Al toro por el cuerno...
La novillada del Ventorrillo.
El picante no lo esperaban (los novilleros)
José Ramón Márquez
Madrid, 30 de Mayo de 2011.-
Madrid, 30 de Mayo de 2011.-
Lunes de novilladas, el único día que la plaza recuerda un poco a lo que es la temporada, día en que desaparecen multitud de feriantes y se está bastante a gusto. Hoy la tercera y última de la feria. No hubo arrestos para repetir a Moreno Silva, pero a cambio se anunció una novillada de –ito, -ico, -illo, -uelo, o sea de El Ventorrillo, pura casta de Juan Pedro. Luego se tiran mucho el rollo y te colocan la literatura agropecuaria con que si Luis de Gama, Antonio Pérrez Tabernero, Murube, Parladé, que te meten un pegote en el programa de no te menees y uno venga a pensar ¿dónde acabará esto?; pues bien fácil se adivina que esto acaba en Domingo Hernández, Paco Medina, Fidel San Román, Juan Pedro y eliminando lo anterior. Se podían haber ahorrado nueve de las quince líneas de la explicación que nadie les ha pedido.
La ventorrillada a buen seguro que no cumplió las expectativas de los novilleros que se anunciaron con ella. Ellos venían a otra cosa y lo que se encontraron fue una novillada que no estaba dispuesta a colaborar, como ellos dicen. No es que los animales derrochasen casta ni bravura, más bien mansedumbre, pero entre que se paraban, entre que miraban, las coladas de alguno como el primero, las francas huidas como las del primero o el cuarto, el geniecito, no dejaron mucho hueco para que los muchachos nos regalasen el pastel que nos traían envuelto en celofán. Tan sólo el sexto toro, Superdotado, número 63, jabonero sucio, respondió a lo que se esperaba de estos ventorrillos, embestidas constantes, fijeza en la muleta, repetición instantánea, ausencia de malicia y su poquito de fuerza, para que la embestida tuviese su aquél. Fue este sexto novillo el mejor hecho de un encierro que parecía una redada en un after hours, con el gordito, el zancudito o el escurrido, novillada impropia en presentación para San Isidro, que habla elocuentemente de la afición del ganadero y de lo poco que le importa venir a Madrid de cualquier manera.
Vestidos de oro se presentaron Diego Silveti, Víctor Barrio y Rafael Cerro. En la cuadrilla de Silveti, de tercero, Javier Elejande ‘Fortuna’, su debut en San Isidro tras más de veinte años de oficio. ¡Felicidades!
Diego Silveti trajo a Las Ventas muy poca cosa. Todos los lances de recibo a su primero fueron enganchados. El toro se movió donde le dio la gana sin quedar sujeto en ningún momento y la lidia que recibió no sirvió para fijarle. Silveti citó con la muleta desde el platillo y acompañó la embestida sin someter al toro, por lo que tampoco combatió la condición huidiza del animal ni le sujetó. A causa de tantos desafueros el bicho se hizo una tournée por toda la plaza regalando un trocito de faena a cada tendido, en el sentido de las agujas del reloj. El homenaje de la vuelta al ruedo al que no sería acreedor tras su muerte, se lo cobró en vida el bueno de Hilandero, y ya no hay quien se lo pueda arrebatar. En su segundo el azteca dejó mucho más en evidencia su absoluta falta de oficio y nos llevó a preguntarnos por qué se había anunciado a este hombre hoy en Madrid. En este segundo la faena discurrió entre los tendidos 9 y 4. Un buen entendedor, con estas dos pinceladas ya puede calibrar la muleta de Silveti.
