Toros. San Isidro 2011 (III)
Por Pedro Javier Cáceres
De los “galaches” de los 60 a la cruda realidad de los últimos años.
Tras la “semana fantástica”, oportunidades “planta Ventas”. Buenos carteles pero dosificados.
Oportunidad
Para la afición de volver a ver- el martes-, por última vez, a Manzanares y por primera, tras su éxito de octubre, a Juan Mora. Se evidenciaría después que no había ningún interés por Cayetano.
Oportunidad para Castella de reforzar la “orejita” de baja intensidad de la “semana fantástica” el viernes anterior, y oportunidad para apuntalar un “cartel” que se tambalea, el de Perera y si Joselito Adame es de esa hornada de jóvenes mexicanos que están despertando ilusión por San Isidro.
Y el viernes ocasión para afirmar la cotización oscilante y convulsa, en Madrid, de El Cid, firmar un armisticio con El Fandi y efectuar una segunda “toma de muestras” al emergente Saldívar.
Rebajas
Generalizadas en cuanto a la presentación de los toros.
La de “El Cortijillo” del jueves nos transportó a los años 60 y 70 con ejemplares estrechos de sienes y cuernos recogidos. Impensable salieran, reconocidos y autorizados, desde los “choperas grandes” a los “chicos”, pasando por los “lozano”.
Pero ocurrió. Sólo que esos “galaches” por los que “mataba a daga” El Cordobés ( y a su rebufo todas las figuras del toreo de la época) eran banco de pruebas de tres toreros meritorios del escalafón actual… y de la paciencia del público.
Sí salió uno, el segundo, con el motor y la casta de los de antaño que se había hecho el manso en los dos primeros tercios.
Fue con este con el que Morenito de Aranda demostró actitud y aptitudes, más en una tarde en que no sólo tenía que reducir el vendaval de embestidas de arranque brusco si no también el huracán ventero que repartió rachas y oleadas entre la terna, pero que únicamente el de Aranda tuvo valor, aguante y cabeza para elegir terrenos y sortearlo.
La clave para salir airoso de ambas dos circunstancias : la muleta arrastrando por la arena, mando, temple para no se le remontara el toro y ligazón para llegar a los tendidos en tarde de protestas sin solución de continuidad, todo con las excelentes maneras que le son acreditadas.
Parecía haber matado al toro, pero no, o que se amorcilló, y la oreja posible mutó en ovación con saludos insuficiente para alternativa de sustitución de Curro Díaz el día “después”.
Hubo otros dos toros posibles en tal festejo. El segundo de Morenito, más remiso y aquerenciado, de embestida más irregular y suelta en el que el burgalés aportó, además de lo anterior, capacidad.
El cuarto fue ese toro manso, queriendo chiqueros, que regala triunfo sobre la base del mérito a quien tira la moneda al aire, y no era la tarde de Diego Urdiales.
Miguel Tendero tuvo lote sin sal y pimienta y el albaceteño, de alternativa precoz pero que tras su irrupción por sorpresa hace dos años sigue en formación lenta, tampoco aporta más que su decisión y voluntad.
Fue corrida, la de El Cortijillo, mal lidiada (¡vaya día de las cuadrillas!) que pudo ser mejor aprovechada. Sin que ello suponga atenuarle el calificativo de mediocre, por todo.
Saldos
Tras las “rebajas” los saldos.
Como no hay dos sin tres, muchos esperaban que tras las corridas fantasmas (anunciadas y no lidiadas) de Garacigrande y Sorando, la de Las Ramblas completaría el trípode. No se sabe bien si por compensar, o porque el destino es caprichoso, el encierro titular enmendaba las carencias “por delante” de la de Cortijillo pero apuntaba “anorexia” por detrás, de lo que abundaba la de los Hermanos Lozano.
Entre unas cosas y otras, remiendos, pañuelos verdes para tres sobreros, un surtido de hierros (el titular, Ortigao, José Vázquez e Iniesta) en el que hubo de todo con el denominador común de lo “deslucido”.
Hierros diversos, toreros dispersos.
