la suerte suprema

la suerte suprema
Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 19 de enero de 2022

Gento a través de los ojos de mi padre / por Juan Manuel Rodríguez

Hoy no sólo ha muerto uno de los mejores futbolistas de la historia sino también una buena persona, cuestión ésta que no resulta en absoluto baladí y menos aún en los tiempos que corren.

Gento a través de los ojos de mi padre

Juan Manuel Rodríguez
Yo vi jugar a Paco Gento a través de los ojos de mi padre. Como Sherezade, durante mil y un días y alguno más mi padre me contó las aventuras de la Liga de aquellos hombres extraordinarios y con superpoderes: Alfredo di Stéfano, el futbolista que tenía el don de la ubicuidad y que lo mismo remataba a gol de tacón que despejaba de cabeza a la salida de un saque de esquina en la jugada siguiente; Ferenc Puskas, que había nacido con tres manos, una de ellas rematando como colofón su pierna izquierda, y que donde ponía el ojo colocaba el balón; José Héctor Rial Laguia, a quien resulta que al hacérsele una radiografía se le encontró dentro de la cabeza una escuadra y un cartabón que le permitían poner el balón a tanta distancia y con tal precisión, con la velocidad justa, ni más rápido ni más lento, que acababa siempre en las botas de sus ensimismados compañeros, que la pedían al hueco... Y luego estaba Paco Gento, la Galerna que llegó desde el mar Cantábrico soplando la banda del estadio Bernabéu y que era poseedor de una velocidad tan endiablada que, incapaz de controlarla al principio, siempre se dejaba detrás el balón y tenía que volver sobre sus propios pasos perdiendo un tiempo valiosísimo porque así daba tiempo a replegarse a la defensa rival.

De Paco Gento os contarán hoy que, al enterarse en Santander de que lo quería el Real Madrid, tuvo que firmar su contrato escondido en un garaje. También que sólo le sacaron la tarjeta roja en dos ocasiones a lo largo de toda su carrera, una en Bilbao y otra en San Sebastián, y en una de ellas fue por decirle a un compañero que mandara a tomar por el culo al árbitro. De Paco Gento os contarán que fue el hombre de las seis Copas de Europa, que ningún futbolista ha ganado hasta ahora tantas como consiguió él, y que cuando este D'Artagnan de Guarnizo vio cómo se iban jubilando Athos, Aramis y Porthos, él fue capaz de reconstruir un equipo entorno a su figura y ganar con los yeyé la sexta Copa de Europa. De Gento os habrán contado que era un buen hombre y de pocas pero selectas palabras, que su padre no quería que jugara al fútbol porque las vacas no se ordeñaban solas y que renunció a la vanidad y que, al final y tras la muerte de La Saeta, se convirtió en presidente de honor del club deportivo más importante del mundo y que eso fue a su vez un auténtico honor para el Real Madrid y, por extensión, para todos los madridistas, pero a mí mi padre me contó que a Gento le salvó Di Stéfano, que vio en él lo que otros no fueron capaces de ver, y le enseñó a jugar Rial. Y que cuando aquella Galerna aprendió a controlar el viento que provocaban sus rápidas zancadas, cuando aprendió a ver y no sólo a mirar, se convirtió en el mejor extremo izquierdo del fútbol mundial, un puñal imparable que, al contrario de lo que muchos puedan pensar, no construyó su leyenda corriendo sino al frenar. Gento avanzaba y, de repente, frenaba en seco y, cuando con él frenaba también el defensa rival, arrancaba de nuevo dejándole atrás. Todos sabían lo que iba a hacer pero nadie era capaz de pararlo. Claro que, ¿cómo se para a una galerna del Cantábrico?

Hoy no sólo ha muerto uno de los mejores futbolistas de la historia sino también una buena persona, cuestión ésta que no resulta en absoluto baladí y menos aún en los tiempos que corren. Con demasiada frecuencia nos encontramos con estrellas, también del deporte, que son auténticos imbéciles pagados de sí mismos. Y, del mismo modo que nos hemos acostumbrado por ejemplo a que el gobierno de España pacte sus presupuestos con la ETA, hemos blanqueado ese comportamiento dando inmediatamente por hecho que cuando uno tiene el superpoder de marcar muchos goles o encestar desde muy lejos su comportamiento personal debe ser igual de anormal. Cuando Gento iba caminando por la calle se le iban cayendo Ligas y Copas de Europa de los bolsillos y, pese a ello, no se conoce que nunca tratara mal a nadie ni respondiera con condescendencia o mirando por encima del hombro, que era por cierto el hombro de una estrella del deporte universal. Al contrario, don Francisco Gento eligió, escogió ser un hombre normal, uno celoso de sus cosas y de su privacidad pero respetuoso, sencillo y cariñoso.

Entre todas las fotos que he visto hoy y que tenían como protagonista al presidente de honor del Real Madrid, una me ha llamado la atención: Gento, Di Stéfano y Puskas paseando por la capital, probablemente la Gran Vía, los tres insultantemente jóvenes y vigorosos y, desde hoy, los tres en el cielo de los futbolistas, que debe ser una de las secciones del cielo más entretenidas. Menuda tripleta atacante. Una BBC sin serlo. En El club de los poetas muertos, el profesor Keating le dice a sus alumnos que no leemos o escribimos poesía porque sea bonita sino porque forma parte de la raza humana. También el fútbol. A su manera, Paco Gento hizo poesía con un balón entre los pies. Doy fe de ello porque yo le vi jugar a través de los ojos de mi padre. Descanse en paz, maestro, ya se le echa de menos aquí abajo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario