No seamos cicateros y valoremos en su justa medida el gran éxito que supuso para Emilio de Justo congregar en Madrid, en dicha fecha, a más de veinte mil almas; antes del paseíllo ya tenía logrado el gran triunfo puesto que, de hacer concitado la atención de media plaza, aquello hubiera sido un fracaso con estrépito que, posiblemente era lo que algunos querían. Hay que remachar esta cuestión importantísima cuando, como sabemos, Morante y sus palmeros, en sus últimas actuaciones en Añover de Tajo y Yecla, plazas de escasa relevancia, con poco más cuatro mil personas de aforo, logró llevar a tres mil despistados en cada tarde luego, su fracaso no pudo ser mayor. O sea que, a Dios lo que es de Dios y al César, lo que es del César.
Posiblemente, los presagios que tenemos al respecto de la salud de Emilio de Justo, todo nos hace sospechar que la temporada ha terminado para él, algo que nos gustaría equivocarnos. Pero, a su vez, démosle gracias a Dios que lo tenemos vivo y, en el año venidero una vez más volveremos a gozar de su gloria torera, la que siempre esgrimió y la que mostró el domingo en Madrid frente a un toro encastadísimo de Pallarés, un animal que nos hizo fantasear a todos puesto que, en las manos de Emilio de Justo, esa grandeza que pudimos palpar era la soñada por todos. Y digo que le tenemos vivo porque El Pana sufrió una cogida similar y le costó la vida un mes más tarde del percance.
Ahora, como la vida misma, la fiesta tiene que continuar y muchos se frotarán las manos al ocupar todos los puestos que De Justo deja vacantes que son innumerables. Nadie alzará la voz al respecto pero, en su fuero interno, algunos mediocres tendrán una oportunidad que seguramente no merecen pero que, gracias al destino, la desdicha de uno se convierte en bendición para otros. Por ejemplo, que sepamos en este instante, Daniel Luque le sustituyó en Arlés, Ureña entrará en Sevilla cuando había sido descartado y Miguel Ángel Perera lo hará en Madrid porque en su momento no contaron con él. Quiero pensar que dichos toreros le habrán mandado telegramas de gratitud a Emilio de Justo porque, como decía, gracias a su desdicha, ellos han conseguido lo que no soñaban.
Seamos sensatos y, con la mano en el corazón respondámonos la pregunta que nos hacemos todos. ¿Qué hubiera pasado el domingo en Madrid si Emilio de Justo no hubiera resultado lesionado? La respuesta está clarísima y, en lo único que podíamos habernos equivocado es en la realización de la suerte suprema, es decir, si Emilio hubiera matado todos los toros con la rotundidad con la que mató al primero y único que lidió. Todos los cabales coinciden en que, en el peor de los casos, seis orejas hubieran ido a sus manos, algo que lo podría adivinar cualquiera al ver el juego que dieron los toros y, hasta el de Palha, el que menos opciones tuvo, en las manos del pacense igual le había cortado una oreja. Ahora, claro, todo son cábalas las que nos hacemos pero, de haber tenido la corrida su curso lógico y normal, ahora estaríamos hablando del rey de los toreros, que nadie lo dude.
Insisto que, su gran triunfo se produjo antes del paseíllo porque, para que nos hagamos una idea, un domingo de Resurrección confirmó su alternativa en Madrid, Alejandro Talavante teniendo, como padrino a El Juli y testigo José María Manzanares, cartel de auténtico tronío y, en dicha fecha, no congregaron ni tres cuartos de plaza. Luego, la fuerza taquillera del diestro de Torrejoncillo quedó más que demostrada, un logro que solo le superó el irrepetible Iván Fandiño aquella tarde aciaga por el resultado, igualmente en un domingo de Ramos en que, el diestro de Orduña puso el no hay billetes.
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