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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

viernes, 15 de agosto de 2025

Competencia e incumbencia / por Paco Delgado

'..Hace ya tiempo que se echa en falta esa rivalidad y esa competencia entre dos, o más, gallos en un corral que desde unos años acá dominan Morante Roca Rey, dos número uno que también se miraron a los ojos tras un quite del segundo que no moló al primero. Ojalá esto sirva para azuzar al personal y reavivar el cotarro..'

VIENTO DE LEVANTE
Competencia e incumbencia

Por Paco Delgado
Saltaron chispas el otro día en la Plaza Real de El Puerto. Morante y Roca Rey se las tuvieron tiesas por un quítame allá ese quite, y la pasión se desató entre los partidarios de uno y otro diestro. Algo que siempre ha sido muy positivo y beneficioso para la fiesta, que necesita de estas rivalidades para crecer.

Como en cualquier actividad humana, la competencia es necesaria para la evolución y esencial para que la civilización progresara ¿Qué habría sido de la raza humana si el hombre primitivo no hubiese apostado por la supervivencia de los biológicamente más aptos? pues probablemente seguiríamos desplazándonos a cuatro patas y subidos a un cocotero en África.

Desde luego no es ajena a esta pugna la tauromaquia, que evolucionó gracias a que el pueblo no se conformó con actuar como mero servidor o espectador de los alardes de nobles, soldados y aristócratas y quiso ser también protagonista de la lucha contra un toro. Y a partir de ahí la historia ofrece multitud de ejemplos de rivalidades entre toreros que han contribuido al crecimiento y magnitud de un hecho que hoy sigue levantando pasiones, mueve a millones de espectadores en todo el mundo y genera cientos de miles de puestos de trabajo y un dineral, mantiene sobre la faz de la tierra a un ejemplar único en la naturaleza, el toro, y da soporte a un ecosistema así mismo inviable sin este animal, la dehesa.

Costillares, Pepe-Illo y Pedro Romero, con los que el toreo a pie tomó carta de naturaleza, mantuvieron una rivalidad a tres bandas que acabó cuando Barbudo mató a José Delgado. Curro Guillén y Jerónimo José Cándido, Juan León y El Sombrerero, Cúchares y El Chiclanero, El Tato y El Gordito son otros buenos ejemplos de rivalidad productiva, pero sería con Lagartijo y Frascuelo cuando la pasión por los toros volvió a polarizar la atención de todo el país.

Y, por no hacer muy larga esta relación, la pareja Gallito-Belmonte acabó transformando el toreo para siempre a partir de, con sus enfrentamientos en los ruedos, lograr cambiar el toro que hasta entonces se lidiaba, con lo que el toreo dio un salto cualitativo decisivo.

Pepe Luis Vázquez fue el único competidor de Manolete, aunque ya al día siguiente de la tragedia de Linares Luis Miguel Dominguín, que luego tendría sus más y sus menos con su cuñado Antonio Ordóñez, aseguraba que fue su sombra amenazadora la que llevó al Monstruo a correr más riesgos de los necesarios ante Islero.

El Cordobés pudo con todos sus coetáneos, lo que no impidió que una tarde en Aranjuez se liase a puñetazos con Camino -algo que años más tarde repetirían en Valencia Manzanares y El Soro-, demostrando que ese afán por querer superar al contrario es inherente al espectáculo.

Hace ya tiempo que se echa en falta esa rivalidad y esa competencia entre dos, o más, gallos en un corral que desde unos años acá dominan Morante y Roca Rey, dos número uno que también se miraron a los ojos tras un quite del segundo que no moló al primero. Ojalá esto sirva para azuzar al personal y reavivar el cotarro. Sería muy mala noticia que esta pendencia fuese abortada en los despachos para no molestar a las figuras y allanar su camino. Sería como si el Real Madrid y el Barça decidieran, para evitarse sofocos, no enfrentarse entre sí en la liga y contar sus puntos sólo contra rivales de menor entidad. O como si el pobre Vingegaard no quisiese correr en pruebas en las que también lo hiciese Pogacar. No tendría sentido ni lógica. Ni siquiera ética, concepto ahora muy de capa caída y que cada cual explica según sus intereses. Es palmario que el máximo esplendor de la Fiesta de los toros coincide con aquellas épocas en las que la competencia entre dos diestros acaparó la atención de los públicos.

Recordemos que la competencia es el motor de todo y si se elimina, nada se mueve y llega de nuevo el caos. Es, por tanto, algo también de nuestra incumbencia. No dejemos que se pierda.

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