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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 19 de abril de 2022

Consagración de la primavera / por Jorge Arturo Díaz Reyes


El 3º “Rebujino” devuelto: Fotograma Plaza Toros TV

Y sucedió, lo de siempre, lo que hace de las corridas lo que son, lo imprevisible. Los toros (hasta ocho), de diverso juego y presencia, pero identificados en su poco fondo, lanzaron la tarde más por los caminos de la brega que por los de la coreografía.

Consagración de la primavera

Jorge Arturo Díaz Reyes
CrónicaToro / Cali IV 18 2022
La Maestranza reabrió como una flor en claro día. Colmada de público endomingado, devoto y expectante. Grandes, notables, notorios, artistas, políticos, toreros, aficionados de distinto rango, prensa, y claro, turistas, gozones, noveleros…
No era para menos. Resurrección, tradición, cartel de postín, al gusto sevillano. Un maestro, dos apóstoles tonsurados en la fe del bel toreo, y un encierro seleccionado en la dehesa del “toro artista”. Todo el mundo (taurino) pendiente (Iba en directo por televisión). Ambiente de misa mayor.

Y sucedió, lo de siempre, lo que hace de las corridas lo que son, lo imprevisible. Los toros (hasta ocho), de diverso juego y presencia, pero identificados en su poco fondo, lanzaron la tarde más por los caminos de la brega que por los de la coreografía.

Todos bien armados, fueron a los petos y empujaron dejando allí casi todo su poder. El primero, de salida dispersa, no, vino a más en la muleta y brindó embestidas suficientes para que Morante oficiara una faena (la faena), pequeña obra de perfecta formalidad, temple, tiempo y medida. Única en que sonó la banda del maestro Tejera, pero no idealmente rematada. Después, con el cuarto, apeló a bellas reminiscencias de lidia decimonónica. Estoico, nunca descompuesto, nunca dolido, pese a su lesión por la cogida reciente.

El capote conmovedor de Juan Ortega cotizó la tarde a la verónica y a la chicuelina, lo exquisito hay que atesorarlo no abunda por ahí. Encima ejecutó un par de señoras estocadas. Junto a eso la no lograda ilusión de Paco Aguado qué alternando en quites con sus compañeros, sin estar mal, no pasó de actor de reparto. Tampoco se pueden ignorar: el aclamado tino del picador Bernal con el primero, el gran y ovacionado tercio de Perico y Neiro con el segundo, ni el tremendo par de pares que Iván García impuso al tercero.

Los arrastres fueron pitados y los espadas, ovacionados a su turno los dos primeros, salieron aplaudidos todos al final. Juicio popular, pero el consenso en la prensa (ver titulares) es de insultante fracaso. ¿Por qué, por qué? ¿Con todo lo que pasó? Si eso son los toros. ¿Fue por qué no hubo un permanente vayayvenga de carril y orejas a montón? ¿Es eso el “éxito” y única razón del culto?

Cuentan que cuando en 1913 (comenzaba el reinado de Gallito y Belmonte), se estrenó en París el ballet “La consagración de la primavera”, inspirado en un ancestral rito ruso, también con cartel de lujo: Stravinsky (autor), Diáguilev (director) y Nijinsky (coreografo), hubo disgusto y hasta disturbio entre el público incomprensivo que abarrotó el teatro. Sin embargo, andando el tiempo, se le ha calificado como una de las obras esenciales en su género.

¿Alguna vez la corrida recuperará también su honda esencia ritual y dejará de ser valorada como un espectáculo de diversión infalible? De no ser así, no tiene futuro.

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