Miguel Ángel Delgado
"...Usted, señor Lorca, ocupa ahora la silla gestatoria del crítico más brillante de entre los más antitaurinos que haya dado la historia, el difunto don Joaquín Vidal. Claro que, el señor Vidal era un maestro de la burla y usted un mero imitador..."
Crónica de una corrida aburrida, mejor será seguir hablando de lo de antier
J.A. del Moral · 15/05/2016
Madrid. Sábado 14 de mayo de 2016. Novena de feria. Tarde medio nublada, agradable, muy calmada y en sin viento con dos tercios de entrada.
Cuatro toros de Flor de Jara y dos (quinto y sexto) de San Martín (procedencias de Santa Coloma), desigualmente presentados, terciados los cuatro primero y con más cuajo y trapío los dos últimos. Dieron pobre juego por su falta de fuerza y de casta. Los más aprovechables fueron el tercero y el sexto.
Fernando Robleño (añil y oro): Metisaca en los bajos, silencio. Pinchazo, estocada tendida y descabello, silencio.
Miguel Ángel Delgado (malva y oro): Buena estocada, saludos. Estocada y dos descabellos, silencio.
Diego Silveti (grana y oro): Estocada trasera tendida y dos descabellos, silencio. Estocada, silencio.
Acerca de la resaca que todavía dura tras lo sucedido antier, creo necesario referirme a las reacciones de parte de la prensa sobre lo sucedido. Y es que los hay que no tienen remedio porque, lejos de parecer buenos aficionados parecen furibundos antitaurinos.
Últimamente, hay un líder de todos ellos, don Antonio Lorca, que ocupa o más bien decir usurpa la tribuna de El País, nada más y nada menos, que ha escrito cosas absolutamente intolerables sobre la corrida de antier, sobre lo que nos engañaron y, muy especialmente, sobre el, según él, inmerecido gran triunfo de Andrés Roca Rey, además de sobre lo imbéciles que somos la inmensa mayoría de los que asistimos.
Como la plaza estaba llena hasta los topes, calculo por lo bajo que los tontos o bobos de remate que tan bien lo pasamos en Las Ventas, sumaríamos unos 22.700, mientras que los únicos buenos y listísimos aficionados que asistieron mortificados por el “atraco”, incluyendo al señor Lorca, no llegaron ni a los 300. Y ello sin contar los millones que debieron ver la corrida por televisión desde todos los confines del mundo. Un sinfín de gilipollas capaces de disfrutar con una engañifa. Oiga, pues que listísimo es usted, señor Lorca. Por cierto, viejo conocido de un servidor porque le tuve a mis órdenes en la revista “Toros 92”.
En qué hora se me ocurriría nombrarle nada menos que redactor jfe. O sea, que sé perfectamente la clase de sujeto que es el ínclito, tanto a nivel personal como profesional: un incompetente aficionado y un vago de siete leguas. ¿O no, señor Lorca?
De modo que antier, nos engañaron como a chinos. De modo que, Andrés Roca Rey es un invento, un espejismo, un atrevido muchachito peruano que no sabe ni sabrá nunca cómo se debe lidiar, como se debe torear, ni cuáles deben ser las actitudes y las aptitudes para poder ejercer la dificilísima profesión. Sus dos toros de antier no fueros buenos, fuero muy difíciles e estuvo muy por encima de las malas condiciones de ambos y, muy especialmente, del último de la tarde, el de su gran e indiscutible gran triunfo.
Bueno pues, con su pan se lo coma, señor Lorca. Qué amargura más grande debió sentir usted mientras los 23.700 gozábamos entusiasmados con el fraude, con el atraco a mano armada, con lo que usted califica de burla manifiesta. Claro que, si en vez de los que actuaron antier, hubieran sido los toreros de su especial predilección sevillanista, como lo tales Romeros, Paulas y hasta los que a usted de encantan tanto de pitiminí con esa misma corrida que usted pensó se trataba de una becerrada inofensiva, se habría rasgado usted la camisa literaria cual gitano en pleno éxtasis.
