase (calidad en la embestida) más bravo será y más toreable (toreabilidad) será de acuerdo a lo que hoy se exige.
En realidad, todos los toros de lidia son bravos, pero su bravura tiene grados, que se calculan analizando muchos factores y no solo el número de veces que embiste y la fiereza con que lo hace, pues como decía don Juan Pedro Domecq Morenés (en Aplausos de 30-01-17, nº: 2053), "la bravura tiene muchas formas de ser".
Pero nos tiene que quedar claro que lo fundamental es la bravura, y para hacer el toreo actualmente exigido esa bravura tiene que acompañarse de entrega y calidad.
Una vez tenemos claro -o algo más claro- lo que es la bravura, nos planteamos dos cuestiones.
a)¿La bravura es un instinto defensivo u ofensivo?;
b)¿La bravura es natural o artificial (conseguida gracias a la intervención de la mano del hombre mediante la selección)?
a) Hay cierta discusión sobre si la bravura es un instinto defensivo exclusivamente o por el contrario es instinto ofensivo del toro. El veterinario español don Cesáreo Sanz Egaña, antes citado, pensaba que es instinto puramente defensivo, al que llamaba instinto de liberación, opinión compartida por casi todos los autores. Incluso llegó a decir que el toro no es un animal valiente sino un animal violento, opinión esta mucho más discutible, al menos, a mi modo de ver, pues pienso que el toro bravo es muy valiente.
Juan Belmonte pensaba que el toro solo ataca cuando no le queda más remedio, cuando no tiene otra salida, lo cual ponemos en duda, pues muchas veces el toro ataca, embiste a campo abierto (en el acoso y derribo, toreo a campo abierto) cuando puede huir si lo quisiera, aunque contra esto podría argumentarse que son situaciones en las que el toro ya se encuentra inmerso en la pelea. El maestro Domingo Ortega afirmaba, contundentemente, que el toro ataca siempre por instinto ofensivo, natural en él. Para el veterinario de Querétaro, don Carlos Alberto Vega Pérez, la bravura innata era defensiva y la actual es de ataque (2011).
Pienso que antes de pronunciarse a este respecto sería necesario definir muy bien qué entendemos por instinto defensivo y ofensivo, para evitar confusión, y sobre todo emplear palabras con significados diferentes según quien las utilice.
A mi modo de ver instinto defensivo quiere decir que solo ataca para defenderse, porque le han provocado, y ofensivo que lo hace no como defensa sino porque desea atacar sin provocación alguna, porque es su forma de ser.
Podríamos seguir debatiendo sobre este punto y difícilmente llegaríamos a una conclusión verdaderamente clarificadora y definitiva.
Pienso que en circunstancias normales el toro ataca para defenderse, o defender su territorio, es decir, que el toro nunca "da primero" si no es molestado, pero una vez que se le ha provocado y está metido en la pelea continúa atacando por instinto ofensivo, porque es valiente. Un hecho curioso es que en manada generalmente huye, pero cuando está solo ataca, al contrario de lo que suele ocurrir en otros muchos animales.
Hemos de matizar qué en circunstancias anormales, o no del todo normales, como puede ser un toro al que le hayan pegado los otros, un toro que no se encuentre bien por alguna causa, que esté muy irritable, ataca por instinto ofensivo más que por instinto puramente defensivo.
b) Con respecto a la segunda pregunta que nos planteábamos, pienso que las cosas están algo más claras. En la ponencia presentada en Aguascalientes por don Jorge Ramón Sarasa, ya citada anteriormente, el 60 % de los ganaderos consultados opinaron que, efectivamente, la bravura, tal como hoy la vemos, ha surgido gracias a la intervención de la mano del hombre seleccionando, pero primitivamente el toro acometía, y solo un 12 % contestaron que es producto de la selección natural, es decir, que los más agresivos iban predominando sobre los menos agresivos, o mansos.
Al menos para mí, si bien la bravura tal como hoy la manifiestan los toros se ha conseguido gracias a un proceso de selección de los ganaderos durante muchos años, sin duda se partió de una base genética; el toro ha sido siempre bravo, es decir, ha atacado, pero ahora lo hace más y mejor gracias a la intervención de la mano del hombre, seleccionando durante siglos a los más bravos y a los que embestían de forma que el torero pudiese hacer el toreo que se ha ido demandando en cada momento.
Oímos decir con mucha frecuencia, tanto a profesionales como a aficionados, que hoy el toro es más bravo que nunca, y ello es una verdad evidente. Todos los aficionados que tenemos cierta edad recordamos haber visto condenar a banderillas negras, por mansos, a muchos toros, mientras que ahora eso es algo excepcional, sencillamente porque los toros son más bravos.
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