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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 28 de mayo de 2011

Las Ventas. La tarde de Las Ramblas. El Cid paró a cinco toros... / Por José Ramón Márquez

La corrida más larga de la feria
 
"...Y no veas el arte que traían los toros, que se caían con un arte propio de las películas mudas de Mack Sennett o de los Keystone Cops, de aquellas épocas en las que, para ser actor de cine, lo esencial era saber caerse..."

La tarde de Las Ramblas
El Cid paró a cinco toros y no anduvo con ninguno 
 
José Ramón Márquez
Hoy ha sido uno de esos días buenos en que te salen las cuentas. Mi localidad de Las Ventas cuesta 8’10 euros; cada toro me sale a 1’35. Hoy, con la de toros que han salido, he ahorrado, porque cada toro me ha salido sólo a muy poco más de 1 euro. Eso por un lado, y por otro, lo larga que ha sido la corrida, que eran las ocho y estaba saliendo de chiqueros el tercero, y así prolongamos el placer de estar en la plaza más tiempo. Me imagino que para los que ven los toros por la Tele Zaius la tarde de hoy debe de haber sido insufrible.

Hoy estaba anunciado un encierro de Las Ramblas remendado con un toro de José Vázquez. Luego, además, por diversas causas relacionadas con la blandura de patas y el desplome, fueron saliendo de chiqueros otro de José Vázquez, de Colmenar Viejo, uno de Ortigao Costa, de Elvas, y uno más de José Luis Iniesta, de Valverde de Leganés. Y aunque los toros viniesen de diversas provincias e incluso países, todos ellos estaban unidos por el arte, que no se puede aguantar, de Juan Pedro Domecq, que es la auténtica procedencia del ganado que soltaron hoy en Las Ventas. O sea que ahí nos metieron otra ración de toros artistas, que parece que no hubiese otra cosa en el campo.

Y no veas el arte que traían los toros, que se caían con un arte propio de las películas mudas de Mack Sennett o de los Keystone Cops, de aquellas épocas en las que, para ser actor de cine, lo esencial era saber caerse. Los pobres se metían unas tumbadas de no te menees, unas veces sucumbían bajo el peto, otras se deslomaban a la salida de un lance rematado por arriba y otras se caían de flojera según andaban. Un asco de bichos tirados por el suelo y un asco de animales correteando por la Plaza, que aquí lo apropiado es hablar de cabras y de ratas más que de toros de lidia bien presentados y con cuajo, lo cual ocasionó que la salida de todos los toros de la ganadería titular, salvo el sexto, fuese subrayada con las palmas de desaprobación de diversos sectores del público.

Los encargados de dar fin de esta corrida eran El Cid, El Fandi y Curro Díaz, pero al estar herido vino a Madrid, en su lugar, Arturo Saldívar. ¿Quién les engañaría para apuntarse a esto? Algunos genios de la mercadotecnia, imagino.

Ya he dicho aquí alguna vez que soy partidario de El Cid, especialmente porque es el torero que más tardes de buen toreo ha dado en Las Ventas en lo que llevamos de siglo XXI. Por ejemplo, recuerdo la faena al toro Colombiano, número 43, de Victorino Martín, último de la feria del 2008, en la que vestido de azul marino y oro demostró una vez más lo que es el toreo de verdad y de poder, dando distancia al toro, esperándolo con la muleta adelantada, todo firmeza y dominio, templando al toro para que no rozase el engaño, guiándolo hasta el final del muletazo y ganando un paso en cada pase para volver a presentar la muleta y continuar de idéntica manera hasta rematar la serie. Tandas de naturales a cada cual más intensa, rematadas con pases de pecho de pitón a rabo o con su clásico afarolado, antes de tomar la muleta con la derecha y además hacer ir al toro por el pitón imposible, el derecho, de someterlo y de hacerle que se entregase. Maestría de torero macizo contra un toro difícil. Y hoy con toros de chicha y nabo, impropios de un torero, sea quien sea, tenemos a El Cid desdibujado, sin acabar de dar ese paso hacia adelante que hace grande al toreo, sin acabar de poner el corazón entre la muleta en la mano izquierda y el estoque en la derecha, sin olvidarse del cuerpo.

A El Cid no le vale la vulgaridad que ahora impera, su toreo sólo puede ser uno, basado en el clasicismo, la entrega, el dominio, la torería. Lo que no sea eso, todo lo que se hace con la suerte descargada, con el corazón en otro sitio o pensando en el propio cuerpo no le sirve. Su decepcionante paso por Madrid nos deja el gusto de los naturales que le dio al toro Carretillo de Puerto de San Lorenzo, arrancados a despecho de él mismo y muy poco más. Muy magro y muy decepcionante resultado para tres tardes en Madrid.

De Fandila no hay apenas nada que decir. Puso unos espantosos pares de banderillas a toda velocidad, en los que unas se quedaron arriba y otras se cayeron y, pese a todo, la gente le aplaudió. De sus faenas de muleta subrayadas siempre con el clásico ‘obligado’ por alto me acuerdo menos a estas horas que de las de Tendero, del día anterior. Metió estupendamente el capote dos veces, la una para recoger a un toro que se iba suelto a toda velocidad hacia el caballo y la otra para hacerle un magnífico quite a Pablo Saugar ‘Pirri’ a la salida de un par de banderillas en el sexto toro.

Arturo Saldívar hizo unas bonitas chicuelinas rematadas con una serpentina a su primero, cuya faena de muleta inició de rodillas. Le tocó en suerte el toro Imputado, número 51, el único toro realmente bien presentado y serio de toda la corrida. El animal imponía respeto, especialmente tras desarmar el burladero del 9, y Romualdo Almodóvar se tomó todas las precauciones posibles para picarle. Tras la primera entrada al caballo, donde el toro no empujó con la saña que el picador le presumía, hizo la segunda vara con menos prevención y algo mejor.

Con este toro dio Saldívar la medida de su toreo, y la cosa no quedó muy allá. Resulta que le hizo como si dijéramos tres inicios de faena, sin que llegásemos a ver dónde quería llegar el hidrocálido, con la exasperante monotonía de rematar los muletazos por alto y enganchados. Aunque el toro imponía respeto, la verdad es que no hacía por coger. Saldívar se sitúa algo encima del toro y el animal es remiso a arrancarse, pero cuando lo hace y el torero le baja la mano y le lleva toreado, el bicho responde. El torero no se confía. Le pierde pasos, dándole más distancia y el animal responde a dos naturales que sirven para mostrar a las claras y ya sin duda alguna los errores que ha cometido el mexicano. Cuando el matador se ha enterado de las condiciones del toro, éste ya no tiene ni medio pase y hay que pensar en la estocada.

Quizás fuese el cuajo del toro o quizás sólo su cabeza lo que le atemorizó, pero el hecho es que Saldívar estuvo muy por debajo del toro. No me quiero imaginar a este chico con un toro encastado.

Hoy hubo en la Plaza un festival de Pirris: Pablo Saugar, Víctor Hugo Saugar y David Saugar, toreros de dinastía en las cuadrillas de Saldívar y de El Cid. A David le tocó hoy tomar innecesariamente el olivo, acaso para dar lugar a que sus hermanos le embromen.
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