Lo de Víctor Barrio ha sido un desinfle importante. Venía de Zaragoza, donde ayer vio cómo Mario Alcalde, en su primera aparición tras la cornada, le adelantaba como un cohete. Hoy en Madrid apenas ha traído nada de interés. Pensábamos el otro día, la tarde de los Flor de Jara, que Víctor Barrio había solucionado dignamente aquella tarde, en la que la casta de los santacolomas le sirvió para tapar defectos de colocación pero también para verle firme y con claridad de ideas. Hoy ha estado espeso, sin interés, y adocenado. Ha matado de manera pésima a sus dos novillos y no deja tan clara la idea de que ahí está, a la vuelta del camino, para ponerse a circular a toda marcha nada más que tome la alternativa, que ya debe estar a punto. Creo que tiene personalidad y ese no sé qué de los que no han pasado por la escuela taurina, eso cuenta a su favor, pero debe definir con mayor nitidez su estilo, su tauromaquia, para llegar a algo. No basta con traerse dos camiones de seguidores cargados de pañuelos blancos. La cuadrilla que trae es de lujo.
La sorpresa de la tarde la trajo Rafael Cerro. Recibió a su primero con los mejores lances de capa que se han visto en la feria, sobrios, efectivos, mandones, llevando al toro muy toreado, templando y rematando atrás sin darse importancia. Una golosina para quien se haya enterado. Luego, un quite de frente por detrás con el torero muy bien colocado y rematado por un farol, otra preciosidad. Con la muleta, muy mandón en el inicio de la faena, en seguida corrige el defecto del toro a vencerse y por momentos parece que está a punto de romper la maldición que nos devora, de comenzar a torear hacia adelante. Está toda la faena en el filo de la navaja, citando al hilo y por momentos queriendo traerse al toro hacia adentro, luego el toro se para y aquello ya no da más de sí. Estamos ansiosos de que salga su segundo. Su segundo es el Superdotado del que antes se habló. Con esa máquina de embestir Rafael Cerro nos pegó un tostón de padre y muy señor mío a base de descargar, de torear en línea recta, de no buscar el compromiso con el toreo bueno y de preferir la vulgaridad de dar pases al paraíso de torear. El crédito que consiguió en su primero lo hizo humo en su segundo, porque en lo que le hizo o mejor aún en lo que no le hizo a ese toro, del que se va a acordar mucho en su vida, está la diferencia que separa el fracaso del éxito.
Esperábamos como agua de mayo a Luciano Briceño, tras el tercio de varas que nos dio en su anterior comparecencia, pero hoy el ganado necesitaba más un ATS con la jeringuilla que un picador. Luciano Briceño padre, asesor artístico de la corrida de hoy, tampoco creo que apreciase gran arte en lo que hizo su hijo. Entre los de plata Miguel Martín metió el capote extraordinariamente en un gran quite y Alberto Zayas puso un soberbio par al segundo toro.
La ventorrillada a buen seguro que no cumplió las expectativas de los novilleros que se anunciaron con ella. Ellos venían a otra cosa y lo que se encontraron fue una novillada que no estaba dispuesta a colaborar, como ellos dicen. No es que los animales derrochasen casta ni bravura, más bien mansedumbre, pero entre que se paraban, entre que miraban, las coladas de alguno como el primero, las francas huidas como las del primero o el cuarto, el geniecito, no dejaron mucho hueco para que los muchachos nos regalasen el pastel que nos traían envuelto en celofán. Tan sólo el sexto toro, Superdotado, número 63, jabonero sucio, respondió a lo que se esperaba de estos ventorrillos, embestidas constantes, fijeza en la muleta, repetición instantánea, ausencia de malicia y su poquito de fuerza, para que la embestida tuviese su aquél. Fue este sexto novillo el mejor hecho de un encierro que parecía una redada en un after hours, con el gordito, el zancudito o el escurrido, novillada impropia en presentación para San Isidro, que habla elocuentemente de la afición del ganadero y de lo poco que le importa venir a Madrid de cualquier manera.
Vestidos de oro se presentaron Diego Silveti, Víctor Barrio y Rafael Cerro. En la cuadrilla de Silveti, de tercero, Javier Elejande ‘Fortuna’, su debut en San Isidro tras más de veinte años de oficio. ¡Felicidades!
