La emoción corría por los tendidos como el fuego, pues en cada pase no se sabía si el toro pasaría o decidiría soltar la cara, a la altura de las femorales y llevárselas por delante. Naturalmente tan buen y verdadero toreo, ante tan encastado y exigente toro, puso de acuerdo a todos, sin duda alguna. ¡Cuánta verdad! ¡Qué emoción! Con toros así, y con toreros como Manuel la tauromaquia no se acabará nunca, por muchos antitaurinos que haya en el mundo. ¡Aquello fue antológico! Escribano hizo llorar a su apoderado en las Ventas
Rafael Comino Delgado
Tras más de 20 meses sin novilladas ni corridas de toros en las Ventas, el pasado día 26 de junio, por fin se abrió la primera plaza del mundo con un atractivo cartel: Toros de Victorino para Manuel Escribano, Sergio Serrano y Saul Jiménez Fortes. Como era de esperar se cubrió el aforo permitido, que a nuestro entender fue demasiado corto; solo 6700 personas. ¿Por qué?
Los toros salieron como suelen salir los victorinos; algunos sin un pase, otros permitieron estar firmes a los toreros, el quinto con gran calidad y el cuarto muy encastado, muy exigente, que ponía a prueba al mejor torero, por lo que trasmitía gran emoción a los tendidos.
Pues bien, ese cuarto le tocó en suerte a Manuel Escribano, un gran torero, experto en victorinos y en todo tipo de encastes, que se prepara como el que más; realmente se prepara, físicamente, como un atleta de élite, además de hacer muchísimo campo, y que atraviesa un momento excepcional. Manuel estuvo sencillamente perfecto toda la tarde, de principio a fin. No se le puede poner, a su labor, ni un mínimo pero. Su primero no tenía un solo pase, no quería pasar y sí quería coger al torero. Lo lidió como merecía, y mató de una gran estocada. Recibió una gran ovación en el tercio.
Frente al cuarto, que tenía algo más, volvió a estar sensacional con capote, banderillas, muleta y espada. A fuerza de exponerle, de ponerse, muy firme, en el sitio, de darle la distancia exigida, de mucha verdad, logró sacarle unos cuantos muletazos con la derecha, sencillamente magistrales, que resonaron en los tendidos con rotundos olés, y por el izquierdo logro otros tantos naturales de la más bella ortodoxia, profundos, templados, lentos, sacando la muleta por debajo de la pala del pitón, detrás de la cadera. La emoción corría por los tendidos como el fuego, pues en cada pase no se sabía si el toro pasaría o decidiría soltar la cara, a la altura de las femorales y llevárselas por delante. Naturalmente tan buen y verdadero toreo, ante tan encastado y exigente toro, puso de acuerdo a todos, sin duda alguna. ¡Cuánta verdad! ¡Qué emoción! Con toros así, y con toreros como Manuel la tauromaquia no se acabará nunca, por muchos antitaurinos que haya en el mundo. ¡Aquello fue antológico! Tras unos doblones a dos manos le endilgó otra gran estocada, de la que no tardó en rodar. Se pidió la oreja con justicia y con fuerza, e incluso se pidió, con menos intensidad, la segunda. Aquello fue un triunfo a ley, cabal, sin trampa ni cartón, al que nadie en su sano juicio le pude poner la más mínima pega. Las emociones llenaban el ambiente y las palmas echaban humo, como se suele decir.
Como sería la emoción que cuando David Casas entrevistó, tras la faena, al apoderado de Manuel, el maestro José Luís Moreno, este estaba completamente roto, no podía aguantar tanta emoción y rompió a llorar como un niño, al tiempo que hacía una valoración justa, medida de la actuación de su poderdante. Vino a decir que Manuel había estado toda la tarde cumbre, perfecto, con gran disposición y entrega, como realmente así había sido. Destacó la importancia de la faena al cuarto toro, y dejó algunas frases que demuestran la armonía y compenetración que hay entre torero y apoderado, tales como: “Yo soy su apoderado, pero antes soy su amigo y su admirador”. “Yo hago, como apoderado, lo que me hubiese gustado que hubieran hecho conmigo mis apoderados”.
En resumidas cuentas, que Manuel Escribano echó, el pasado 26, una tarde completa, redonda, perfecta en Madrid. Demostró el enorme torero que es. Los empresarios harán lo que crean conveniente, pero con Escribano hay que contar en cualquier feria.
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