El 21 de abril de 1964 el semanario El Ruedo publicaba un artículo del ganadero Carlos Núñez, el creador del encaste que llega a nuestros días. Se dio la coincidencia que el mismo día que su artículo llegaba a los aficionados, aquella tarde Manuel Benítez "El Cordobés" le cortaba las orejas y el rabo a un toro de su ganadería, en plena feria de Sevilla. Leído ahora, cuando han trascurrido 50 años, su contenido sigue teniendo plena actualidad, incluso en lo que hace a la anécdota que el autor rememora de su amigo Antonio Pérez Tabernero, cuando a preguntas de un periodista definió el oficio ganadero en estos términos: "Se trata de un individuo que satisface sus aficiones a cambio de cuentas de crédito en los Bancos".
Carlos Núñez Manso
Treinta años criando toros de casta y a la morfología, hasta lidia, con mayor o menor acierto pero siempre con cuido y esmero, por propio interés como por apoyo de lo vocacionai, para sostener la constante y paciente profesión del ganadero de reses de lidia que, aunque bravas por raza y naturaleza, no todas salen así́, ya que muchas, las más, se estrellan contra ese «imponderable», especie de celofán que envuelve al toro de lidia, por aquello que en su época dijo de el don Eduardo Miura, maestro de ganaderos, de imperecedera memoria: «Que los toros eran siempre melones por calar»; con lo que quiso decir el famoso ganadero que nadie podía saber nada sobre las condiciones de las reses, ni mucho menos de la lidia que en cada uno de los tercios habían de dar.
¿Y quiénes son los que se dedican a negocio cuya productividad, en el más exacto sentido de la palabra, es tan incierta como oscura e incontrolable?
Dura profesión la del ganadero de reses de lidia, que necesariamente ha de poseer gran vocación, con firme constancia para el «oficio». Con temple especial en su ánimo para resistir la crítica a una obra que, siendo tan personal es, por singular paradoja, en la que menos puede la mano del hombre.
Y es que se interesa tanto el amor propio en semejante profesión, en la que el mismo ganadero llega a consubstanciarse de tal manera con el resultado de la lidia de sus toros, que hay muchos criadores de reses bravas que no pueden soportar, desde su habitual asiento o de ningún sitio visible de la plaza, la lidia de una corrida de su divisa. Claro que esta dura prueba tiene también, dentro de la profesión, grandes compensaciones, porque, de no ser así, sería una clase especial de predestinados varones los que, por suerte o desgracia, se dedican a la crianza del toro de lidia.
Sobradamente sabido es que las ganaderías bravas no se empiezan a formar hasta principio del siglo XVII. Aquí debe aparecer, por lo tanto, la figura del ganadero bravo. Sin embargo, cuando las ganaderías bravas adquieren realmente forma y esplendor, es a partir del siglo XVIII, durante el cual se atiende ya a la selección y al cuido de las reses, atendiendo a la casta y a la morfología, hasta dar vida al toro de lidia.
No es este el fenómeno indicado para ocupamos ahora del toro bravo en sus varios aspectos, porque la índole y extensión de este artículo sobre el «Ganadero Bravo» sólo nos debe hacer resaltar su aparición como criador y seleccionador de la cantera de donde han de salir los toros dedicados a la lidia, y por esto solamente hacemos esta disgregación hacia la ganadería brava española, por cuanto con ella deben aparecer los hombres creadores de la misma.
Resulta que, en el concepto más generalizado de la gente, el ganadero bravo ha de ser un «Rico Home», señor de grandes extensiones de terreno, cuando no un «rey de la selva» que maneja grandes piaras de reses a capricho y por placer.
Pués bien, a este concepto tan general que se tiene de los ganaderos bravos, leo en una revista taurina madrileña, y en reciente interviú hecha a mi viejo amigo, el concienzudo criador de reses bravas, don Antonio Pérez Tabernero al preguntarle el periodista : “¿qué es un ganadero bravo?”, el interrogado contesta, sin más preámbulo, así: “Se trata de un individuo que satisface sus aficiones a cambio de cuentas de crédito en los Bancos”.
Magnifica aclaración pública en boca tan autorizada como la del ganadero que más toros de lidia vende en la actualidad, para desvirtuar lo que la gente cree ser criador de toros bravos y manipulador de un negocio del que no es momento para tratar, por muchas razones que no son de este artículo, ni menos de la hora presente, en la que parece se inicia la justa revalorización del toro, que estimo elemento único y esencial de nuestra gran fiesta española.
Miura, desde época ya pasada, al desconocer lo que tiene el toro dentro, y Antonio Pérez Tabernero al decir lo que tiene un ganadero de nuestro tiempo, me han sugerido este modesto trabajo periodístico, al tratar sobre el toro de lidia, del que soy, por suerte o desgracia, criador y, desde luego, devoto admirador desde ya mis lejanos días de juventud, tiempos de José y Juan, para los que vaya mi piadoso recuerdo y mi inolvidable admiración.
►Nota al margen
El artículo que El Ruedo publicó en su número 1.035, y fechado el 21 de abril de 1964, había sido inicialmente escrito para una publicación unitaria titulada “Toros en Sevilla”, que dirigida por Juan Palma se editó en la capital andaluza con motivo de su feria. Muy probablemente se trató de la última manifestación pública que hacía el célebre ganadero, que fallecería unas semanas después.
La Redacción de "El Ruedo” al presentar este trabajo escribió: “Don Carlos Núñez se revela como un gran aficionado. Gran aficionado debe ser todo aquel que tenga relación de estrechos vínculos con el espectáculo. Aficionado antes que comerciante. Muy bien, señor Núñez, muy bien”.
Aquí se reproduce el propio grabado que aparecía como ilustración en la pagina de El Ruedo en la que se incluía el artículo.
El matrimonio Núñez Moreno de Guerra
Como se sabe, los orígenes de esta ganadería se remontan a don Manuel Valladares y Ordóñez, pasando tras su muerte, en 1893, a sus herederos, que la aumentaron con reses de Benjumea y de Carvajal, anunciándola a nombre de Valladares y Rincón. Hacia 1908 se hizo cargo de la ganadería don Manuel Rincón, eliminando todo lo anterior y adquiriendo vacas y sementales de don Fernando Parladé. En 1925 fue adquirida por don Antonio Urquijo, el cual la vende en 1928 a don Indalecio García Mateo. En 1938, D. Carlos Núñez Manso la adquiere y añade una punta de vacas y sementales de D. Ramón Mora Figueroa, y en 1941 una parte de la ganadería de Villamarta, creando un encaste propio y legendario. A su fallecimiento en 1964 se anuncia como Herederos de Carlos Núñez. De 1999 a 2013 cambia denominación a ´Los Derramaderos´. Desde enero de 2014 ha pasado a ser propiedad de los Srs. Núñez Dujat des Allymes, nietos del fundador del encaste, recuperándose la tradicional denominación de Carlos Núñez, estando hoy formada exclusivamente por vacas y sementales de los actuales propietarios, procedentes del lote que heredara su padre D Carlos Núñez Moreno de Guerra en 1985.
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