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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 24 de enero de 2022

De lo ético a lo patético / por Jorge Arturo Díaz Reyes

Sancho y Don Quijote. Ilustración: Don Quijote paso a paso

Aristóteles define la tragedia, (y la corrida lo es), como: “imitación de una acción elevada y completa de cierta magnitud… qué suscitando compasión y temor, lleva a cabo la purgación de tales emociones (catarsis)”. Su hermana la comedia es otra cosa. La contraria.

De lo ético a lo patético

Jorge Arturo Díaz Reyes
Crónica Toro / Cali I 24 2022
Porqué posar en los carteles casi desnudo y/o pintarrajeado. Porqué disfrazarse para ir por la calle. Porqué buscar el escándalo mediático. Porqué hacer el paseíllo con un puro en la boca. Porqué salir cargado de la plaza muerto de la risa con el capote sobre los hombros como el manto de una “Dolorosa”. Porqué lancear sin ton ni son. Porqué dar brincos y piruetas tras banderillear, a toro pasado. Porqué quitarse las zapatillas cuando el piso está seco. Porqué hacer incongruentes alborotos de capa. Porqué torear sentado en una silla. Porqué hacer desplantes a toro rendido y fuera de su alcance. Porqué andar por el ruedo de rodillas cómo un penitente. Porqué oficiar el tercio supremo (muerte) con la cabeza cubierta irreverentemente. Porqué igualar a quince metros del toro para estoquear. Porqué montar fatuas coreografías. Porqué teatralizar el pasado. Porqué feriar la liturgia. Porqué desvirtuar el rito....

Por necesidad. Porque con el toro de hoy, modelado y amaestrado (genéticamente), parar, templar, mandar, cargar y pegar y pegar pases parece que no basta para cautivar al público, para ponerlo a tumulto en las taquillas, para “salvar la Fiesta”, cómo dicen los mercaderistas. Hay que recurrir a lo inusual, a lo espectacular, a lo circense. Pero cómo hacerlo sin caer en lo bufo.

Aristóteles define la tragedia, (y la corrida lo es), como: “imitación de una acción elevada y completa de cierta magnitud… qué suscitando compasión y temor, lleva a cabo la purgación de tales emociones (catarsis)”. Su hermana la comedia es otra cosa. La contraria.

“De lo heroico a lo ridículo solo hay un paso”, escribió Napoleón al cónsul francés en Varsovia tras su derrota en Rusia (1812), cuando la prensa europea que lo había deificado le llamaba “enano ridículo ambicioso y cruel”. Otros con esa misma frase citan a Bolívar, en su contestación al poema “Canto a Bolívar” (1824) de José Joaquín Olmedo. Cómo fuere, ambos héroes tenían porqué saberlo.

¿Cuándo se da ese paso? Cuando se entra en la parodia y la impostura. Las llamadas vanguardias en el arte, por ejemplo, (y el toreo es uno), han sido con frecuencia juzgadas cómicas, raras, feas, estrambóticas, pero hasta que imponen su autenticidad, pocas, y llegan otras nuevas a reemplazarlas.

El estrafalario Don Quijote, alegoría ética y patética de sempiternos afanes humanos; trascendencia, justicia, libertad, amor, lealtad, grandeza, belleza…, sostiene su loca extravagancia con valor y épica consecuencia. Mostrando que la tragicomedia del existir también puede ser sublime. Pasa en la literatura, en la vida y en el ruedo.

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