El “Todo por la Patria” y “A España servir hasta morir”, también reza para los soldados del CNI, aunque su trabajo impecable sea desbaratado y ellos presentados como una colección de mortadelos y filemones por la sórdida política que padecemos y por los sucios políticos que la ejecutan. Así como la labor de la Policía es en gran medida escatológica, la de los Servicios de Inteligencia es profiláctica. Literalmente, de profilaxis que viene del término griego Fýlax, que significa guardián, centinela, protector.
El valor de los soldados del CNI, sus misiones en la sombra y en la niebla, su silenciosa inteligencia y su impagable información sobre el enemigo, interior y exterior, en España suelen acabar en caricatura y charanga por culpa de los estúpidos y cobardes políticos a los que deben obediencia. He ahí cómo han terminado las obligadas escuchas a los enemigos terroristas y separatistas de España: en un vodevil siniestro convenientemente interpretado y jaleado para que los que odian a España acaben, todos, sentando plaza en la Comisión de Secretos Oficiales para mejor defender y obtener sus objetivos políticos de destruir a la Patria que les paga el sueldo, las prebendas y hasta sus vicios ocultos.
Stalin mandó fusilar al espía (comunista alemán) que le avisó de que la Wehrtmach iba a invadir la URSS. Los socialistas españoles con el consenso de Feijóo (ya lo verán) fusilarán a los agentes del CNI que han cumplido con su deber espiando al enemigo separatista y terrorista. ¿Por qué? Porque son unos mierdas y unos traidores que necesitan a los terroristas y a los separatistas para gobernar. Por eso no combaten al enemigo, buscan la coyunda, la alianza y el pacto con él al precio que sea, tal y como los emperadores romanos de la decadencia compraban con oro a los bárbaros para que no cruzaran ni el Rin ni el Danubio. El PSOE y el PP compraron a los separatistas y a los terroristas legalizándolos, dándoles escaños, gobiernos municipales y autonómicos, y haciéndolos imprescindibles para el Gobierno de España. El CNI les avisa de que el enemigo no ha renunciado a cruzar el Rubicón para destruir España, y el Gobierno de España, tal y como hizo Stalin, decide acabar con los espías que le avisan y no con el enemigo.
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