Tanta variedad de hechuras y comportamientos, sin alguno verdaderamente encastado y con combustible despistó a los toreros (o que no habían hecho bien la siesta).
La terna tuvo momentos y pasajes aislados unos brillantes, como El Cid, otros espectaculares y alegres de alivio de funeral en banderillas (buenas o malas) con Fandi y otros esperanzadores, los de Saldívar.
Mas todo quedó en proyectos, sin cuajar ninguno el mínimo exigido.
Pero el festejo fue largo y premioso, muy pesado.
Los tres “salvan los muebles”.
El Cid sin devolver la oreja anterior, aún con la peña mosqueada. El Fandi su batalla madrileña, que no es parte estratégica de su guerra y Saldívar acreditando valores esenciales mostrados el día de la confirmación, pero equilibrados con limitaciones de recursos para que tras la euforia, él y su gente, pongan los pies en el suelo.
El ofertón.
Ocurrió el miércoles. Corrida de la Prensa con la presencia del Rey en una barrera. Sería por ello, lo del “ofertón”.
Llegó en forma de 2º toro de la bien presentada (sin sobrarle nada) corrida de Alcurrucén.
Toro bravo y noble, a más ( lo del “caballo” queda para aquellos que en el siglo XXI aplican, sin importarles el resultado final, el “ojo de halcón” no para atenuar premio a tan bravo ejemplar, si no para eximirlo de cualquier reconocimiento como la vuelta al ruedo).
Le cupo en suerte —nunca mejor dicho- a Castella. Le cortó una oreja, era toro de dos.
Todo por un trasteo en tres tiempos muy definidos y poco equilibrados en su mesura o desmesura.
Un inicio, largo y explosivo, un tramo valle, con la izquierda muy laborioso que obligó a una remontada, innecesaria si antes hubiera habido más acople, que hizo de la faena una obra larga, compuesta, pero no maciza.
Sin ser el mismo ejemplar, el 5º tuvo base en los adentros para dar premio. Pero ocurrió igual, faena de más a menos y larga.
Castella, no obstante, salda feria de triunfador con dos orejas. Una anterior del “ofertón” de la “semana fantástica” (oreja bajo mínimos) y esta. Al “tran-tran”.
No así Perera. Con un lote deslucido, por parado, acredita su valor pero también su obsesión por la distancia única: la corta.
Proyecta, posiblemente no sea cierto (pero es la impresión que da), falta de frescura, sin síntomas de ansiedad pero como buscando una identidad ¿la de 2008? perdida.
Dos toros más de la corrida de Alcurrucén “sirvieron”. Los de Joselito Adame, con diferentes registros, complementarios. Más lucido el primero en el que el mexicano (confirmante) dejó credencial de valor suficiente y maneras. Pudo cortar oreja de no ser por ligera travesía de la espada. En el sexto, mansote, pero encastado, gustándole los adentros, el joven azteca sacó toda una gama de recursos para justificarse y dejar un gratísimo sabor de boca.
Debe pulir su vestuario, su porte; limar asperezas de sus maneras y gustarse más.
La venganza de “los mendas”
Era el martes y se vendía como el suceso de la semana.
“Días de expectación…”
La feria iba razonablemente bien. Demasiado. Se presumía un frenazo a la inercia por parte de aquellos que pretenden un protagonismo sin ser toro (al menos de cabeza para bajo) ni, menos, torero.
La torpeza del “establishmen” les dio la munición de la que carecían: rechazada la segunda “corrida fantasma” (anunciada de Román Sorando) se echó ( el verbo nunca fue más apropiado) una “gayumbada” mansa, sin fondo, ni casta, ni “ná de ná” de El Torreón.
La bronca no se hizo esperar con el disimulo preconcebido, “piel de cordero en alma de lobo”, de sacar a saludar a Juan Mora, roto el paseíllo, por su éxito de la Feria de Otoño.
Enseguida se les vio el plumero y su “memoria, más que histórica, selectiva y sectaria”.
