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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 6 de agosto de 2025

La plaza de las Ventas de Madrid: espejo de la tauromaquia / por Manuel Estévez


'..Afortunadamente, y aunque nos duelan prendas como cordobeses, hay una plaza que resiste a modo de bastión para la fiesta de los toros. Ahí está y sigue firme en pie: Las Ventas. Cuando caiga (esperemos que no), caerá la tauromaquia..'

El portalón de San Lorenzo
La plaza de las Ventas de Madrid: espejo de la tauromaquia

«El Cordobés fue el torero que hizo necesario e inevitable llevar la televisión a las plazas de toros, porque todo el mundo quería verlo»

Manuel Estévez
No cabe duda de que la Fiesta Nacional, la fiesta de los toros, salvo momentos de éxtasis de grandes estrellas como Morante de la Puebla, no atraviesa por sus mejores momentos. Además de la pérdida paulatina de aficionados, variopintos sectores y poderes políticos, por lo general de la llamada izquierda, la quieren borrar del mapa propagando a coro términos como «maltrato animal», «salvajismo» o «asesinos» (paradójicamente, muchos de estos anti-taurinos son condescendientes con asesinos de verdad como los de la ETA). Igualmente, es denigrada por los separatistas por representar de alguna forma «lo español», esos mismos separatistas que ven maltrato en nuestras corrida de toros pero no en sus espectáculos populares de un toro con fuego en sus astas.

Ya en su día, en 1994, bajo peregrinas justificaciones, hubo un intento por parte del último gobierno de Felipe González de quitar de nuestras carreteras el toro de Osborne diseñado por el artista Manolo Prieto. La primera reproducción de este símbolo tan nuestro se hizo en 1956 en la sobria carretera de Madrid a Burgos. Y ya a partir de 1958 comenzaron a proliferar por las principales carreteras de España las vallas publicitarias con el famoso toro, primero en madera, y a partir de 1961 protegidas con un chapado de metal para evitar las inclemencias del tiempo. La campaña publicitaria trascendió con mucho su papel y el toro de Osborne se convirtió en un elemento pintoresco del paisaje español.

De nada parecía servir todo para los políticos socialistas de los años 90. El principal impulsor de la medida contra el toro de Osborne fue el atemporal catalán José Borrell, ministro de Obras Públicas del momento. Pero el dislate se topó con reiteradas protestas populares, apoyadas por ayuntamientos e incluso gobiernos autonómicos, incluso del PSOE. El asunto se llevó hasta al Tribunal Supremo así que, finalmente, el Congreso de los Diputados, de mayoría socialista con sus aliados, tragó saliva, se echó atrás, y paró la iniciativa del Ejecutivo (entonces todavía existían contrapoderes sociales y políticos). Para rematar, el Tribunal Supremo declaró en 1997 al toro de Osborne como «patrimonio artístico y cultural de los pueblos de España». Al final, sólo tuvo que quitarse la publicidad de la marca de vinos y el toro fue indultado. Fue un final feliz, pero no tengo ninguna duda de que, en la España anestesiada y apática de hoy, si esta iniciativa «progresista» del gobierno se hubiese planteado ahora se habrían llevado el toro por delante y todo lo que hiciera falta.

El familiar y español Toro de Osborne

Retomando al mundo del toro en sí, aunque fui uno más entre la inmensa mayoría de cordobeses que seguían con interés y orgullo la carrera de nuestros paisanos Manuel Benítez ‘El Cordobés’ o los duelos entre Juan Serrano ‘Finito de Córdoba y Rafael González ‘Chiquilín' como novilleros, no me considero un aficionado de verdad, a pesar de estar siempre rodeado por amantes del mundo del toro, tanto familiares directos míos, empezando por mi padre y mi hermano mayor, como amigos y conocidos, recordando al inolvidable Rafael Sánchez González, gran amante de Córdoba y taurino de primera que presenciaba hasta las novilladas, o a mi tocayo (sólo coincidíamos en el apellido) Antonio Estévez Toledano, compañero en Westinghouse y aficionado hasta la médula de Finito, al que acompañó en su presentación en Méjico.

