
Chenel ante la Virgen de la Paloma
'..la empresa Plaza 1 decidió poner el festejo por la noche. A las nueve. Puede que así se salve un poco el rigor del calor que suele hacer en esta fecha —ayer apretó en Madrid—, pero pierde fuste la importancia de una corrida de toros en la Corte, pues es como llevar el evento a una clandestinidad, a una nocturnidad que no ayuda a la tauromaquia, que más bien en su esencia pide sol y alegría..'
PEPE CAMPOS
Plaza de toros de Las Ventas, Madrid.
Viernes, 15 de agosto de 2025. Tercera corrida de toros de la temporada veraniega de 2025. Encierro encastado de los toros de El Torero, mansos, con embestidas nobles y pujantes. Algo más de un cuarto de entrada. Noche calurosa, con pocos respiros.
Toros de El Torero de encaste Domecq, línea Salvador Domecq, bien presentados, bien armados, astifinos, cinqueños, bajos, mansos, nobles y con embestidas agradecidas; el primero y el sexto con buenas perchas, muy aplaudidos al salir de chiqueros y ovacionados en el arrastre, el primero de embestida templada, el sexto, bello ejemplar, escurrido, que hizo el avión; el segundo, melocotón, fue inutilizado en la suerte de varas; el tercero y cuarto —mal picado— con motor; el quinto, flojo y renuente.
Terna: Lama de Góngora, de Sevilla, de verde botella y oro, con cabos blancos; diez años de alternativa; tres festejos en 2024; saludos tras un aviso y silencio. Rafa Serna, de Sevilla, de marfil y oro, con cabos blancos; ocho años de alternativa; ningún festejo en 2024; silencio y algunas palmas. José Fernando Molina, de Albacete, de naranja y oro, con cabos blancos; dos años de alternativa; catorce festejos en 2024; silencio y silencio tras aviso. Lama de Góngora confirmaba la alternativa.
Suerte de varas. Picadores: Primer toro —Pedro Molares ‘Chocolate’—, primera vara, con astado puesto en suerte, colocación del hierro algo trasero, el toro se acuesta y se encela, le tapa la salida, sale suelto y pierde las manos; segunda vara, en suerte, refilonazo trasero, sale al capote. Segundo toro —Pedro Muñoz—, primera, en suerte, puñalada caída en las costillas, el toro sale al capote; segunda, muy trasera y caída, sale suelto; Pedro Muñoz fue abroncado e inutilizó al toro. Tercer toro —Agustín Moreno—, primera, en suerte, trasera y caída, le tapa la salida, se acuesta y sale suelto; segunda, al relance en el cuatro, vara trasera de Cristian Romero. Cuarto toro —Pedro Geniz—, la primera, sin estar en suerte, trasera, con metisaca y sale suelto; la segunda, en suerte, trasera, con metisaca y sale al capote. Quinto toro —Santiago Morales ‘Chocolate’—, primera, sin estar en suerte, rectifica, trasera y sale suelto; segunda, sin estar en suerte, trasera y sale suelto. Sexto toro —Cristian Romero—, primera, en suerte, bien cogida pero trasera, se acuesta, se encela, finalmente se repucha y sale al capote; segunda, sin estar en suerte, picotazo trasero, con atisbo de pegarle, pero el toro sale suelto.
En la fecha más taurina del año, el día de la Asunción de la Virgen María, en Madrid festividad de la Virgen de la Paloma —tan Chenelista—, la empresa Plaza 1 decidió poner el festejo por la noche. A las nueve. Puede que así se salve un poco el rigor del calor que suele hacer en esta fecha —ayer apretó en Madrid—, pero pierde fuste la importancia de una corrida de toros en la Corte, pues es como llevar el evento a una clandestinidad, a una nocturnidad que no ayuda a la tauromaquia, que más bien en su esencia pide sol y alegría. Es posible que para las corridas del verano en Madrid, con el horario español actual, iniciar el festejo a las ocho de la tarde fuera lo más conveniente, pues es un momento del día en el que el sol ya languidece y todavía la noche con su oscuridad no se ha adueñado del ambiente. Hubo menos público del esperado.
El festejo se desarrolló con verdadero interés debido al buen juego de los toros de El Torero, embestidores, si bien con la inteligencia del toro que exige que se le hagan las cosas como es debido, con mando y temple, en lo que los espadas de ayer noche no estuvieron muy solventes. Hemos defendido la presencia de matadores de toros que puedan resurgir en las corridas de toros del verano en Madrid, con opciones de triunfo. Toreros que mantengan su preparación en su punto exacto y con ambición. Tal vez la elección de la terna no fue lo más acertado del cartel. Los tres toreros se vieron desbordados por la casta y la acometividad de los toros de El Torero, nobles y con empuje. En esta ocasión no hubo ningún triunfo esperado como había ocurrido en Madrid en otras corridas del día de la Virgen de la Paloma. Casos de Frascuelo, Sánchez Puerto o José Luis Moreno.
Tal vez los tiempos hayan cambiado, pues hoy día existen muchas urgencias y demasiados entretenimientos. Así la ilusión y la firmeza que requiere un matador de toros para salir del anonimato se va diluyendo en una coyuntura en la que la sociedad pide resultados inmediatos. Antes parece que había una calma, una tranquilidad, una dilatación temporal que permitía que un hombre —un torero— pudiera mantenerse en la idealización y en la utopía de llegar bien preparado al momento en que la vida da la oportunidad soñada. La impaciencia y la inadvertencia se apoderan de nuestro mundo donde todo discurre —más bien, corre—, para que no fluya con cadencia o con parsimonia, sino con desespero y con contrariedades.
