Así camina esta sociedad enloquecida en la que, en lugares como Donostia, la capital que era la admiración del mundo, la que durante tantos años el Generalísimo iba de vacaciones, los intelectuales se daban cita por sus vericuetos, mientras El Chofre albergaba a las más grandes figuras del toreo. Todo se ha perdido y, lo que es peor, lo único que se ha ganado por aquellas tierras no es otra cosa que el enaltecimiento al terrorismo y el desprecio que por nosotros sienten los que nos ufanamos de ser españoles.
Se me parte el corazón al ver atrocidades como la citada puesto que, para desdicha del fútbol, su grandiosidad como espectáculo queda mancillado por los desalmados que, fuera de la cancha son capaces de ultrajar a todo aquel que, como en el citado caso, hasta se les increpó tachándoles de españoles. ¿Cabe locura mayor? Caber, no cabe, pero de que existe y lo vemos es una realidad asombrosa.
Así camina esta sociedad enloquecida en la que, en lugares como Donostia, la capital que era la admiración del mundo, la que durante tantos años el Generalísimo iba de vacaciones, los intelectuales se daban cita por sus vericuetos, mientras El Chofre albergaba a las más grandes figuras del toreo. Todo se ha perdido y, lo que es peor, lo único que se ha ganado por aquellas tierras no es otra cosa que el enaltecimiento al terrorismo y el desprecio que por nosotros sienten los que nos ufanamos de ser españoles, de cualquier lugar del suelo patrio, pero todos unidos por la misma bandera.
Al paso que vamos, por todo lo que vemos, apenas faltan cinco minutos para que, quiénes nos sintamos españoles y lo proclamemos a los cuatro vientos seamos declarados culpables. Esta es la sociedad que hemos forjado en donde el respeto, el orden, la educación, la concordia y la amistad entre los pueblos son ahora vestigios del pasado. Tremendo lo que digo pero más cierto que el sol que nos ilumina.
Es horrible todo lo que pudimos ver en La Bella Easo que, como se comprueba, más que bella es una bruja a tenor de todo lo que por allí sucede. Aquellos malhechores que atacaron el autobús del Atlético de Madrid, no contentos con disfrutar con la horrible derrota de los colchoneros, todavía querían más; es decir, seguir hurgando en la herida del equipo rojiblanco que, como el mundo sabe, ya tiene bastante con lo que les está sucediendo que, apenas que se descuiden este año bajaremos a segunda división, como en los tiempos de Jesús Gil.
Aquello de hacer sangre es lo que anhelan muchas gentuzas, no en el fútbol solamente porque, para sangre, la que hace Pedro Sánchez todas las veces que ha acudido a La Palma. Lo digo porque aquellas personas ya tenían bastante con la tragedia que les ha asolado para siempre; pero no, había que hacer más daño y para eso estaba Pedro Sánchez con sus buenas palabras y con su “cartera” cerrada.
Pese a que me resisto a ver los noticieros, todavía me informan o de forma casual se planta sobre mis retinas las desdichas como la aludida de anoche. Es mucha la basura que se reparte por todas las televisiones como para ponerse frente a un monitor televisivo. Quiero vivir alejado de la realidad, sencillamente porque no tengo remedio para tantas tragedias como ocurren a diario en España; unas provocadas por la naturaleza como en la isla de La Palma y, las más, por los malvados políticos de izquierda que, en todos los lugares donde se asieron al poder, todo ha quedado destruido por completo. Escuchar o leer las noticias de lo cotidiano no es otra cosa que vivir con la angustia permanente; y lo dice alguien que, durante muchos años vivió en la España modélica, trabajadora, emprendedora y grandiosa en la que, entre nuestros padres y los que fuimos su hijos, entre todos creamos una sociedad admirable y, en poco tiempo todo se ha ido por el desagüe de la democracia que, como es notorio, trajo a la sociedad miles de gandules llamados políticos que, como único mérito, éste no ha sido otra que la destrucción de España en todos los órdenes.
Uno intenta refugiarse en aquello que le produce paz, en mi caso, entre otras cosas, leyendo el maravilloso libro de Pepe Domingo Castaño, un periodista ejemplar, un tipo modélico, triunfador en el periodismo, en la música, en el deporte y, repito, para colmo nos ha saciado hasta el alma con su bellísimo libro, MIENTRAS ME DUREN LAS PALABRAS, o sea, las vivencias de un hombre ejemplar de los que millones de seres humanos deberíamos de tomar buena lección. ¡Enhorabuena, maestro!
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