'..De puertas hacia adentro el problema de los separatismos se agrava. La Constitución de 1978 alberga en su ADN la legitimación del independentismo, pues introduce el término «nacionalidades» en su artículo segundo, una verdadera oda a la ambigüedad..'
Nosotros
Javier Torres*
En menos de un siglo los españoles han pasado de vivir en el pueblo y formar una familia numerosa a hacerlo en la ciudad y trabajar para una multinacional, gran empresa o el Estado. En 1975 la natalidad en España era de casi tres hijos por mujer y hoy se ha desplomado a 1,12. Aquel país rural se convierte en uno industrializado y el PIB sube de manera exponencial. La clase media, inexistente hasta los prósperos años 60 y 70, es la base de la transformación y crecimiento español.
La llegada de la democracia supone, entre otras cosas, el asalto al Estado. En 1975 hay 700.000 funcionarios, es decir, uno por cada 51 personas y hoy tres millones, o sea, uno por cada 15. La población reclusa también crece. Entonces hay 8.000 (un preso por cada 4.375 españoles) mientras que actualmente son 60.000 (uno por cada 833). El mapa sociológico español cambia de forma radical también por la llegada de inmigrantes. La población autóctona es de 35 millones en los años setenta y hoy de 50 porque en todo este tiempo entran más de 10 millones de foráneos. En Cataluña, por ejemplo, ya nacen más bebés de extranjeros que de españoles.
El desarrollismo, aún estigmatizado en tanto que es producto franquista, es el período de mayor crecimiento de nuestra historia. España se convierte en la octava potencia industrial del mundo y sólo Japón crece más en esas décadas. A partir de ahí España protagoniza una profunda transformación en todos los órdenes. Aumenta el número de universitarios y desciende, en proporción, el de ocupados en el sector primario o trabajadores manuales, oficios que ahora ejercen en gran parte inmigrantes.
En el plano político España ingresa en la OTAN y en la UE. Desde entonces somos un país aún más dependiente de EEUU, pero con los años el gigante yanqui elige a Marruecos como principal aliado en la región. Este mismo verano Washington ha expulsado a España de una ruta marítima estratégica de la que se beneficiaba el puerto de Algeciras que conectaba las costas de Estados Unidos con puertos clave en Asia. A partir de ahora esos buques atracarán en Marruecos. La pertenencia a la OTAN no garantiza, por cierto, la protección de Ceuta y Melilla en caso de ser invadidas por un país, pongamos Marruecos, que golpea a España en 1975 en el Sáhara y en 2002 en el Perejil, recoge nueces tras el 11-M y utiliza la inmigración como arma de presión permanente.
Por su parte, la entrada en la UE se traduce en una prolongada cesión de soberanía que va acompañada de una acuciante desindustrialización. A cambio España recibe cuantiosos fondos que destina a potenciar el turismo con la mejora de infraestructuras como carreteras, trenes y aeropuertos. Aunque no ha dejado de ser un país con industria propia, España ha mermado su capacidad industrial y ha experimentado una transformación hacia una economía de servicios. Hoy el turismo representa el 13% del PIB nacional y la industria apenas el 16% cuando en 1975 era el 30%.
Desde hace cuatro décadas el PP y el PSOE se alternan en el poder, lo cual no significa que haya grandes diferencias en sus políticas. España acomete el desmantelamiento de las grandes empresas públicas como Telefónica o la privatización de Endesa, en la que participan tanto socialistas como populares. Sectores clave como el de las telecomunicaciones y el energético tienen incluso participación de fondos extranjeros, el 70% en el caso de Endesa, y un 10% saudí en Telefónica.
De puertas hacia adentro el problema de los separatismos se agrava. La Constitución de 1978 alberga en su ADN la legitimación del independentismo, pues introduce el término «nacionalidades» en su artículo segundo, una verdadera oda a la ambigüedad. Por un lado, recoge que la carta magna «se fundamenta en la indisoluble unidad de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles», pero al mismo tiempo «reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas». Esto último, la solidaridad, a estas alturas es sencillamente una burla.
El 1 de octubre de 2017 Junts y ERC dan un golpe de Estado mediante la convocatoria de un referéndum secesionista y el 27 el parlamento catalán proclama, aunque ridículamente, la independencia de Cataluña. Los autores son condenados por el Tribunal Supremo en 2019, pero dos años después el Gobierno de Sánchez los indulta y en 2023 aprueba la amnistía. Hoy ambos partidos, junto a Bildu, no es que hayan sido ilegalizados, sino que forman parte de la dirección del Estado.
En este proceso desnacionalizador también aparece la eliminación del servicio militar. La insumisión y el pacifismo crecen en Occidente desde el mayo francés y España aprueba —con Aznar en la Moncloa— el fin del servicio militar obligatorio. No sólo se imposibilita a las nuevas generaciones obtener una preparación militar y saber disparar un arma. Es mucho más. Es la idea de nación, de Estado y de cohesión. Es que jóvenes andaluces, vascos, canarios, castellanos, catalanes, gallegos, valencianos, cántabros o murcianos convivan durante unos meses alejados de sus entornos. Al contrario, la clase política favorece el autonomismo y pone el acento en las diferencias regionales. Todo ello tiene consecuencias. Actualmente sólo el 21% de los españoles está dispuesto a tomar las armas para defender a su país en caso de guerra frente al 94% de los marroquíes.
En el terreno espiritual las cosas no están mejor. Desde el Concilio Vaticano II las iglesias experimentan un marcado descenso de asistencia de fieles a las misas. Nadie parece interesado en abordar la cuestión, la crisis de fe que atraviesa Occidente, por más que las consecuencias se plasmen en el mermado mapa demográfico europeo. Quién sabe si asistimos a la gran apostasía de la que se habla en los evangelios.
*Javier Torres. Sevilla, 1986. Periodista. Ahora en el Congreso.
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