Aún así, me duele cuando los políticos progresistas que nos gobiernan siguen sin descanso con su campaña de acoso y derribo contra la tauromaquia, que siempre formó parte de la cultura española en la que me incluyo. Para mostrar su importancia social, ahí tenemos como ejemplo a un Luis de Góngora, cima poética y cultural de nuestro país, pero que como miembro del Cabildo de la Catedral de Córdoba fue amonestado por sus superiores porque iba demasiado a los toros y tampoco era plan de que lo viesen siempre por allí en vez de en actos piadosos más propios del clero. Le dio lo mismo al insigne poeta. El último ataque ha sido la supresión por parte del gobierno central del premio que suponía un reconocimiento a la Fiesta Nacional, alegando que eso «no es cultura» (¿sabrán que había ya corridas de toros en la Creta pre-helénica?), pero seguramente el verdadero motivo sea que a esta gente y a sus socios lo de «nacional» como que les da urticaria.

Afortunadamente, y aunque nos duelan prendas como cordobeses, hay una plaza que resiste a modo de bastión para la fiesta de los toros. Ahí está y sigue firme en pie: Las Ventas. Cuando caiga (esperemos que no), caerá la tauromaquia.

La plaza de las Ventas

A pesar de que la primera corrida de toros en la plaza llamada por su nombre completo como «Las Ventas del Espíritu Santo» tuvo lugar el 17 de junio de 1931, recién estrenada la II República siendo alcalde de Madrid don Pedro Rico, y que consistió en un acto benéfico para recaudar fondos destinados a paliar las dificultades de los pobres de la capital, la inauguración oficial tuvo lugar más de tres años después, el 21 de octubre de 1934, con una corrida de toros en la que intervinieron las principales figuras de aquel entonces, Juan Belmonte, Marcial Lalanda y Cagancho, con toros de Carmen de Federico.

Tres festejos compusieron esta primera, por decirlo de alguna manera, temporada en Las Ventas, con sólo dos corridas de toros y una novillada (aunque, aun con su precariedad, ya era más que los festejos que ofrece hoy la plaza de toros de Córdoba). Al año siguiente, 1935, ya tuvo lugar la primera temporada completa como tal, con nada menos que 47 festejos: 23 corridas de toros y 24 novilladas.

En el segundo de los festejos de 1935 se produjo el primer herido registrado en el coso, concretamente el novillero Félix Almagro, quien, tras la Guerra Civil, sería también, por desgracia, la primera víctima mortal en Las Ventas. Esa temporada de 1935 presenció también el último paseíllo de Juan Belmonte en Madrid, el 22 de Septiembre, cortando orejas y rabo a un toro de Coquilla.

Acabada la contienda (en la cual la plaza se usó como huerta, o eso decía la propaganda) volvieron los toros el 24 de mayo de 1939, con una corrida en la que intervinieron Marcial Lalanda, Vicente Barrera, ‘El Estudiante, Pepe Amorós, Domingo Ortega, Pepe Bienvenida y nuestro paisano el rejoneador Antonio Cañero Baena.

A principios de los años cuarenta, en una España destrozada, hasta la cabaña de toros bravos estaba bajo mínimos, por lo que esos años hubo más novilladas que corridas de toros. Poco a poco se estabilizó la situación y apareció, como un «monstruo» que sólo sale cada varias décadas, un tal Manuel Rodríguez Sánchez ‘Manolete’ de Córdoba. De entre sus hazañas es recordada todavía hoy la de la Corrida de la Prensa del 6 de julio de 1944 en Las Ventas. En la primera faena que brindaba al público madrileño, a un sobrero de la ganadería portuguesa de Pinto Barreiros por nombre Ratón, el IV Califa provocó la apoteosis total, con el público levantado de sus asientos siguiendo entusiasmado la lidia de pie. Los diarios del día siguiente trataron de contar lo que allí se había visto y vivido, pero era imposible, porque era inenarrable.

En 1947, el año de la tragedia de Linares, ocurrió un hecho relevante para el futuro de la plaza: se creó, para conferir carácter de permanencia y estabilidad a los festejos taurinos, la Feria de San Isidro, idea de un asesor llamado don Livino Stuyck (vástago de una familia con origen flamenco relacionada con los tapices y Amberes). Sin embargo, la iniciativa no tuvo mucho eco al principio entre las figuras del toreo, así que empezó modestamente con sólo cuatro corridas y una novillada.

Santiago Martín 'El Viti', el rey de la Puerta Grande de las Ventas

La década prodigiosa

La década de los años cincuenta ha sido denominada por la mayor parte de los entendidos como la «década prodigiosa» del toreo con grandes figuras como Julio Aparicio, Rafael Ortega, Miguel Báez 'Litri', César Girón, o Antonio Bienvenida, torero de larguísima trayectoria profesional y récord absoluto de actuaciones en Las Ventas con 96 actuaciones, por citar sólo algunos ejemplos. Antonio Ordóñez, que tomaba la alternativa en estos años, destacaría en la siguiente década.

El Cordobés después del triunfo Feria San Isidro de 1970

Los años sesenta mostraron al principio la continuidad con Antonio Ordóñez y Cesar Girón, pero al poco surgieron nuevas estrellas como Gregorio Sánchez, Antonio Chenel ‘Antoñete’, Andrés Vázquez (con sus corridas «duras»), Diego Puerta, Paco Camino, Santiago Martín 'El Viti', que tuvo en Las Ventas su gran escenario, y el genial, para lo bueno y lo malo, Curro Romero, o Manuel Benítez ‘El Cordobés’, la estrella absoluta del toreo en aquellos años.

Y es que El Cordobés estuvo a la cabeza indiscutible del escalafón durante bastante tiempo, llegando incluso a superar las cien corridas toreadas algunas temporadas. Fue el torero que hizo necesario e inevitable llevar la televisión a las plazas de toros, porque todo el mundo quería verlo. Como ejemplo, muchos jurados de empresa de las grandes fábricas consiguieron pactar acuerdos para que en caso de que se diese una corrida televisada de El Cordobés los trabajadores pudieran salir para presenciar dicha corrida. Y si no había acuerdos o eran pequeñas empresas sin jurados muchos trabajadores se plantaban y se iban a verlo por su cuenta. Los que vivimos aquella época podemos certificar que cuando toreaba y se retransmitía por televisión las calles de las ciudades y de los pueblos se quedaban vacías.

Y si es verdad que fue el primer torero en ganar la escalofriante cifra de un millón de pesetas por actuación (de él viene lo de llamar kilo al millón, porque decía que eso pesaba un maletín lleno con billetes de mil), empresarios, ganaderos, hosteleros, turismo, etcétera y todo lo que se relacionara supieron aprovechar el tirón que tuvo el torero de Palma de Río. Sin entrar en debates sobre ortodoxias taurinas, fue un fenómeno excepcional y, por supuesto, también en Madrid. Así, ocupó el famoso «Editorial de los gallos» que le dedicó el periodista Emilio Romero en el diario ‘Pueblo’ después de cortar cuatro orejas en cada una de sus actuaciones del 20 y 23 de junio de 1970, donde convirtió la plaza de las Ventas en un manicomio.

Y así, a partir de los años sesenta los toros se convirtieron en un espectáculo de masas con la televisión multiplicando hasta límites insospechados el número de aficionados o simples espectadores. Pero esto no implicaba que las plazas se vaciaran, al contrario, fue una década de llenos absolutos, estuviera o no El Cordobés. Eso sí, arreciaba cada vez más el rum rum de que las ganaderías buscaban, por exigencias de las grandes figuras, un tipo de toro menos peligroso y más manejable para la lidia. Y otros espectáculos de masas como el fútbol, gracias también a la televisión, estaban llamando a la puerta.

Dos jóvenes que venían fuerte desde finales de los sesenta, Paco Camino y Francisco Rivera 'Paquirri', abrieron el umbral de los setenta en Madrid, donde se les unieron Palomo Linares, el Niño de la Capea, José María Manzanares o el ‘Jabato’ Ruiz Miguel. Años donde gran parte de Las Ventas empezó a creerse en serio su propia imagen de ser la plaza seria y ortodoxa, que quitaba y ponía. Y, además, son los años, donde el fútbol ya había desplazado claramente a los toros como espectáculo y fenómeno social.

