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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 31 de enero de 2022

El Niño de la Capea, la grandeza de un maestro / por Paco Cañamero

En su finca de Espina Rapado, junto a las cabeza de los seis ‘victorinos’ de su encerrona de Madrid (Carlos Perelétegui).

Es un orgullo volver a verlo con el dominio de su temple, además de contemplar la pasión con la que vive la Tauromaquia en todos los ámbitos, desde su leyenda de torero, su actividad como ganadero también cargada de honores. O la de aficionado al observar siempre su presencia en las plazas, desde cualquier feria de postín o las más recónditas, siempre pendiente de todo lo que ocurre alrededor de la Fiesta.

Cincuenta aniversario de su alternativa
El Niño de la Capea, la grandeza de un maestro

Paco Cañamero 
El Niño de la Capea ha vuelto a la pomada en este año que celebrará el 50 aniversario de su alternativa. Ha vuelto a la grande, desempolvando la añoranza después de presenciar, a través de las modernas tecnologías, su puesta a punto en ganaderías mexicanas conservando el mismo porte de siempre, junto a la ambición y grandeza que lo convirtieron un torero de culto. Y en un maestro; en un maestro que lo acuñó de verdad, ahora que ese término –que siempre estuvo reservado para los grandes- está tan manoseado, porque El Niño de la Capea ha sido uno de los pocos toreros que merecen la distinción de trato y respeto que significa decir maestro.

Es un orgullo volver a verlo con el dominio de su temple, además de contemplar la pasión con la que vive la Tauromaquia en todos los ámbitos, desde su leyenda de torero, su actividad como ganadero también cargada de honores. O la de aficionado al observar siempre su presencia en las plazas, desde cualquier feria de postín o las más recónditas, siempre pendiente de todo lo que ocurre alrededor de la Fiesta.


Para la Fiesta es una infinita satisfacción y un orgullo que Pedro Gutiérrez Moya se alistase en ella y acabara luciendo fajín de capitán general con su torrente de sabiduría. Porque más allá de su espectacular hoja de servicios, El Niño de la Capea es un TORERAZO con mayúsculas. Un hombre que utilizó el torrente de la inteligencia para ver más rápido que nadie las cualidades del toro, las reacciones para poderles con su enorme capacidad y ese sentido del temple que fue una de sus esencias.

Ahora está a punto de celebrarse su medio siglo como matador de toros y al recordar lo que ha sido El Niño de la Capea uno no puede más levantarse y aplaudir con admiración a uno de los diestros con mayor talento de la segunda mitad del siglo XX. Alguien que siempre apostó y nunca se escondió, ni fue entre algodones. Sirva el ejemplo de su alternativa, cuando llega ya como figura a esa importante fecha y, pudiendo tomarla en una escenario más cómodo, él elige Bilbao, porque aunque allí ya se le reverenciaba tras los éxitos novilleriles, lo cierto es que para una fecha trascendental siempre era arriesgado la apuesta con el toro tan serio de esa plaza, la exigencia de la afición, además televisada en directo y al lado dos figurones –Camino y Paquirri- que cada tarde salían a morder, sin consentir que nadie vestido de torero tosiera cerca de sus alamares. Ese día, frente a un encierro de Lisardo Sánchez, como era de esperar, el joven torero logra un enorme triunfo.

El día de su encerrona con ‘victorinos’, cuando alzó aún más su leyenda

Pero si había alguna duda, en San Isidro de 1974 repite la historia en la confirmación de alternativa. Ahora con Palomo Linares y de nuevo Paquirri, también televisada con ‘atanasios’. Y otras tres orejas que lo aúpan al pódium de triunfadores de San Isidro y lo revalidan ya como definitiva segura hasta el día que se retire, aunque aún crecería mucho más peldaños, especialmente tras convertirse en un particular Hernán Cortés taurino que reconquista México, tierra que lo santifica y protagoniza otro de los capítulos más importantes de su historia.

Su trayectoria siempre fue así, toda ella en una época donde torea con José María Manzanares casi trescientas corridas, siendo la pareja que más veces ha compartido cartel. Donde junto a su paisano Julio Robles formó otra enorme rivalidad con epicentro en Salamanca y extendida por toda España. Sin olvidar las grandes tardes con Dámaso González, Paquirri, Palomo Linares, Ángel Teruel, Espartaco… siempre con la inmensa admiración que guardó a la figura de Paco Camino. Porque El Niño de la Capea fue siempre figura del toreo, sin esconderse de nada y ahí está su enorme lección en la Corrida de la Prensa de 1988, cuando nada tenía que demostrar a nadie, siendo ya millonario, dueño de fincas, ganaderías… y da otra vuelta de tuerca encerrándose con seis toros de Victorino Martín en Las Ventas, una tarde que apagó el telón cuando los sacaban por la puerta grande bajo los gritos de ¡torero-torero! y todo el mundo hablaba de la histórica gesta que acababa de protagonizar el maestro de Salamanca. Del gran Pedro Gutiérrez Moya, que ahora ha vuelto a la pomada -aunque en realidad siempre ha estado- con motivo del cincuenta aniversario de su alternativa.

Viendo morir a ´Cumbreño’, de Manolo González, al que cuajó una faena para el recuerdo en Las Ventas

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