Xavi cae mal porque cuando no es el césped es el estadio y cuando no el frío, la lluvia, el viento o el sol. Xavi cae mal porque nada le viene nunca bien y porque el acierto nunca es ajeno sino propio el error. Cae mal porque habla de un ADN distinto, que es algo profundamente racista aunque no nos atrevamos a decirlo, y también de modelos. Cae mal porque adopta el mismo aire de soberbia y de prepotencia que Guardiola, eso sí lo ha aprendido, pero da toda la impresión de que no atesora ni una cuarta parte del ingenio de su maestro. No es sólo que Xavi me caiga mal a mí, que al fin y al cabo eso es poco relevante, sino que entre su propio gremio se está ganando una bien merecida fama de repelente niño Vicente. Así, a vuelapluma, ya recuerdo dos colegas suyos de profesión, los entrenadores del Valencia y del Athletic, que le han dado un soberano repaso, el último de ellos, el de Marcelino, a propósito de la famosa "intensidad". Cuando alguien gana a este Barcelona es porque ha sido más intenso o sus jugadores se han mostrado como atletas o gladiadores y no porque hayan jugado mejor al fútbol; el otro día el Athletic fue mejor que el Barcelona jugando al fútbol, le pasó por encima jugando al fútbol y únicamente el acierto final de Pedri condujo el partido a la prórroga.
Por lo demás Xavi, o por mejor decir la presencia de Xavi en ese banquillo, el hecho de que una comitiva se haya trasladado hasta Qatar para traérselo a toda costa, es fruto del momento por el que atraviesa ahora mismo el club catalán. De otro modo y en otras circunstancias más normales, Xavi no habría llegado tan pronto. Sus números son similares a los de Koeman, no se le recuerda un movimiento táctico o una decisión suya desde el banquillo que haya inclinado el partido del lado culé y en concreto en el caso de Dembélé está quedando como Cagancho en Almagro al dejar caer al futbolista para ponerse del lado de la dirección deportiva. Como jugador, y ahí está Toni Grande que lo reconoció abiertamente y en público, Xavi trataba de imponer con qué jugadores sí le interesaba jugar y con qué jugadores no tanto; ahora, como entrenador, Xavi se pliega a las imposiciones de sus jefes y, como antes con Arbeloa o Xabi Alonso, establece un cordón sanitario alrededor de su propio futbolista, ése al que ha tratado de renovar en vano hasta el último momento. Hoy Xavi se mueve en unos números muy parecidos a los de Koeman, o sea que se mueve en unos números de entrenador destituido, pero su ventaja es que se ha convertido en el último bastión presidencial, el as en la manga de Laporta, el paraguas debajo del cual tiene previsto guarecerse su jefe si vuelve a amenazar la lluvia. Y si Xavi tiene que dar palmas con las orejas cuando Jan entra en el vestuario para decir que se siente orgulloso tras una derrota ante el Madrid, pues las dará. El caso es seguir. Aunque sea sin proponer. Continuar un día más. Sobrevivir. Menudo ADN.
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