Pie de Caballero
José Ramón Márquez
Son unos fieras los Choperón Father & Son, cada día mejorando sus propuestas para elevar si cabe aún más esta Feria del Isidro ’14, feria de triunfos sin tasa y de innegables éxitos ganaderos, que los jurados, por lo visto hasta el momento, se las van a ver negras para tener que elegir de entre tantas tan buenas, la mejor. Para mí el premio Taurodelta, de momento, es para Peñajara, pero no anticipemos que queda mucha feria para intentar mejorar esa corrida. Decíamos lo de la mejora de las propuestas porque si ayer nos sorprendieron con un espectacular concurso de ganaderías, hoy nos han traído en la novillada un desafío ganadero, que eso de una sola ganadería es muy soso y queda mejor oponer dos de un encaste similar, tres y tres, para dar aliciente a la cosa y que cada aficionado vaya decantándose por la una o por la otra. Mucho mejor que la que se había anunciado de Guadaira, a última hora se les ocurrió el desafío ganadero y metieron tres de Montealto. Lucha de fratricida de Domecqs, Díez vs. Solís, a ver quién gana.
Para quien quiera tener una visión general y desinteresada sobre los Domecq remitimos al lector una vez más a la página 14 del programa oficial, que hoy vuelve a ser la página oficial donde vuelve a figurar lo de todos los días, lo de que se arrancan pronto y lo hacen galopando con alegría y fijeza, como el búho, que se fija un montón, apostillamos nosotros. Lo de que vinieron a Madrid doce toros para aprobar tres de Guadaira es una de tantas leyendas urbanas que habrá sido esparcida por algún resentido o aguafiestas, dispuesto a atacar la inteligencia de los Choperon’s, comprometidos permanentemente en su lucha por la innovación.
Para finiquitar los dos tríos de novillos se ajustó a Román, Gonzalo Caballero y Posada de Maravillas (Posada de la Villa dijo un jubilado en la andanada, confundiendo el restaurante propiedad de los herederos de Félix Colomo con el novillero heredero de los Posada).
A Román no tengo ni idea de por qué le trajeron a Madrid. Bueno, en realidad no estaba en el cartel, que venía en sustitución de Martín Escudero, pero lo que no me entra en la cabeza es que se arriesgasen a traerle otra vez a Madrid. A lo mejor pensaron que la chamba que tuvo en su anterior comparecencia se iba a repetir y que el toreo que se marcó con los tendidos a base de bullanga y desparpajo se podría revivir. A cambio tuvo la mala suerte de que le saliese el que seguramente sea el novillo más difícil con el que se ha encontrado en su vida. El animal se llamaba Impositor, como los de las cartillas de cuando había Caja de Ahorros, su número el 4, y su pelo negro. Este novillo le supuso a Román un máster acelerado en lo que puede ser un novillo con su personalidad, su casta y sus dificultades. El resultado fue que la faena, por llamarla de alguna manera, sólo tuvo un registro: el del ¡ay!, porque las veces que no le atropelló, estuvo a punto de hacerlo. Frente al animal Román no puso un solo argumento que demostrase que sabía lo que había que hacer, ni una sola prueba de que lo hiciese, aunque fuera por intuición. En el Montealto trató de llevar el agua al molino del bullimiento y la frescura, pero me temo que esta tarde nadie le hizo caso.
Gonzalo Caballero venía de dejar una buena impresión en Sevilla y se le esperaba con gusto. Fue su primer novillo, el Guadaira, bastante manejable y desprovisto de malas intenciones. Caballero dejó el sello de su personalidad queriendo torear vertical, sacando algunos redondos estimables y tratando de medio mantener la posición, digamos al hilo, y sin echar la pata atrás, como todos hacen. Pongamos que manejó registros equivalentes a los de la segunda faena de Perera del otro día, incluso idéntica frialdad. La faena tuvo un inspirado inicio y un tonto final cuando remató con la peste de las bernardas, a ver si calentaba un poco el ambiente, y se volcó en una estocada defectuosa en la que el propio torero, en el desarrollo de la suerte, saca un poco el estoque para que no asome. El otro, el Montealto, se ve que no se había leído lo de la página 14, lo del galope alegre y la fijeza, porque ni por ésas. En las fases iniciales, antes de que el bicho se echase al monte, Caballero, más bien descolocado, le condujo en redondos ceñidos y mal resueltos que le obligaban a rectificar constantemente la posición entre pase y pase a base de carreritas. Hubiese gustado verle con mejor toro.
Posada no sé de dónde habrá sacado lo de las Maravillas. A Joselito, Gallito, le llamaban en su época y le seguimos llamando Joselito Maravilla, pero eso es una denominación que salió de los públicos, de los revisteros y no como éste, que se ha puesto en el nombre la Maravilla de antemano (de antebraso, decía un colombiano), por si acaso a nadie se le ocurría ponérsela. Posada sorteó el mejor lote. El mejor Guadaira, Jipío, número 50, y el mejor Montealto, Zurito, número 57, y ninguno de ellos le sirvió para llegar a decir nada. Lo mejor de su actuación, un galleo por chicuelinas.
Lo demás, para olvidar.
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