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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 20 de agosto de 2025

Damián Castaño, acero y alma en Bilbao: dos toros, dos batallas, una victoria / por Aitor Vian



Damián Castaño, acero y alma en Bilbao: dos toros, dos batallas, una victoria. 

En el cartel se anuncian Damián Castaño, Juan Leal y Jesús Enrique Colombo

Aitor Vian
Burladero/martes, 19 de agosto de 2025 
Saltó “Yegüizo” al ruedo con la seriedad de los toros que no se esconden. Damián Castaño lo recibió con verónicas de soltura y trazo firme, como quien conoce el idioma del toro bravo. En varas, Javier Martín dejó tres puyazos medidos y hondos, y el de Dolores Aguirre se empleó con bravura, arrancando aplausos sinceros de Bilbao, que sabe cuándo hay verdad.

Juan Leal, en el quite, bordó tafalleras de gran mérito, como quien quiere dejar su firma en el aire. Castaño brindó a Manolo Sánchez y se fue al toro con la muleta como estandarte. El inicio fue de alto voltaje: por alto y por abajo, imponiendo su verdad desde el temple, como quien no duda ni un segundo de lo que lleva dentro. 


Ya en los medios, la faena se convirtió en un pulso de poder y cadencia. “Yegüizo” embistió con bravura por los cuatro costados, y Castaño lo condujo con certeza, dejando derechazos de autenticidad máxima, como si cada pase fuera una confesión. Bilbao jaleó al torero que sometió al toro sin quebrarlo, respetando su picante y su poder. La estocada fue rotunda, como el punto final de una obra bien medida. Oreja para el torero, vuelta al ruedo para el bravo “Yegüizo”, y una ovación que sonó a reconocimiento de lo que el toreo puede ser cuando toro y torero se encuentran en la verdad.


El segundo de la tarde, imponente de cara y trapío, cruzó el ruedo de Vista Alegre con la seriedad de los toros que imponen respeto. No permitió lucimiento de capa, como si desde el primer instante marcara su distancia con el arte. En varas, Ney Zambrano dejó dos puyazos medidos, pero el toro no terminó de emplearse, sobre todo en el segundo encuentro, donde la bravura se quedó en el intento. Juan Leal, sin esperar concesiones, trenzó la faena en el tercio, cerca de las tablas del tendido 1 y 2, como quien desafía al toro y al destino. Lo mejor brotó en redondo: cuatro derechazos de mucho poder, frente a un ejemplar de Dolores Aguirre que no regaló nada. Se lo pasó por la espalda, se cruzó en las distancias cortas, y trató de meterlo en la canasta con valor seco, ante un toro que manseó y se negó a entregarse.

Pero si la faena tuvo momentos de pulso y riesgo, la espada trajo el desastre. Una estocada muy delantera, dos pinchazos, y luego el esperpento: más de diez intentos con el descabello, clavando sin soltar, como en una batidora de picadores. El toro cayó, y con él la paciencia de Bilbao. Pitos rotundos, bronca sonora. Pitos tras dos avisos para Juan Leal, que se fue entre sombras.


El tercero de Dolores Aguirre impuso desde el primer instante. Torazo de seria expresión, de los que hacen temblar el albero con sólo pisarlo. Colombo lo recibió con verónicas de respeto y firmeza, dignas de la bravura que traía el animal en la mirada. En varas, los puyazos de Gustavo Martos cayeron en mal sitio, y Bilbao, que no perdona la falta de precisión, protestó con justicia. Pero lo inesperado vino después: Colombo, recién salido de una fractura de brazo, sorprendió a todos al tomar los palos. Nadie pensaba que siquiera pisaría Vista Alegre, y sin embargo, puso un par de poder a poder y dos al violín con el brazo sano, como quien desafía al dolor y a la lógica con orgullo torero.

Con la muleta, apenas dos tandas pudo dejar. El toro, que había prometido guerra, evidenció una cojera que obligó a abreviar. Colombo, con dignidad, cerró con una estocada baja que hizo caer al astado de forma digna y fulminante. Silencio en los tendidos, como quien reconoce el gesto más allá del resultado.

