Foto Maestranza-Pagés
Estuvieron porque lo merecían. Porque tenían verdadero énfasis por convertir el ostracismo en puro aliento esperanzador. La trascendencia de la tarde la evocaron en la traza de cruz que dejaron grabada en la fina arena amarilla antes de iniciar el paseíllo. Una huella cargada de simbolismo, de sueños, de triunfos, de vida… Hijos del olvido que, en el toreo, sufren demasiados. Tan sólo necesitaban el toro adecuado con el que poder mostrar talento y arte.
La oportunidad ganada
Manuel Viera
Burladero / 28 de abril de 2022
Llegaron con el sueño convertido en la realidad de estar donde deseaban estar. Entendiendo la importancia de volver a pisar la tierra dorada icono de la Maestranza de Sevilla. Todos tenían la vital necesidad del inmediato triunfo. La fuerza de su juventud, la enorme afición, y un empuje contagioso les hacía no claudicar a la adversidad.
Estuvieron porque lo merecían. Porque tenían verdadero énfasis por convertir el ostracismo en puro aliento esperanzador. La trascendencia de la tarde la evocaron en la traza de cruz que dejaron grabada en la fina arena amarilla antes de iniciar el paseíllo. Una huella cargada de simbolismo, de sueños, de triunfos, de vida… Hijos del olvido que, en el toreo, sufren demasiados. Tan sólo necesitaban el toro adecuado con el que poder mostrar talento y arte. Y como no, la suerte de que les tocase el ideal.
Y los hubo para que Ángel Jiménez, un refinado y estilista torero que goza de un concepto cargado de referencias artísticas diferenciales y notable intensidad creativa, regalara momentos interesantes de estremecedor sentimiento. Un toreo propio inconfundible de gran fuerza expresiva. Para que a Oliva Soto se le valore el concepto del que se vale para juzgar su eficacia y extraer el sentido de su valía. Fundamentalmente el sentimiento y la inspiración con el que puso en cuestión la base de su tauromaquia.
Para que Borja Jiménez exhibiera su elegancia, entre majestuosa y bella en los lances de capote. Y, sobre todo, para destacar como torero capaz de generar emociones con una personalidad muy afirmada y unas posibilidades extraordinarias. Para que Esaú Fernández, con innegable valor y actitud intachable, utilizara sus recursos, sin renunciar a su característico arrimón, para dominar complejas embestidas. Para que Javier Jiménez meciera la verónica con ritmo y manifiesta lentitud. Para que Lama de Góngora mostrara la despaciosidad de su capa y expusiera su capacidad para dominar unas embestidas que fueron fiel reflejo de la mansedumbre encastada.
Todos, confirmado quedó, pueden cambiar el rumbo de sus destinos y no vagar sin perder el sentido. Con ilusión dejaron una plaza oscura, de luz debilísima, que transmitía la sensación de la noche, del día ya ido. De la oportunidad ganada.
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