"Torear es un arte que debe hacerse como acariciando"
Antonio Bienvenida.
Retrato: Baldomero Romero Ressendi.
En este año que se cumplen cien años del nacimiento del maestro de maestros, Antonio Mejías "Bienvenida" iniciamos la publicación de una serie de artículos en su honor con el de nuestro distinguido bienvenidista el Profesor don Fortunato González Cruz, presidente nacional del Círculo T. A. Dinastía Bienvenida de Venezuela, fundador de la Cátedra Libre de Tauromaquia "Dr. Germán Briceño Ferrigni" de la Universidad de los Andes, y Académico de Mérida.
Obra de Diego Ramos
Antonio Bienvenida: Genio y figura
Fortunato González Cruz
Mérida-Venezuela, 9 Abril 2022
El Cossío, La “Biblia del Toreo”, en el volumen 10 de la edición de Espasa-Calpe y ABC dedicado a las biografías de toreros, se refiere a “Los Bienvenida” y a continuación señala lo siguiente:
“La dinastía de los Bienvenida, desde mediados del Siglo XIX hasta nuestros días, es la que ha aportado a la historia de la tauromaquia mayor número de toreros. Nada menos que diez hombres con el mismo nombre: vocación, conocimiento y responsabilidad de una profesión; orgullo y dignidad, torería y gracia durante siglo y medio”.
Al centrarse en la biografía de Antonio Mejías Jiménez, el séptimo de la Dinastía, comienza señalando que es un “Genial maestro, que ha toreado como nadie toreó nunca, fundiendo lo rondeño y lo sevillano en perfecta conjunción”.
Lo rondeño es hondo, pausado y sobrio; lo sevillano es todo eso con una mayor carga estética, que en Triana tiene un toque barroco, según los entendidos. El divino trianero Juan Belmonte le dijo a su biógrafo Manuel Chaves Nogales lo siguiente:
“Lo decisivo es el acento personal. Se torea como se es. Esto es lo importante: que la íntima emoción traspase el juego de la lidia. Que al torero, cuando termine la faena, se le salten las lágrimas o tenga esa sonrisa de beatitud, de plenitud espiritual, que el hombre siente cada vez que el ejercicio de su arte —el suyo peculiar, por ínfimo o humilde que sea— le hace sentir el aletazo de la Divinidad.”
Diría que Antonio Bienvenida es el exponente más importante de la armonía y de la elegancia, de la belleza de la forma y del movimiento, es decir de la conciliación entre el arte apolíneo y el dionisíaco. Quizás más apolíneo por la belleza corporal de Antonio Bienvenida. Para decirlo en lenguaje lorquiano, el arte cargado de ángel, de musa y del duende que llega a las profundidades de la emoción y de la pasión.
Se torea como se es y ¿Quién es Antonio Bienvenida? Un extremeño de la provincia de Badajoz y por eso su aire andaluz antes que manchego, más propio de la otra provincia de Cáceres. El pueblo de Bienvenida luce la torre mudéjar de la iglesia parroquial donde se venera a su patrona la Virgen de Los Milagros, su pueblo es devoto de San Isidro por ser tierra de agricultores, y los aires del sur suben por el Guadiana trayendo hasta aquí el aroma del Guadalquivir y del Mediterráneo. Pacense es el gentilicio de habitantes de Badajoz, que viene de antiguo por Pax Augusta, y culebrones a los del pueblo de Bienvenida, que les gusta más el de bienvenidesenses, por supuesto. Son gente de paz y hospitalarios, esforzados trabajadores y de familias bien constituidas. En sus sabores prevalece el cordero bien en caldereta o en chanfaina; los jamones y embutidos como en toda Extremadura, y los caldos del Guadiana que comienzan a tener algún prestigio. Prevalece el color verde, como la bandera extremeña que pinta las banderillas de Ferrera. Allí Los Bienvenida tienen su casa- museo que expone las cosas y trastes de la familia. Los Bienvenida vivieron en Dos Hermanas y Antonio confiesa sentirse sevillano. Le preguntaron si no se percibe como madrileño y su respuesta fue directa: “en Madrid me quieren”.
