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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 20 de marzo de 2014

¡Larga vida, Ponzote! / Por Carlos Bueno




"...25 años después de doctorarse mantiene intacto todo el interés. Le espera la afición por su capacidad para seguir sorprendiendo y dictando magisterio, y le respetan las empresas porque siempre supo mantener la cordialidad en las negociaciones. A Ponce ni le aborrecen ni le echan, como sucedió con Guerrita, y su sabiduría es tal que sin duda sobrepasa la del mítico Gallito..."

Carlos Bueno
25 años de alternativa, un cuarto de siglo en la cumbre. Nadie ha logrado tanto en la historia del toreo como Enrique Ponce. Ahora, en 2014, confluyen varios motivos para que siga siendo el eje de las ferias más trascendentes de la temporada. Habría que unir a Guerrita y a Gallito en una sola persona para que el resultado se asemejase al hito poncista. 

Ni en sus mejores sueños. ¡Qué va! Eso ni se piensa ni se sueña. Si a Quique, aquel chaval de Chiva que tomó la alternativa con 18 añitos, le llegan a decir que iba a permanecer en la cumbre del toreo durante un cuarto de siglo, se lo hubiera tomado a guasa. Y es que jamás en la historia de la tauromaquia ha habido un caso similar al suyo, al protagonizado por don Enrique Ponce. Habría que unir a Guerrita y a Gallito en una sola persona para que el resultado se asemejase al hito poncista. 

Hasta hace 25 años quizá fuese Rafael Guerra “Guerrita” el máximo exponente del mando en el escalafón taurino. El califa cordobés fue el ídolo del público y ocupó el cetro del toreo en la última etapa del siglo XIX. Pero tal fue su abrumadora autoridad durante una docena de años que la afición acabó aborreciéndole y protestando todas sus actuaciones, incluso se llegaron a vender “pitos para El Guerra” a las puertas de la plaza de Madrid, aunque a fuerza de entrega y dominio cada tarde lograba contrarrestar aquella premeditada actitud. Harto de tanta exigencia sentenció: “no me voy, me echan”, y se retiró del toreo con las facultades intactas. 

Y si hablamos de sabiduría es inevitable nombrar a José Gómez “Gallito”, considerado por muchos el torero más completo de la historia y uno de los que más influyó en la transición definitiva hacia el toreo moderno. Y es que el sevillano no sólo dictó cátedra sobre el albero, sino que sus consejos, opiniones y directrices en los tentaderos en los que participaba tuvieron tal consideración por los ganaderos de su época, que sólo así fue posible que la selección del toro se adaptase a una nueva tauromaquia de quietud y no de lidia sobre las piernas.

Rafael y José; si a estos dos grandes maestros se les conoce por sus diminutivos, Guerrita y Gallito, ¿cómo debería pasar a la historia Enrique Ponce? Sin duda con un superlativo: ¡Ponzote! No creo que haya habido jamás nadie con tanto poder y suavidad en la misma muleta. Temple infinito que ha sido látigo ante toros complicados y terciopelo con los boyantes. A Enrique se le recordará del mismo modo por su poderío como por su elegante estética, por su valor y por su ciencia. Nadie logró tantos trofeos frente a conductas tan diferentes. Ha triunfado en todas las plazas del mundo y es santo y seña en las más importantes y exigentes; ha lidiado todo tipo de encastes entendiendo a la perfección los diferentes matices de comportamiento de cada uno de ellos; es quien más toros ha indultado; es un ejemplo de ambición y autosuperación en el ruedo, y en la calle todo un caballero. 

25 años después de doctorarse mantiene intacto todo el interés. Le espera la afición por su capacidad para seguir sorprendiendo y dictando magisterio, y le respetan las empresas porque siempre supo mantener la cordialidad en las negociaciones. A Ponce ni le aborrecen ni le echan, como sucedió con Guerrita, y su sabiduría es tal que sin duda sobrepasa la del mítico Gallito. ¿Quién se lo iba a decir? Este 2014, cuando se cumple un cuarto de siglo de su alternativa, confluyen varios motivos que han provocado que el maestro de maestros se haya convertido en el eje de las ferias más trascendentes de la temporada. La razón más importante es que se lo ha ganado… y se lo seguirá ganando mientras él, y sólo él, quiera. ¡Larga vida, Ponzote, rey del toreo!

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