Quiero pensar que, Giovanni, por el precio de la nada o por el amor que siente hacia nuestra incomparable fiesta taurina, en un gesto de arrebato por su parte, tanto como artista como en calidad de aficionado, ha querido mostrarle al mundo que el arte puede seguir siendo posible si de un cartel taurino se trata, la prueba, insisto, le tenemos en esta obra fantástica en la que, toreros y mujeres sevillanas ataviadas al efecto, forman ese binomio perfecto que definen una gran feria como la de Sevilla.
Giovanni Tortosa ha querido bautizar su lienzo como Aromas de la Maestranza pero, si se me apura, yo diría que su obra es puro aroma sevillano en su conjunto dada la belleza estética de su pintura. Este hecho singular por parte de este artista debería de servir para, en lo sucesivo, que los Maestrantes tomasen nota para que, en ediciones venideras, entendieran que en España tenemos auténticos artistas sin necesidad de tener que recurrir a vietnamitas o del país que fuere; no porque sea extranjeros, pero sí por la nula condición de las obras que han presentado que, para colmo, han sido las elegidas en varios años consecutivos.
Imagino que, aquellos bodrios que citamos, tanto para Giovanni Tortosa como para Diego Ramos y tantos otros pintores de reconocido prestigio, les habrá llenado de estupor al ver que, para definir una gran feria como la de Sevilla, al respecto de su cartel, se ha elegido un bodrio espeluznante que no ha convencido a nadie, salvo a los que lo eligieron que, con su actitud, han demostrado una torpeza sin límites.
Como quiera que Giovanni Tortosa no tiene el menor ánimo de lucro con este lienzo admirable, además de la lección que nos ha mostrado, especialmente a la empresa de Sevilla para que tomen buena nota en lo sucesivo, nuestro artista subastará dicho cuadro para una finalidad benéfica de su localidad, algo que dice mucho de este hombre ejemplar que, además de talento, tiene un corazón admirable.
Son muchas, infinitas las obras que tiene en su haber Giovanni Tortosa, destacando, sobre toda la figura de la mujer, el paisaje, los toros, los toreros y todo aquello que se quede en sus retinas para ser plasmado sobre el lienzo. Este cuadro que mostramos es la última gran obra de este hombre singular que, enamorado de la fiesta de los toros, como el mundo sabe, plasma sus ensayos junto a nosotros y, para que la dicha sea total, en esta ocasión para darnos una soberana lección como artista y como aficionado ejemplar.
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