La impronta de las circunstancias de lugar sella a los Bienvenida. Forman un hogar amoroso, disciplinado, trabajador, muy bien educados y fieles devotos de la Iglesia Católica. Tienen una alegría franca y contagiosa, con un aire caribeño que quizás le viene de su estancia en Caracas, donde nació Antonio casi por casualidad.
Esa alegría quedó grabada en la fotografía de la familia Mejías Jiménez tomada en su finca sevillana de Dos Hermanas donde se ven sentados en sillas de mimbre de derecha a izquierda Pepe, don Manuel y su esposa doña Carmen, y Manolo. De pie están Ángel Luis, Juanito, Carmen Pilar y Antonio sin la sonrisa de los demás y con sombrero. Salta a la vista la elegancia, el saber estar, una paz interior en cada uno de ellos y el conjunto deja una sensación de un hogar feliz, como en efecto lo fue pese a las adversidades.
Las circunstancias del agitado tiempo que les correspondió vivir les templó el carácter sin menguar su buen humor, puesto que la actitud colectiva, bajo la conducción del pater familia, fue de confiar en Dios, orar y enfrentar la vida con coraje, prudencia y optimismo. Antonio es un destacado miembro de una familia unida, cohesionada por el amor a Dios y la pasión taurina, bases fundamentales que le aportan los valores morales, éticos y cívicos que hacen de los Bienvenida un ejemplo para España y para todo el mundo taurino. Representan la España noble, culta, apasionada, valiente, cristiana y taurina.
Antonio Bienvenida fue en los ruedos un ejemplo de coherencia entre los valores familiares y su tauromaquia: El toreo bienvenidista. “Mi padre me enseñó todo del toro y de la vida” dijo en una entrevista.
Se torea como se es y Antonio marcó en el mundo taurino su autenticidad que pagó con espeluznantes cornadas y confrontación con sus colegas por defender la pureza y la lealtad taurinas, que parten del toro íntegro, sin manipulaciones que menoscaben su bravura y su peligro, que es la esencia del toreo como valor ético y estético. Lo dijo Antonio: “Cada uno tiene el toreo conforme a su personalidad”.
Cuando le preguntaron si le gustaba que lo calificaran como torero clásico respondió que sí, sin despreciar ni a los innovadores ni a los tremendistas pues cada uno tiene su público. ¿Banderillero? No tanto. Afirmó que un torero debe dominar los tres tercios de la lidia pero no le gustaba poner las banderillas. “Mi hermano Pepe lo hace mejor” dijo, como también que su hermano Manolo fue el mejor de los Bienvenida, de quien admiraba “su valor, su arte y su gracia, a quien no le llegamos a sus zapatillas”.
Respetó a todos los toreros y admiró en particular a quienes marcaron épocas como Joselito y Belmonte. Luego vino una temporada difícil en la que destacaron Domingo Ortega, Marcial Lalanda y otros. Surge Manolete a quien califica de estoico, y a El Cordobés que rompe moldes y respeta sus formas poco convencionales. De las toreras, en su época había pocas pero admiró a Conchita Cintrón y dijo que lo más importante en la incursión de las mujeres en el toreo es que mantengan incólume su feminidad. Los aplausos le agradaban y confiesa la vanidad de todo artista: Vanidad y afición. Las rechiflas le apenaban y señaló que hay que aguantar las broncas aunque fuesen injustas, puesto que hay veces que el toro no permite desarrollar una faena que al primero que preocupa es al torero. “Me he sentido fracasado cuando no he entendido el toro”. En este sentido señaló que en la plaza hay que fijarse más en el toro que en el torero, puesto que el reto de éste es descifrar el comportamiento, la embestida, los terrenos del toro y hacerle la faena, dominarlo “y torearlo con temple, despacio, lo más despacio posible porque como es un momento, un instante que se va, queremos hacerlo muy despacio para tenerlo el mayor tiempo posible”. De las heridas señaló que las que produce el toro se curan más fácilmente que las que da la vida.
Para conocer el toreo de Antonio Bienvenida hay que verlo. Gracias a Dios y a la tecnología hay filmaciones disponibles en la web y podemos admirarlo desde el patio de cuadrillas, en el paseíllo, en lances y quites, en banderillas, con su poderosa muleta y la firmeza de la estocada. Un torero de época, un estilo que se enriquece con el aporte invaluable de sus hermanos y que crece con el tiempo, como la luminosidad del sol al amanecer.
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