El cuarto de Dolores Aguirre, un tren armado de pitones y belleza torera, fue aplaudido por Bilbao desde su salida. Damián Castaño lo recibió dándole los adentros, como quien no rehúye el riesgo, sino que lo abraza con la montera calada y el corazón dispuesto. En varas, José Adrián Majada dejó tres puyazos, alguno protestado por su severidad, como si el toro necesitara menos castigo y más respeto. Pero Castaño, como quien se enfrenta a una batalla de las que marcan, tomó la muleta y comenzó a trenzar derechazos de poder máximo y categoría suprema. Todo tuvo verdad, largura, y ese pulso que sólo los toreros curtidos saben imponer.

Los naturales fueron verdad absoluta: dos tandas sinceras, sin adorno ni artificio, como quien torea con el alma desnuda. Fue a por la espada con la misma determinación, dejando dos pinchazos, el segundo profundo, y en ese instante, el cuerpo dijo basta: fractura evidente de muñeca, dolor que no impidió la ovación. Se marchó a la enfermería entre las palmas del respetable, como se van los héroes: heridos, sí, pero envueltos en gloria.

El quinto de la tarde, otro tío de Dolores Aguirre, salió áspero, con la mirada torva y el alma cerrada. Juan Leal lo esperó a porta gayola, como quien quiere redimirse en el filo del miedo por su actuación en el toro anterior. El recibo fue boyante: una porta gayola meritoria, seguida de delantales y una bella tafallera que arrancaron murmullos de respeto. En varas, Daniel López Candel y Ney Zambrano dejaron un puyazo cada uno, marcando el compás de una lidia que pronto se tornaría cuesta arriba. Con la muleta, Leal comenzó por estatuarios por alto, de mucho valor, pero el toro no desplegó nobleza ni entrega. No hubo materia prima, sólo aspereza y resistencia.

Leal se expuso, trató de robarle embestidas a golpe de mando, pero los enganchones deslucieron la faena, como si el toro se negara a ser parte del arte. Y con los aceros, volvió el desastre: dos pinchazos y siete golpes de descabello, ninguno certero. El toro cayó por sí solo, como si la escena se cerrara sin querer hacerlo. Pitos para Juan Leal, que no encontró la luz en una tarde que le fue esquiva desde el principio. No fue su día, y se fue al callejón entre la bronca.

El sexto de Dolores Aguirre, excelentemente presentado, fue un toro de estampa seria pero alma ausente. Colombo no pudo lucirse de capa, como si el animal ya viniera con la puerta cerrada. En varas, Israel de Pedro fue el varilarguero más abroncado de la tarde: los puyazos no estuvieron a la altura del toro ni del ruedo. Pero el venezolano, fiel a su carácter, tomó los palos y encendió Bilbao. Dos pares de poder a poder y un violín con el brazo sano —tras una reciente fractura— hicieron que Vista Alegre se pusiera en pie, reconociendo el gesto y el valor.

La faena comenzó por abajo, con bellos doblones de gusto y cadencia. Pero pronto el toro mostró su escaso celo, su mansedumbre, su firme intención de buscar tablas. Colombo, en un ejercicio de torería y estudio, trató de encontrarle las teclas, de abrirle caminos donde no había ni senderos. Entonces, desde el tendido, un grito rompió el aire: “¡Qué desperdicio, Colombo!”. Y el torero, lejos de achicarse, se lo llevó cerca de la localidad de donde vino el reproche, y allí mostró lo que había: un toro que huía, que no quiso pelea. Bilbao, sabio y justo, respondió con aplausos al torero que hizo todo con el peor lote de la tarde. La estocada, algo contraria, fue seguida de un certero golpe de verduguillo. Ovación para Colombo, que cerró la tarde con la frente alta y el alma.

FICHA:

Bilbao (Vizcaya) .- Segunda de las Corridas Generales 2025. Corrida de toros de Dolores Aguirre para Damián Castaño, Juan Leal y Jesús Enrique Colombo. Un tercio.

Damián Castaño, Oreja y Ovación;

Juan Leal, Pitos tras dos avisos y Pitos;

Jesús Enrique Colombo, Silencio y Ovación;

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