Diego Silveti trajo a Las Ventas muy poca cosa. Todos los lances de recibo a su primero fueron enganchados. El toro se movió donde le dio la gana sin quedar sujeto en ningún momento y la lidia que recibió no sirvió para fijarle. Silveti citó con la muleta desde el platillo y acompañó la embestida sin someter al toro, por lo que tampoco combatió la condición huidiza del animal ni le sujetó. A causa de tantos desafueros el bicho se hizo una tournée por toda la plaza regalando un trocito de faena a cada tendido, en el sentido de las agujas del reloj. El homenaje de la vuelta al ruedo al que no sería acreedor tras su muerte, se lo cobró en vida el bueno de Hilandero, y ya no hay quien se lo pueda arrebatar. En su segundo el azteca dejó mucho más en evidencia su absoluta falta de oficio y nos llevó a preguntarnos por qué se había anunciado a este hombre hoy en Madrid. En este segundo la faena discurrió entre los tendidos 9 y 4. Un buen entendedor, con estas dos pinceladas ya puede calibrar la muleta de Silveti.
Lo de Víctor Barrio ha sido un desinfle importante. Venía de Zaragoza, donde ayer vio cómo Mario Alcalde, en su primera aparición tras la cornada, le adelantaba como un cohete. Hoy en Madrid apenas ha traído nada de interés. Pensábamos el otro día, la tarde de los Flor de Jara, que Víctor Barrio había solucionado dignamente aquella tarde, en la que la casta de los santacolomas le sirvió para tapar defectos de colocación pero también para verle firme y con claridad de ideas. Hoy ha estado espeso, sin interés, y adocenado. Ha matado de manera pésima a sus dos novillos y no deja tan clara la idea de que ahí está, a la vuelta del camino, para ponerse a circular a toda marcha nada más que tome la alternativa, que ya debe estar a punto. Creo que tiene personalidad y ese no sé qué de los que no han pasado por la escuela taurina, eso cuenta a su favor, pero debe definir con mayor nitidez su estilo, su tauromaquia, para llegar a algo. No basta con traerse dos camiones de seguidores cargados de pañuelos blancos. La cuadrilla que trae es de lujo.
La sorpresa de la tarde la trajo Rafael Cerro. Recibió a su primero con los mejores lances de capa que se han visto en la feria, sobrios, efectivos, mandones, llevando al toro muy toreado, templando y rematando atrás sin darse importancia. Una golosina para quien se haya enterado. Luego, un quite de frente por detrás con el torero muy bien colocado y rematado por un farol, otra preciosidad. Con la muleta, muy mandón en el inicio de la faena, en seguida corrige el defecto del toro a vencerse y por momentos parece que está a punto de romper la maldición que nos devora, de comenzar a torear hacia adelante. Está toda la faena en el filo de la navaja, citando al hilo y por momentos queriendo traerse al toro hacia adentro, luego el toro se para y aquello ya no da más de sí. Estamos ansiosos de que salga su segundo. Su segundo es el Superdotado del que antes se habló. Con esa máquina de embestir Rafael Cerro nos pegó un tostón de padre y muy señor mío a base de descargar, de torear en línea recta, de no buscar el compromiso con el toreo bueno y de preferir la vulgaridad de dar pases al paraíso de torear. El crédito que consiguió en su primero lo hizo humo en su segundo, porque en lo que le hizo o mejor aún en lo que no le hizo a ese toro, del que se va a acordar mucho en su vida, está la diferencia que separa el fracaso del éxito.
Esperábamos como agua de mayo a Luciano Briceño, tras el tercio de varas que nos dio en su anterior comparecencia, pero hoy el ganado necesitaba más un ATS con la jeringuilla que un picador. Luciano Briceño padre, asesor artístico de la corrida de hoy, tampoco creo que apreciase gran arte en lo que hizo su hijo. Entre los de plata Miguel Martín metió el capote extraordinariamente en un gran quite y Alberto Zayas puso un soberbio par al segundo toro.
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