La cuestión no estriba en que, como sucede ahora, muchos toreros, cuando se encuentran con Miguel Maestro le colman de abrazos y le llenan de parabienes por su valiente actitud que ha tenido al rebelarse contra los que han jugado con sus ilusiones. La solución para todos los males de la torería actual no sería otra que la rebelión en toda regla hacia los empresarios, incluidos los primeros espadas liderando la revuelta; no porque a ellos les haga falta, pero sí para dignificar a los humildes que, como siempre viven en soledad en todos los órdenes.
Si los toreros se sintieran arropados unos entre otros, ahora mismo, matadores como Curro Díaz, Rafaelillo, Manolo Escribano, Sergio Serrano y algunos más, ya deberían de estar boicoteando la feria de Madrid de la que se les ha excluido por un capricho empresarial puesto que, los diestros citados, han enardecido al público de Madrid con sus actuaciones anteriores y, al final, a la puta calle. Como dije, hasta los mandones del escalafón deberían tener la suficiente sensibilidad para posicionarse junto a los diestros referidos porque, cuidado, no estamos hablando de unos chalados que quieren ser toreros, abogamos por unos matadores que tienen un palmarés envidiable como para no ser ninguneados por la primera plaza del mundo en la que, todos, han dejado su estela imborrable.
Dije tres millones de veces que ni en Madrid ni en ninguna plaza del mundo caben todos los toreros; lo que sobran son matadores de toros porque no hay sitio para ellos pero, a su vez, los que tienen un bagaje de triunfos admirables, ellos no deberían de faltar nunca en la plaza en la que han triunfado. La unión hace siempre la fuerza, el ejemplo lo tenemos en las empresas puesto que, sabedores de los tiempos difíciles que se avecinaban, en su día se fusionaron y ganaron la batalla. Cierto es que, en el toreo, lo que no existe es la unión, pero por parte de nadie, por dicha razón siempre salen triunfadores los empresarios.
Los toreros, gallardamente, al estilo Miguel Maestro, deberían de alzar la voz para decir la célebre frase que dice que de mi hambre me rio yo, pero nadie más. Pero no, ellos prefieren pasar hambre, necesidades, sufrir tropelías y, para colmo, que los demás se rían de ellos porque, ya me contarán ustedes si la exclusión de los matadores antes citados no es un asunto de cachondeo por parte de la empresa de Madrid hacia unos hombres admirables.
Vivimos pues, ante el silencio de los corderos, esos hombres admirados por su gallardía en el ruedo pero que, en la calle apenas son unos corderitos manejados al antojo del poder porque no tienen alientos ni para alzar la voz en aras de la justicia que merecen. Los hechos nos vienen a demostrar que los toreros están más desamparados que cualquier trabajador metalúrgico puesto que, el representante del colectivo de los diestros está más parado que un puente o, lo que es lo mismo, dichos trabajadores esperando que les defiende el bobo de UGT, el tal Pepe Álvarez que, lo único que sabe es vivir como un ministro y hacerles creer a los trabajadores que vela por ellos.
Si tengo claro que, si de la noche a la mañana muchos toreros, o los que debieran, alzaran la voz, posiblemente cambiaría la decoración porque, los empresarios, de los toros o de la rama que fuere, a lo único que le temen es al escándalo por parte de sus subordinados. Eso sí, mientras siga imperando el mutismo los empresarios camparán a sus anchas amparados por ese silencio cobarde que les lleva a todos los toreros a la miseria.
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