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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 1 de noviembre de 2014

Matar al mensajero / por Juan Manuel Rodríguez



"...Cual Joker futbolístico, surfeando en la ola facilona de la inquina que muchos aficionados suelen sentir por el periodismo deportivo en general, teatralizó su indignación rompiendo delante de todo el mundo la portada del diario madrileño..."

Matar al mensajero 


En mi profesión, supongo que como en todas, hay de todo como en botica: gente honrada, piratas del Caribe, poetastros que se creen Capote redivivo y periodistas con mayúsculas. Pues bien: Enrique Ortego está indiscutiblemente encuadrado en el último grupo. A Joaquín Caparrós le avalan sus resultados, que no su buen fútbol, y a Enrique su seriedad y profesionalidad: una X en la quiniela. Pero nadie podrá decir que haya pillado jamás a Ortego en un renuncio mientras que yo casi debuté en Cope con una bronca, que ya he contado varias veces aquí, con quien por aquel entonces dirigía al Sevilla. Caparrós tuvo la desfachatez de negarme a la cara y en vivo y en directo que él hubiera dicho que el Atlético de Madrid subiría a Primera por decreto mientras que el Sevilla continuaría en Segunda, y únicamente el sonido de la grabación de sus propias declaraciones, que por supuesto le puse, le hizo rectificar con la boca pequeña y pedir perdón... para el cuello de su camisa. En antena se oyó un "ido erdón". "Idió erdón"... y colgó.

Joaquín Caparrós, que de tonto no tiene ni un pelo, se topó el otro día con sus desafortunadas pero ciertas declaraciones en la portada del diario Marca: "Sólo pido que no nos pasen por encima". Se dio cuenta de que aquellas palabras le dejaban en clarísimo fuera de juego ante la afición del Granada y, lo que era mucho peor, podían desacreditarle a ojos de sus jugadores. Y, en vez de pedir perdón por el error y probablemente consciente de que Ortego nunca graba, optó por el camino más fácil y demagógico y, después de ridiculizarle, mató al mensajero en tres tiempos. Cual Joker futbolístico, surfeando en la ola facilona de la inquina que muchos aficionados suelen sentir por el periodismo deportivo en general, teatralizó su indignación rompiendo delante de todo el mundo la portada del diario madrileño. Únicamente le faltó levantar el puño y gritarle al cielo aquello de "... ¡a Dios pongo por testigo que jamás volveré a pasar hambre!"...

Caparrós rompió la portada del diario Marca y ni uno solo de los periodistas que estaban en la sala de prensa, ni uno, se levantó y, en solidaridad con Ortego, se fue de allí. Ni es la primera vez ni será por supuesto la última que un entrenador o un futbolista humillan a un profesional de la información. La solidaridad en mi profesión brilla absolutamente por su ausencia y el corporativismo es más una pose que otra cosa. José Mourinho sí que logró unir a casi todo el periodismo contra él, y eso fue porque el portugués se empeñó una y otra vez en poner negro sobre blanco las pequeñas debilidades y las grandes contradicciones de una profesión que, pese a todo, es maravillosa. Si Mou hubiera roto la portada de un periódico habrían pedido para él la cadena perpetua sin revisión. Pero Joaquín Caparrós cuenta a su favor con un factor esencial y determinante: es muy campechano.


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