No pasa nada porque, mañana, con el permiso de Dios, una vez recupere el archivo correspondiente lo volveré a colgar y, así, sucesivamente para ver quien se cansa antes, los delincuentes que me atacan o mi fe abnegada por seguir defendiendo la verdad porque, a mis años, muriendo y defendiendo, hay que estar loco de remate como es mi caso pero, así me parió mi madre y así me presentaré ante el Altísimo.
Las llamadas en este día de domingo han sido incesantes porque, algunas personas de las que me han llamado, habían tenido la fortuna de leerlo y, emocionados me contaban que no podían entender cómo ese trabajo había desaparecido de la página. Entre ellos, me ha emocionado un señor que me ha dicho que, en el periodismo actual, salvo mi humilde persona, nadie es capaz de destapar escándalos como yo hice tantas veces. Tampoco me asiste más mérito que el de mi honradez y altura de miras por la vida. No soy un elegido, pero sí un señalado para contar lo que otros callan, lo que todos ocultan porque, amigos, en el periodismo se vive de la fantasía, de la propia farándula, pero nunca de la verdad que, casi siempre, suele doler más que una cornada a un torero.
Resulta significativo que, mis letras, como hiciera el diario El Mundo, ambas publicadas al unísono, mientras en el diario de Madrid siguen intactas, las nuestras han sido eliminadas, lo que viene a demostrar que el hacker que contrataron no tiene acceso a El Mundo o, en su defecto, le ha sido imposible acceder. Como digo, un hecho criminal en toda regla que, al final, los delincuentes a los que citaba habrán secuestrado mi artículo para evitar que se supiera de sus corruptelas pero, como quiera que la verdad, aunque cueste, al final siempre triunfa, los malhechores lo pagarán carísimo. Démonos un poquito de tiempo, no mucho.
Al margen de esa pandilla de ruines, cobardes, mezquinos, truhanes, delincuentes y demás ratas de alcantarilla, en el mundo de los toros me quedan personas de suma relevancia que siguen arropándome con su amistad y su cariño y, lo que es mejor, alentándome para que no desfallezca jamás en mi lucha. Esa es mi tarea y de tal forma moriré. A mis años, cambiar, es una tarea imposible.
Lo dijo Sócrates, la venganza es un plato que se sabe mejor si se sirve frío y, de tal manera lo serviré ante dichos delincuentes que, con toda seguridad, ese plato se les atragantará por completo. Y, repito, al hacker citado los buscaré y de encontrarle me acordaré de toda su generación y, en el peor los casos, le obligaré porque tengo argumentos para ello, para que me diga quién lo ha comprado. Excrementos para todos que buena falta les harán.
--Ilustra este ensayo el torero Manuel Escribano y, lo pongo como ejemplo para que entendamos cómo sería la crueldad si el próximo domingo que tiene el compromiso más grande de su vida, seis Miuras en Sevilla, el día anterior le secuestraran para que no mostrara la verdad y grandeza de su toreo. Sería un hecho criminal; pues eso mismo he sufrido yo en mis carnes.
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