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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 12 de agosto de 2025

España no es al-Ándalus / por Iván Vélez


'..Esa España histórica tuvo como modelo la España goda, y hasta tal punto se distanció de al-Ándalus, que extirpó el adopcionismo mozárabe surgido en Toledo, que ofrecía compatibilidades con el credo coránico..'

España no es al-Ándalus

Iván Vélez
La pasada semana, este tuit, «España no es Al-Ándalus», publicado por Santiago Abascal, desencadenó una catarata de reacciones de lo más previsible. Desde el esencialismo católico hasta la más entregada islamofilia, pasando por diversas modulaciones relativistas, el mensaje recibió todo tipo de respuestas. La frase es, a mi juicio, totalmente acertada. Es más, creo que se puede ir más lejos y afirmar que España, así lo defendí en Reconquista. La construcción de España, se hizo contra —o frente, si así lo prefieren los oídos más sensibles— al Islam.

Sobre el verdadero significado de al-Ándalus hay diversas teorías. Una de ellas es la que sostiene el arabista y diputado de VOX por Córdoba, José Ramírez del Río. Según argumentó en un artículo publicado en 2017, es decir, antes del auge del partido de Abascal, el término deriva del griego «anatolé», que alude a Venus, planeta que los griegos llamaron Hésperos o Hesperia. En consecuencia, «al-Andalus» significaría «la tierra de Venus». Sea o no ese el significado de «al-Ándalus», lo cierto es que nada tiene que ver con «Hispania», origen del «Spania» empleado por los visigodos en una continuidad evidente respecto al sustrato romano. Una divergencia que desborda la toponimia, pues las incompatibilidades entre al-Ándalus y la España cristiana, eran más profundas.

La principal incompatibilidad era de carácter religioso, pues los musulmanes, no confundir con los moros, pues estos eran tan sólo una facción norteafricana, llamaban politeístas a los cristianos por su observancia del dogma trinitario. La cuestión, hoy tan remota, es esencial, si se quiere entender lo ocurrido entre 711 y 1492. Ahmad ibn Muhammad al-Razi (888-955) dejó escritas estas reveladoras palabras:

«Los islamitas, luchando contra los politeístas y forzándoles a emigrar, se habían apoderado de su país hasta llegar a Ariyula, de la tierra de los francos, y habían conquistado Pamplona en Galicia y no había quedado sino la roca donde se refugió el rey llamado Pelayo con trescientos hombres. Los musulmanes no cesaron de atacarle hasta que sus soldados murieron de hambre y no quedaron en su compañía sino treinta hombres y diez mujeres. Y no tenían que comer sino la miel que tomaban de la dejada por las abejas en las hendiduras de la roca. La situación de los musulmanes llegó a ser penosa, y al cabo los despreciaron diciendo: «¿Treinta asnos salvajes, qué daño pueden hacernos?».

Aquellos «treinta asnos salvajes», calificativo que habla más de rebeldía que de necedad, son el núcleo de un proceso histórico, llamado «Reconquista», durante el cual se fraguó la nación histórica española, sin perjuicio de que este incorporara algunos elementos provenientes de al-Ándalus, precedente de la actual nación política. Esa España histórica tuvo como modelo la España goda, y hasta tal punto se distanció de al-Ándalus, que extirpó el adopcionismo mozárabe surgido en Toledo, que ofrecía compatibilidades con el credo coránico.

España, en efecto, no es al-Ándalus. De hecho, si se diera una suerte de reedición de al-Ándalus, esta no sería España, pues ambos credos, el católico y el musulmán, manejan ideas de persona diferentes, incluso enfrentadas. Sorprende, por ello, o acaso no, pues nada parecen haber aprendido de los efectos del diálogo cristiano-marxista, la postura adoptada por el alto clero español, en relación a lo ocurrido en Jumilla. Menos sorprendente resulta el mensaje de la blasinfantista Teresa Rodríguez. Tan asumido tiene la Rodríguez el cuento romántico andalusí que, en respuesta a Abascal, ha dejado esta perla: «Entonces, Andalucía no es España».

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