Mora invitó, tras minuto de protagonismo único, a compartir parabienes con sus compañeros. Lo hizo Manzanares, que llegaba con una PG y tres orejas como uno de los dos toreros más importantes de la feria y el que más orejas (tres) llevaba cortadas; bien. Pues le pitaron. ¡Y no había empezado la corrida!
Más. Juan Mora cumplió con el peligroso primero. Y defendió con excelencia, torería, sabor y medida lo poquito que tenía el cuarto. Se le ovacionó fuertemente, intentó devolver la cortesía intentado salir al tercio, y los que le hicieron saludar al comienzo lo frenaron en la tronera. Madrid ¡ole tus cojones!
A Manzanares le toco el sobrero de Carmen Segovia y tiró de profesionalidad para sacar agua de pozo seco. Pero la venganza era consigna. Y defendió un quinto que había sembrado desconfianza y desconcierto en una cuadrilla fura de toda duda que hubo de invocar a la épica para reivindicarse. Lo hizo con valor sereno, elegancia y una técnica, de poca ortodoxia para la disidencia de “piñón fijo”, eficaz para justificar su condición de primera figura. Se le intentó maltratar.
Manzanares lo tiene todo. De hecho es una figura del toreo. Pero le faltaba, para erigirse en gran figura, que “la peña” le odiara desde anunciarse, antes de hacer el paseíllo y durante su labor en la cara del toro.
Lo ha conseguido, no es difícil con esta “grey”.
¡Enhorabuena torero!
Cayetano es Cayetano. La limitación embutida en traje de luces. Pero por sus venas corren sangres “ordoñistas”, “dominguistas” y “paquirristas” que de vez en cuando hacen su llamada a “filas”. Tal que en el sexto, moruchón y peligroso pregonao.
Quiso e intentó que le pegara la voltereta, y tampoco le dejaron que probara. ¡Vivir para ver! Madrid, “la cátedra”.
Corrida, con sobrero, despachada en dos horas y de seis estocadas.
El dato no se valoró, ni parcial ni totalmente.
Era el día D (2,3, o 4), parodiando la obra de Muñoz Seca, de “la venganza los mendas”.
Y se les puso en bandeja. Todo hay que decirlo, señores toreros y apoderados.
Por delante y por detrás
El domingo la de Partido de Resina, fue una ruina. Punto.
Bien Serafín Marín, vuelta al ruedo por disposición, sitio y postura.
Coraje y arrojo, en “año México”, de Ignacio Garibay, al punto de ser cogido de gravedad.
Inédito, imposible ni jugarse la vida, Sergio Aguilar.
Abrió semana una novillada de Montealto que no dio facilidades ni cumplió expectativas basadas en hechos pasados.
Otro mexicano dejó las mejores impresiones: Sergio Flores.
Thomas Duffau vislumbró condiciones de matador de toros serio y con futuro.
Más dudas, aun sin servir su lote, planteó López Simón.
Tampoco sirvió la corrida de rejones de Luis Terrón, salvo para Leonardo Hernández, tres orejas, que le vale todo. Moura Caetano vio como su primera caía herida y como se sacrificaba a su caballo “Passapé”; sin más comentario. Y sí dejó claro que si Martínez es insolvente en el “palco” los días de a pie, no tiene porqué dejar de serlo en las de rejones, con más razón. Le quitó una oreja en cada toro, reglamentarias por petición, a Sergio Galán que estuvo tan bien como lo vio el público y no tan insuficiente como el “iletrado” Martínez, que en cambio, sí tiene hechuras de funcionario de prisiones o de contable de gasolinera, ¡vaya usted a saber!
San Isidro, tanto que parecía y tan poco que queda.
Samuel, Peñajara, Palha y Cuadri.
El “impuesto revolucionario” del “torismo”. Es la linde que coge el tonto y que cuando termina (la linde) sigue (el tonto).
Próxima entrega. “Los 4 días de ¿toros?”
Una profecía: Grandes ovaciones de salida a los toros, grandes pitadas en el arrastre o silencio cómplice. Y la culpa de todo la tendrán los toreros. ¡Al tiempo!
Madrid ¡la cátedra!
No hay comentarios:
Publicar un comentario