Usted, señor Lorca, ocupa ahora la silla gestatoria del crítico más brillante de entre los más antitaurinos que haya dado la historia, el difunto don Joaquín Vidal. Claro que, el señor Vidal era un maestro de la burla y usted un mero imitador. Un botarate de la pluma burlesca. Muy contentos deben estar los reventadores del tendido 7 y adláteres que, estoy seguro, se masturbarán leyéndole, señor Lorca.
Bueno, pues sigamos con lo que debe ocuparnos, que no es otra cosa que escribir sobre lo acontecido en la novena corrida de esta larguísima feria isidril. De esta tarde, ciertamente aburrida, cabe comentar por delante que las reses lidiadas tanto de la ganadería anunciada, Flor de Jara, que es lo que José Luis Buendía abandonó, como las de los dos toros sustitutos, que hace pocos años crió el ganadero mexicano, José Chafick que en gloria se halle, son productos varios del famosísimo encaste Santa Coloma.
Sentí mucha pena al ver las condiciones que los toros de ayer presentaron al comprobar que fueron las opuestas a las que tanto prestigio dieron a las vacadas originales. Nada de la casta que les sobraba a los antiguos, apenas fuerza para salir del paso, nula agresividad, mortecinas embestidas, fuerzas menos que las justas… en fin, un petardo ganadero digno de olvidar.
Apurando mucho las cosas positivas, hubo dos, los del lote que le correspondió al joven diestro azteca, Diego Silveti, que se salvaron algo de la quema que merecieron. Los demás, insalvables. Y con semejante material, ¿qué hicieron los tres actuantes?
El madrileño Fernando Robleño, acostumbrado como está a matar toros de las ganaderías más duras, debió quedar patidifuso ante sus dos enemigos. Robleño debió pensar mientras se vestía de luces que por fin iba a poder torear lo que tanto ansiaba. Vana ilusión. Hizo lo que buena o malamente pudo. Y desde luego que no lo que es su especialidad, regatear habilidoso embestidas geniudas, violentas y peligrosas. Sus dos oponentes de ayer fueron una mierda.
Del cuasi desaparecido de la escena taurina, Miguel Ángel Delgado, decir que se le adivinaron sus muy buenos modales aunque, muy claro vimos que, ante esta clase de animales mortecinos, tardos, lentos, cuasi parados, si no se le gana siempre un paso al toro tras cada pase y se permanece en el sitio en el que dio el primer pase de cada tanda – vana ilusión mía decir tanda – el animalito no repite porque, sin tan obligada provocación, es imposible que repita.
¿Y del ilustre dinástico azteca, Silveti? Pues que fue quien mejores modos de torear exhibió solo que, con el mismo defecto que acabo de señalar a Delgado. Tuvo, como he dicho, el lote más aprovechable. Y hasta debió cortar una oreja de cada uno de sus toros. Pero no lo consiguió por lo que acabo de decir. Hay que ganar pasos tras recetar cada pase con esta clase de ganado inferior en cuanto a casta y brío se refiere. No hacerlo, solamente provoca aburrimiento, desidia, ganas de abandonar la localidad que se ocupa, charlar con los vecinos sobre lo divino y sobre lo humano y regañar a los que sirven bebidas en los tendidos porque, no hay manera de evitar que crucen por delante y por detrás mientras se está lidiando.
La mayoría de los que ahora van a los toros lo aguantan, lo soportan pacientes. No deberían tolerarlo. Los acomodadores, ni caso. Ello sin decir lo que voy a contar ahora.
Cuando la corrida es de las de lleno total, en las delanteras bajas y altas de los tendidos, no hay manera de poder ver con normalidad cuanto sucede en el ruedo durante la lidia del primer toro. Actualmente, en Las Ventas, abundan espectadores de aluvión que llegan muy tarde a la plaza y en los vomitorios se producen atascos que duran demasiado tiempo. El Reglamento no permite molestar a los que ya están sentados una vez comenzada la lidia. Y esto se está incumpliendo en Las Ventas sistemáticamente porque, en vez de una plaza de toros y ya he dicho esto varias veces, la llamada primera plaza del mudo parece haberse convertido en el bar más grande de Europa.
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