"...La decadencia del toreo contemporáneo sólo es la consecuencia de la lucha interesada de un lobby taurino para expulsar de los toros al toro, esa fiera totalitaria y, por tanto, “pelín fascista”, criada con el único fin de estropearle al artista su dibujo de dengue y aletazo..."
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Madrid, 30 de Enero de 2014.- ABC entregó anoche al Cid su premio al toreo del año, toreo de todos los años de El Cid, señor del toreo supremo, que es, dicho por Corrochano, el toreo que fluye con naturalidad, sin violencias y espontáneamente… ante un toro.
La decadencia del toreo contemporáneo sólo es la consecuencia de la lucha interesada de un lobby taurino para expulsar de los toros al toro, esa fiera totalitaria y, por tanto, “pelín fascista”, criada con el único fin de estropearle al artista su dibujo de dengue y aletazo.
Se llama Toreo Cultural, rama industrial de la Casa de las Siete Chimeneas, hoy pastoreada por un antitaurino, Lassalle, quien, en la inminencia de cruzarse en la calle con alguien de derechas, cambia españolazamente de acera.
–Mire usted, querido Ruano: usted me estima y yo le correspondo, pero son tiempos de pocas bromas y usted tiene fama de fascista. De modo que le agradeceré que no se muestre tan efusivo conmigo en público, porque yo soy un republicano que está con el pueblo.
–Descuide usted, Manolo (Manolo era Manuel Machado)… Ni en público ni en privado. Por mí puede usted irse a la mierda.
A entregar al Cid el ABC del año taurino por su faena de Otoño en Madrid vino Ana Botella, que ocupa el sillón del taurino más “gregui-gitano” que ha dado la política española, Enrique Tierno Galván, autor de “Los toros, acontecimiento nacional”.
(“¡Cuidado con los griegos!” dijo Bergamín a María Zambrano. “Con todos. Y con los ‘gregui-gitanos’, como Platón, más.”)
El Cid está fuera de época y de lugar (la empresa madrileña milita en el antitaurinismo) porque es el único torero que ha abierto Madrid, Sevilla y Bilbao pegando naturales a los toros victorinos.
Espoleado por la adversidad, El Cid dictó en Otoño, desde la pureza de su toreo al natural, una faena de Madrid: breve, seca y cellinesca, de cuando a Cellini, que vio una salamandra en el fuego, lo apalizó su padre para que esa visión tan rara le quedara en la memoria.
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