En los ochenta cobró un gran protagonismo el torero local mimado del público, ya veterano de la década anterior, Antonio Chenel ‘Antoñete’, junto a destellos de figuras como el inefable Curro Romero, con dos importantes faenas en 1981 y 1985, o un joven Ortega Cano en la Feria de San Isidro de 1985. Julio Robles, Paco Ojeda o el malogrado José Cubero ‘Yiyo’ serían otros toreros con cartel en el coso madrileño, donde los más puristas’ clamaban porque volviese el toro de siempre (?) colocando en un altar la ganadería de Victorino Martín por la acometividad y peligro de sus ejemplares, dignos sucesores de los míticos Miuras.

Ya en los noventa, al albur de las nuevas televisiones y medios de comunicación, y tras los fastos del 92 con Ortega Cano y el colombiano César Rincón al frente, comenzó la carrera de jóvenes famosos como Enrique Ponce, Finito de Córdoba o Jesulín de Ubrique que triunfaron por toda España, pero no sería Las Ventas, con excepciones, donde encontrarían el cariño de un público que, cada vez más, jugaba su papel de dictar sentencia de forma inapelable.

Y desde los noventa que cerraron el siglo XX hasta hoy, más de quinientos matadores han toreado en Las Ventas contando desde la Guerra Civil. En torno a cien de ellos fueron los elegidos para traspasar, al menos una vez, el umbral de su Puerta Grande y recorrer a hombros de los aficionados la calle de Alcalá arriba.

A continuación, como curiosidad, muestro el listado de matadores con este honor, que encabeza, de forma sorprendente, El Viti, con 14 salidas a hombros, 13 de ellas en San Isidro (la otra fue en la Corrida de la Beneficencia). De nuestros paisanos cordobeses el último fue Finito, en 1993, hace ya demasiados años.

Escalafón de puertas grandes en Las Ventas

14 Salidas: Santiago Martín ‘El Viti’ 1961, 1962, 1964, 1965(2), 1966(2), 1967, 1969 (2), 1970 (2), 1971, 1973.

12 Salidas: Paco Camino 1963, 1967 (2), 1968, 1969( 2), 1970, 1971, 1972, 1973, 1974, 1975, 1976.

11 Salidas: Antonio Bienvenida 1942, 1947, 1952, 1954 (2), 1955, 1959, 1963, 1966 (2), 1971.

10 Salidas: Andrés Vázquez 1962 (2), 1966, 1969, 1970 (3), 1971, 1974, 1977. Francisco Ruiz Miguel 1973 (2), 1974 (2), 1978, 1980, 1982, 1984, 1986, 1989,

8 Salidas: Diego Puerta 1960, 1965, 1966 (2), 1967, 1969, 1970, 1974. Manuel Benítez ‘El Cordobés’ 1964, 1965, 1966, 1967, 1968 (2), 1970 (2).

7 Salidas: Julio Aparicio 1951, 1953, 1954(2), 1955, 1957, 1962, Miguel Báez ‘El Litri’ 1951 (2), 1957 (2), 1964, 1966 (2). Gregorio Sánchez 1956, 1957 (2), 1960 (2), 1963, 1970. Rafael Ortega 1949, 1950, 1952, 1953, 1954, 1967.

6 Salidas: Francisco Rivera ‘Paquirri’ 1969 (3), 1974, 1979, 1980. César Rincón 1991 (4), 1995, 2005.

5 Salidas: Marcial Lalanda 1934, 1939, 1940, 1941, 1942 (hay que añadir que cortó rabo). Luis Miguel Dominguín, Antonio Ordóñez, Antonio Chenel «Antoñete», César Girón, Pedro Moya "Niño de la Capea” y José Tomás.

4 Salidas: Manolo Bienvenida, Manuel Rodríguez ‘Manolete’ (1941, 1942, 1944, 1947), Raúl Acha Rovira, Agustín Parra ‘Parrita’, Manolo González, Ángel Teruel, José Ortega Cano, José Miguel Arroyo ‘Joselito’ y Luis Francisco Esplá.

