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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 1 de septiembre de 2025

Tópicos que son verdades/ por Carlos Bueno

David de Miranda

'..Se dice que los toreros sin un apoderado de peso lo tienen mucho más difícil para abrirse camino, que quienes no están bajo el paraguas de las grandes casas del taurineo apenas cuentan con oportunidades y que sus méritos rara vez reciben el premio que merecen..'

Tópicos que son verdades

Carlos Bueno
Siempre se ha dicho que el torero que no se está apoderado por una casa grande, de las que manejan el negocio taurino, lo tiene más complicado para sacar cabeza, para gozar de oportunidades, para ver recompensados sus esfuerzos y resultados con más contrataciones. La afirmación, lejos de ser un tópico, es una realidad que se perpetúa época tras época. Los defensores del sistema dirán que así es la competencia, que el mérito siempre acaba imponiéndose; pero lo cierto es que fallan los despachos, algo que no era justo antes ni lo es ahora.

Se dice que los toreros sin un apoderado de peso lo tienen mucho más difícil para abrirse camino, que quienes no están bajo el paraguas de las grandes casas del taurineo apenas cuentan con oportunidades y que sus méritos rara vez reciben el premio que merecen. Podría sonar a excusa de quienes no alcanzan la cima. Sin embargo, temporada tras temporada, época tras época, los hechos se empeñan en dar validez a esa denuncia.

Los casos recientes de Jiménez Fortes y, sobre todo, de David de Miranda, son un espejo claro de que no se trata de patrañas ni de victimismos. Simplemente ocurre que a los que manejan los hilos del toreo no les interesa que aparezcan nuevos gallos fuera del gallinero que ellos administran. Su auténtico afán no es velar por la justicia del ruedo ni por el interés de los aficionados, sino asegurar que la caja se llene con los suyos, blindando a los de siempre y silenciando a los que no entran en el reparto.

El ejemplo de David de Miranda es evidente. El torero onubense tomó la alternativa hace nueve años con dos orejas bajo el brazo. Confirmó en Madrid y en Nimes tres temporadas después y en ambas plazas repitió doble trofeo. Sin embargo, lejos de catapultarle, la recompensa fue mínima: apenas tres contratos al año siguiente, y desde entonces un goteo escaso de oportunidades importantes a pesar de protagonizar éxitos repetidos año tras año en su Huelva natal y faenas deslumbrantes que despertaron el interés del público.

Aunque todo parecía caer en saco roto para quienes deciden los carteles, David continuó sumando argumentos. En 2023 se llevó dos orejas de Sevilla y este año tres, y ya no quedó más remedio que hacerle sitio en huecos y sustituciones para las que hasta ahora no había contado.

En el momento de escribir este artículo acumula 13 Puertas Grandes, 10 de ellas consecutivas, en apenas 16 corridas, con salidas a hombros en Sevilla, Huelva, Soria, La Línea o Málaga, donde rubricó una oda al valor que nadie de los presentes olvidará. Y lo más importante, los aficionados le aclaman y le reclaman.

Parece evidente que es un torero con madera para ser importante y con atractivo para los públicos y, a tenor de los resultados de sus actuaciones en el pasado, parece evidente que lo era desde hace mucho tiempo. ¿Por qué se le ha mantenido arrinconado durante una década? ¿Por qué se le ha mantenido en un desierto de actividad durante 10 temporadas? ¿Por qué se le ha privado a la afición de su torero durante 10 campañas? ¿Es un tópico aquello de que no estar bajo el amparo de las casas grandes del taurineo implica gozar de menos oportunidades?

Los defensores del sistema dirán que así es la competencia, que el mérito siempre acaba imponiéndose. Pero la historia desmonta esa coartada. El mérito, en el caso de David de Miranda, llevaba tiempo sobradamente demostrado. Lo que fallaba no era el ruedo, sino los despachos. Y eso es lo que convierte el tópico en verdad. Ni era justo antes ni lo es ahora, y lo peor es que todo continuará igual.

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