No somos filósofos para hacer un análisis del por qué de esta evolución humana y social. Sí observamos que existe en las gentes un antojo constante de estar en otros lugares, en otras ocupaciones, en otros pensamientos, en todo aquello que no sea lo que debe ser. Es una característica de nuestra época. En fin, toda esta reflexión no deja de ser una manera de querer entender esa peculiaridad de que se puedan escapar las ocasiones que nos puedan situar en el lugar de la conquista y no en la zona del fracaso. Recordemos aquí los años de dique seco de Paco Ojeda —fueron tres—, o de José Luis Palomar —cuatro—, o de Manili —algunos más—, de César Rincón —con sus años de formación— o de Antoñete —un ejemplo de éxito, fracaso y recuperación, de capacidad y lucha, permanentes—. En definitiva, anoche los tres toreros anunciados en Madrid vieron frustrada su necesidad de triunfo y pensamos que los toros no fueron los culpables. No hay que sacar conclusiones definitivas, porque la rueda de la fortuna no ha desaparecido del mapa vital de la humanidad —aunque esté tocada—.
De lo sucedido ayer noche en el ruedo venteño tenemos que resaltar que Lama de Góngora confirmó la alternativa y se le vio en un quiero y no puedo. Ante su primer toro, el de la confirmación, un excelente ejemplar de El Torero que enamoró a los aficionados, Lama no dio un paso adelante. El toro acusó de manera negativa la primera vara trasera —se salvó de la segunda por impericia del picador—, y llegó a la muleta con una embestida franca, pausada, sin dejar de ser emotiva. El comienzo de la faena fue por bajo, con gusto, si bien algo envarado el matador. En la segunda raya del ocho se desarrolló la faena, con redondos limpios y templados, aunque con la colocación del torero muy despegada, así los pases de la limpieza pasaron a cierta desgarradura con ausencia de emoción y de mando. Lama no estuvo del todo relajado y la faena se dilató hacia una impotencia para que el toreo brotara. Predominó el redondo sobre el natural. Al final de la faena, con naturales de frente a pies juntos, quiso levantar Lama su actuación, sin conseguirlo, no obstante lograr un templado pase de pecho de cierre. Mató en la suerte contraria de pinchazo delantero hondo y estocada, más en corto, desprendida y eficaz.
En el cuarto, un toro mal picado, la faena fue del diez al ocho, muy despegado el torero, menos templados los muletazos que con su primer astado, más toreo con la derecha, poco ajuste con la izquierda, y el toro se fue haciendo dueño de la situación sin ser gobernado. Mató de un bajonazo en la suerte contraria.
Rafa Serna, estuvo decidido toda la noche, sin alcanzar el punto exacto del acierto. Hizo un quite en el primer todo de la tarde, chicuelinas rematadas con una revolera baja. A sus dos toros los recibió a porta gayola como muestra de sus deseos. En su primero ejecutó un ramillete de verónicas cerradas con una media, más chicuelinas al paso para poner en suerte al toro. Todo empezaba con ánimo. El toro fue masacrado en varas, perjudicando al espada y a los espectadores, y no digamos al toro. En terrenos del nueve y el diez Serna monta una faena en la que el toro va acusando el castigo recibido, parándose y con respuestas enganchadas a la presentación de los engaños. Lo mató en la suerte natural de una estocada atravesada, tras dos pinchazos en la suerte contraria.
El quinto toro se fue descomponiendo desde banderillas —traseras— y por falta de fuerza. La casta del astado sobrevivió y puso las cosas complicadas a Serna, que a pesar de su empeño se sintió desbordado por la descompostura del animal que llevaba a los muletazos enganchados. No sabemos si los medios, donde toreó Serna, fueron los terrenos más adecuados, ni la separación que eligió en las distancias de los cites. Comenzó la faena en el nueve y terminó en tablas del seis. Mató de un pinchazo hondo caído y cuatro descabellos.
José Fernando Molina, fue el torero que logró los mejores muletazos dentro de una actuación desigual, y puede que fuera por no dar un paso adelante, por no cruzarse con sus enemigos. A su primer toro no le encontró la distancia, los muletazos se planteaban largos, se trazaban con limpieza pero faltaba el ajuste por existir mucho hueco entre toro y torero en la reunión de los pases, en la jurisdicción; pierna atrás, en ocasiones, compás demasiado abierto. Su labor, ni en redondo, ni al natural, llegó a redondear nada. Los terrenos fueron en el siete y el ocho, segunda raya hacia los medios. No se hizo con el temple del toro. Lo mató de un pinchazo en la suerte natural y de una estocada en la suerte contraria.
En el sexto —un toro ideal para el toreo, con desplazamiento largo, suave y firme— Molina no se ajustó. Comenzó de rodillas en los medios, de manera improcedente. Este inicio no fue a favor del toro. El astado fue ganando una pelea que exigía mayor compromiso —no torear por fuera—. Molina que de novillero le vimos correr bien la mano —algo natural en los toreros albaceteños— no atinó con la distancia, ni con la velocidad, ni con los terrenos. Mató en la suerte natural de una estocada delantera, perpendicular y atravesada, más seis descabellos. Este fue un astado bien lidiado por Javier Perea.
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