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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 16 de enero de 2022

Antimadridistas Club de Fútbol / Israel G. Montejo



Las filas del Antimadridistas Club de Fútbol son inmensas. Las conforman prácticamente en su totalidad los hinchas del Atlético de Madrid, del FC Barcelona y de un nutrido grupo de equipos como el Sevilla y el Valencia, cuyos aficionados y entorno hacen méritos temporada tras temporada para ser aceptados en el sanedrín del antimadridismo, allá donde moran los grandes popes rojiblancos y barcelonistas.

Antimadridistas Club de Fútbol

Israel G. Montejo
La Galerna / Madrid, 15 enero, 2022
Los Cátaros fueron los protagonistas de una herejía medieval que hizo fortuna en el Languedoc, en el sur de Francia, la Lombardía italiana y en algunas comarcas pirenaicas en lo que por entonces era la Corona de Aragón. Sintetizando mucho, su principal argumento era su concepción dualista de la vida y de la religión. Dos caras de una misma moneda. Dualismo puro. Esa era su filosofía.

Algo parecido les pasa a los antimadridistas. Tienen una concepción dualista de todo lo que les rodea. Primero está su antimadridismo y después todo lo demás. Para ellos no existe otra vara de medir.

Las filas del Antimadridistas Club de Fútbol son inmensas. Las conforman prácticamente en su totalidad los hinchas del Atlético de Madrid, del FC Barcelona y de un nutrido grupo de equipos como el Sevilla y el Valencia, cuyos aficionados y entorno hacen méritos temporada tras temporada para ser aceptados en el sanedrín del antimadridismo, allá donde moran los grandes popes rojiblancos y barcelonistas. El antimadridismo de estos últimos puede ser tan cerril que en ocasiones llegan a confundir la identidad de su verdadero equipo. Todo vale para mostrar ser más antimadridista que nadie.


Esta cualidad dual de muchos aficionados al fútbol en España —que primero son antimadridistas y luego son de su equipo— se ha extendido en los últimos años a otros colectivos que, por definición, debería ser, cuando menos, neutrales. El caso de los medios de comunicación es sangrante y la diferencia de criterios que muestra el colectivo arbitral cuando pita al Madrid es digna de estudio.

Al Madrid le han pitado tres penaltis en 60 partidos. En todo ese tiempo, ha habido jugadas dudosas y nada dudosas para pitar un penalti a favor del equipo blanco para dar y tomar. Alguna de ellas, como la mano no pitada de Felipe en el Wanda o la mano sí pitada de Militão ante el Sevilla unas semanas más tarde de la jugada no sancionada del rojiblanco, costaron el título de Liga la temporada pasada. Ha bastado que el famoso Hernández Hernández —habitual en los arbitrajes con polémicas siempre decantadas en contra del Madrid— pitara un pena máxima la semana pasada ante el Valencia, para que el relato de las ayudas al Madrid se convierta de nuevo en dogma de fe, alentado por un antimadridismo al que los datos objetivos le dan absolutamente igual. Todo vale.


Esta misma semana, en las semifinales de la Supercopa de España, Busquets y Alves propinaron sendos manotazos clamorosos en el rosto de Vinícius delante mismo de Munuera Martínez, el famoso árbitro del "Todo Ok José Luis". Hasta ese momento, ese tipo de jugadas eran tarjeta. En el caso de Alves, no hubiera terminado el partido al tener ya una amarilla. Algún antimadridista ha llegado a justificarme el "cambio de la norma" —del cual nadie se había enterado— rescatando el famoso "el fútbol es un juego de contacto": criterio de quita y pon según el jugador beneficiado por la omisión arbitral vista camiseta blanca o de cualquier otro color.

Pero lo que más llama la atención es el antimadridismo mediático, que se ha incorporado con fuerza irresistible a la plantilla del Antimadridistas FC. El equipo que dirige Ancelotti está en octavos de Champions League tras superar brillantemente la fase de grupos; ha sufrido un escarnio en el sorteo de la Champions   por parte de la UEFA (si hubiera sido el Madrid el beneficiado por la chapuza organizativa del sorteo de eliminatorias, el antimadridismo hubiera entrado en paroxismo); juega la final de la Supercopa de España tras derrotar por quinta vez consecutiva al Barça en el Clásico; camina en Liga con 16 y 17 puntos de ventaja sobre sus principales rivales históricos y ha pasado ronda en Copa del Rey sin problemas. Además, ha derrotado a todos los clubes grandes con los que se ha enfrentado esta temporada (hasta en dos ocasiones al Inter y al Barça) y el Atleti del venerado Cholo Simeone no gana al Madrid en Liga desde el año 2016. Por si fuera poco, Vinícius y Benzema llevan más goles ellos dos solos que toda la plantilla del Barcelona.


Todo ese arsenal de buenos resultados vale para muy poco. Lo importante es el RELATO, con mayúsculas, y en ese RELATO el Atleti pierde muy pocas veces en los periódicos, y el Barça —a pesar de su hundimiento institucional y deportivo— es el equipo de la juventud, de la posesión, del futuro y de la alegría sin fin. Una vez más, dualismo puro. Antimadridismo muy pocas veces camuflado.

Ya no estamos en la Edad Media, pero el dualismo radical sigue siendo moneda común, aunque lo cierto es que, mientras que el antimadridismo busca nuevos líderes a los que agarrarse, el Madrid sigue ganando contra viento y marea, y eso se resume en una frase: “Ladran, luego cabalgamos”.

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