José Ramón Márquez
Hoy volvemos, como esas moscas que no cesan de posarse en la nutricia bosta, a la juanpedrada, para que nos vayamos tomando dos tazas de caldo o doscientas, que por ellos no sea, que nos van a tundir con el Starlux o el Bovril de la juanpedritis hasta que nos den arcadas.
Hoy tocaba la segunda de las corridas de los –ito,-ico, -illo, -uelo, en este caso el Montecillo, que eso debe siempre ir acompañado de la jaculatoria que reza ‘de Paco Medina’, como si este ignoto don Francisco Medina fuese don Argimiro Pérez Tabernero o don Salvador Guardiola, cuando sus méritos principales son el de haber comprado juampedritis y el de haber ayudado a la expansión de ese cáncer de la ganadería brava en la medida de sus posibilidades.
La corrida que se trajo para Madrid fue otra vuelta de tuerca en la dirección que apunta a lo contrario de lo que debería ser el toro de lidia. Echaron los dos de menos plaza por delante y el grandullón castaño en cuarto lugar; salieron cuatro toros de cinco hierbas, como corresponde a la moda de este año en Madrid, vaya usted a saber por qué. Lo que se dice trapío no enseñó ninguno de ellos, y de casta lo mismo, que ni les hace falta ni nadie les va a demandar eso.
Los polvos de ayer trajeron los lodos de hoy en forma de repetición de Uceda Leal. ¡Toma otras dos tazas, Sebastián! ¿No le dieron ayer una oreja? Pues éste es el efecto colateral, que al día siguiente ahí está en el cartel para sustituir a Leandro. De cinco corridas que llevamos de feria ya hemos visto a Uceda en tres de ellas, por lo que de momento ésta es la Feria de San Uceda. Estuvo como siempre en su primero, como el día del Vellosino de plomo, solo que peor vestido, que el terno pizarra del otro día sí que era elegante y se me olvidó reseñarlo. Imbuido de su aura ucediana en el primero y privado de ese extraño aura en el segundo. Estuvo igual que el día anterior, sólo que como el toro era menos corretón, eso hizo bajar enteros su labor. Mató mejor que el día anterior de dos buenas estocadas, una de ellas algo desprendida, aunque eso da lo mismo, si la ejecución ha sido pura y marcando los tiempos. Lo que más me ha gustado de Uceda en los tres días, las dos estocadas de hoy.
Iván Fandiño se vino a sustituir a Curro Díaz a costa de la hombrada que hizo el pasado dos de mayo. Hoy le salió un torillo bien feo, por cierto, que nada tenía que ver con el del otro día. A ese toro le recetó dos series de naturales de gran mando y de excelente colocación y luego enhebró una aseada faena en la que hubo momentos en los que hizo el toreo de verdad, quedándose en el sitio y ganando la posición al toro, junto a otros de menos intensidad en los que se quedaba algo descolocado. Remató la faena con unas impávidas bernardinas y mató estupendamente de una gran estocada. La faena estuvo todo el rato en el tris de irse al garete porque el toro no daba la mínima confianza de que no fuese a rajarse ni de que pudiese aguantar otra serie más, pero contra todo pronóstico, aguantó y no se rajó. Por momentos Fandiño trazó los muletazos más largos, sin ese codilleo que a veces le lleva a dejarse los toros muy descolocados en la resolución del pase y que hace preciso tener que volver a buscar la posición, y en esos momentos la faena brilló, a costa también de una muleta bastante dominadora. De su segundo lo mejor fue la estocada.
Miguel Tendero es el único superviviente del cartel inicial de esta tarde. Trajo su conocido catálogo de pases, carreras, obligados y demás parafernalia. Aburrió a las ovejas y a los sufridos y congelados aficionados les entraba la duda de si aún le quedaban una o dos corridas más en lo que resta de feria. Al final parece que sólo le queda una, que es la buena noticia para la afición, porque la buena noticia para la empresa debe ser la menguada minuta que presenta el albaceteño, porque sólo eso explica sus dos tardes.
La suerte de varas continúa día a día concitando idéntico desinterés por parte de los que la deben ejecutar. Sin embargo, como un diamante hallado en el barro queda la buena actuación de Agustín Moreno, de la cuadrilla de Tendero. En la primera vara sujetó muy bien al toro y defendió con bravura al penco del ímpetu rabioso, dolorido y bravucón del Montecillo, y en la segunda señaló arriba con gran facilidad.
Hoy se cambiaron las tornas en la cuadrilla de Uceda y mientras Manuel Molina cumplió con dignidad su cometido como rehiletero, fue a Antoñares a quien le cupo la deshonra de tomar el olivo por dos veces. Sirva en su descargo la condición resbaladiza del ruedo por la lluvia caída. Jarocho, de la cuadrilla de Fandiño, pareó también con suficiencia.
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