3 Salidas: Juan Belmonte, Pepe Bienvenida, Nicanor Villalta, Carlos Arruza, Manuel Jiménez Díaz ‘Chicuelo II’, Andrés Hernando, Agustín Castellanos ‘El Puri’, Santiago Castro ‘Luguillano’, Inchausti ‘Tinín’, Sebastián Martínez ‘Chanito’, A. Millán ‘Carnicerito de Úbeda’, José María Manzanares, Julio Robles, Enrique Ponce, Curro Caro, Domingo Ortega, Lorenzo Garza, Juan Belmonte Campoy y Luis Gómez ‘El Estudiante’.

2 Salidas: Manolo Vázquez, Juan Silveti, Luis Segura, Manolo Amador, Miguel Márquez, Miguel Mateo ‘Miguelín’, Sebastián Palomo Linares, Gregorio Lalanda, Florencio Casado ‘El Hencho’ (1971, 1974), José Ruiz ‘Calatraveño’, Eloy Cavazos, José Luis Palomar, Curro Vázquez, Paco Ojeda, José Antonio Campuzano, Víctor Méndez, Manuel Ruiz ‘Manili’, Víctor Puerto, Manuel Caballero, Eugenio de Mora, Uceda Leal, José Pacheco ‘El Califa’ y Fernando Robleño.

1 Salida: Alfredo Corrochano, Pepe Gallardo, Antonio García Maravilla, Pepe Luis Vázquez, Rafael Ortega ‘Gallito’, Emiliano de la Casa ‘Morenito de Talavera’, Manolo Navarro, Pepín Martín Vázquez, Carlos Vera ‘Cañitas’, Fermín Rivera, Rafael Llorente, Paco Muñoz, Juan Posada, Manuel Calero ‘Calerito’, Manuel Carmona, Emilio Ortuño Jumillano, Pedro Martínez Pedrés, Alfonso Merino, Pablo Lozano, Ramón Solano ‘Solanito’, Antonio Cobo, Marcos de Celis, Jaime Ostos, Fermín Murillo, Victoriano Valencia, Emilio Oliva, Agapito García ‘Serranito’, Manolo Cortés, Juan José, Vicente Fernández ‘El Caracol’, V. Manuel Martín, Pedrín Benjumea, José Falcón, Antonio Lomelín, Luis Parra ‘El Jerezano’, Adolfo Avila ‘El Paquiro’, J. Carlos Beca Belmonte, Dámaso Gómez, José Fuentes, José Cubero ‘Yiyo’, Curro Durán, J.A. Ruiz ‘Espartaco’, Sánchez Puerto, Morenito de Talavera, Roberto Domínguez, Fernando Cámara, Juan Cuéllar, Mariano Jiménez, Oscar Higares, Javier Vázquez, Finito de Córdoba (1993), Julio Aparicio (hijo), Juan Mora, Domingo Valderrama, Luis Miguel Encabo, José Luis Moreno, Carlos Escolar Frascuelo, Miguel Abellán, Miguel Martín, Rafael de Julia, Antonio Ferrera, Juan Diego, Matías Tejela y Manuel Jesús ‘El Cid’.

Los toros ahora

Ahora, los espectáculos que ofrecían las corridas de toros en televisión brillan por su ausencia, y quizás lo único alternativo que nos ofrecen sea el espectáculo del Congreso de los Diputados, en donde cada diputado, con la fuerza (en sentido figurado) de un toro, lanzan sus diatribas contra el adversario político con saña y fijación. Se habla de corrupción, de saunas, y otros lugares de encuentros como prostíbulos y espionajes, así como de fraudes a Hacienda. Y la presidenta de la improvisada plaza en lo que se puede decir que se ha convertido el Congreso se limita a sacar el pañuelo para dar los pertinentes avisos o para pedirle compostura al torero que tiene la palabra, dando la impresión de que en esta democracia nuestra, por muchas cosas que se oigan allí, por disparatado y corrupto que le pueda parecer a los ciudadanos, da igual lo que se diga o no se diga, pues lo único que les vale son los acuerdos y los votos comprados con el dinero de todos los españoles.

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