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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 29 de mayo de 2014

Madrid. 20º de San Isidro: Destacó la templada desenvoltura de Rubén Pinar / Por J.A. del Moral





Rubén Pinar en redondo con el sexto Ibán /Fotografía de La Loma/


20ª de la feria de San Isidro en Madrid
Destacó la templada desenvoltura de Rubén Pinar

J.A. del Moral
El buen torero de Albacete fue el que mejor anduvo de la terna, sobresaliendo por gran lidiador y solvente además de templado muletero aunque el público no lo valoró debidamente por creer que la bravura equivoca en el caballo de la mayoría de los toros de Baltasar Ibán –superiormente presentados – conduciría a un más aprovechable comportamiento en la muleta. Solo el primero y sobre todo el tercero resultaron agradables en el último tercio. Fernando Robleño y Luís Bolívar no acabaron de centrarse y pasaron prácticamente desapercibidos. 

Madrid. Plaza de Las Ventas. Miércoles 28 de mayo de 2014. Vigésima de feria. Tarde medio nublada con posibilidad de chubascos, viento y dos tercios de entrada digamos aparente.

Seis toros de Baltasar Ibán, magníficamente presentados y de vario juego. Muy noble aunque algo menos en brío el primero. Con genio hasta desarrollar peligro el bravo en varas segundo. Manso con genio a mejor por la destreza de quien lo el tercero. De manso a manejable aunque se paró antes de la cuenta el cuarto. Inválido el quinto. El sexto, bravo equívoco en el caballo, duró un suspiro en la muelta.

Fernando Robleño (blanco y oro): Dos pinchazos y estocada, silencio. Media estocada soltando la muleta y cinco descabellos, aviso y silencio.
Luis Bolívar (corinto y oro): Media estocada y cinco descabellos, silencio. Media trasera tendida y descabello, silencio.
Rubén Pinar (esmeralda y oro): Media estocada y dos descabellos, ovación.

Aunque la corrida lidiada ayer tuvo más fachada y bravura equívoca en el caballo pero no fue la que todos hubiéramos querido, siempre me gustó la ganadería de don Baltasar Ibán. Le echo de menos aunque hace bastantes años que murió. Fue algo más que un magnífico ganadero de reses bravas. Fue una especie de mecenas. Tuvo además un alto sentido del honor, como persona y como esmerado criador de reses de lidia. En la última feria que se celebró en la vieja y maravillosa plaza de El Chofre en San Sebastián, se iban a lidiar sus toros y los veterinarios le rechazaron algunos injustamente. Su indignación fue tal que se llevó al campo la corrida entera y mandó matar a los seis ejemplares. ¿Quién haría eso ahora que tantas corridas se rechazan en las plazas de primera? Nadie. De entonces a muchos años antes y después, vimos lidiar muchísimas estupendas corridas de don Baltasar, incluso después de fallecido. Fue uno de los pocos que reinaron después de morir. Tiempos románticos que pasaron y que nunca volverán. El romanticismo hace tiempo que pasó a mejor vida. No hay más que ver lo que acaba de ocurrir en España con las elecciones europeas. Y menos mal que el programa de ese partido llamado “Podemos” que ha conseguido cinco escaños en el Parlamento Europeo es tan absolutamente perverso como irrealizable. Si se impusiera, España se hundiría para siempre y con nuestra nación, también las corridas de toros porque piden su abolición. Habrá mucha gente que estará desesperada con la crisis, pero los que han votado a “Podemos” lo que han elegido es morir de hambre y de terror. Quieren que esto sea como la Cuba de los Casrtro, como la Venezuela de Chaves y Maduro… Aquí seguimos algunos no solo vivos, también haciendo el Quijote. Romanticismo contra viento y marea. Muchos creen que estoy loco con mi manía de decir siempre lo que pienso. Y la verdad es que muchas veces me siento muy solo. Pero déjenme que me equivoque yo solito. Tengan la que seguiré como empecé a costa de los que sea.

Los tres toreros de ayer, creo que son de los que no cejan. Y mira que llevan tiempo tratando de subir a los últimos peldaños que conducen a la cima a sabiendas de que jamás lograran situarse en la primera por arriba. Pero siempre que les veo admiró su paciente lucha por conseguir, al menos por mantenerse donde están. Fernando Robleño, al que llamo “pequeño gigante” es como un “David” al lado de los “goliats” que suele matar. Da gusto verle andar ante los monstruos que le echan como si fueran ovejas balando. Un valiente con gracioso desparpajo es Robleño. Luis Bolívar es el eterno aspirante a suceder a su paisano César Rincón y algunas tardes nos parece que podría… Pero las más, desaparece esta esperanza. Y el albaceteño Rubén Pinar es un joven compendio del toreo manchego. Tuvo donde mirarse a base de extremar el temple de sus grandes antecesores de su tierra: Pedro Martínez “Pedrés”, Dámaso González, Manolito Caballero… ¡Suerte p´tos¡

Mucha leña por delante el negro primero. Salió distraído y corriendo cansino al hilo de las tablas. Robleño empezó muy bien al recibir con el capote por verónicas y dos medias tras desengañar al burel con capotazos muy templados. Lucido también al colocar al toro ante el caballo. Cumplió brevemente y salió suelto. Tomó el segundo acudiendo alegre desde la media distancia. Dos chicuelinas y media arrevolerada de Rubén Pinar en el quite. Al toro le picaron muchos los garapullos que se colocaron fatalmente salvo el tercero. El animal continuaba embistiendo noblemente. Y Robleño se fue a los medios con la derecha citando desde lejos y el toro se le arrancó enseguida. Lo hizo tres veces Dio varios pases sin acabar de ligar todos y dejándose enganchar alguno. Hubo de todo, como en botica. Y cuando los dio por cuarta vez el toro se paró y al torero se le oyó gritar para provocar sus arrancadas. Mejoró mucho la faena con la izquierda, tirando muy bien del animal. Un poquito tarde. Fue el mejor lado del toro. Quizá por la equivocada elección de mano, perdió una oreja. La habría perdido de todas maneras con la espada por pinchar.        

Escampó poco antes de salir al ruedo el cuarto toro. Un pavo de pelo negro realmente impresionante. Las manos por delante y pegando cabezazos en el recibo capotero de Robleño. Más alto el toro que el torero. Lo colocó bien ante el caballo y se dejó picar acostado en el peto para derribar repentinamente. Una vez levantado y recompuesto el equino, se arrancó de lejos sin que luego le hicieran daño. Parte del público se alborozó viendo galopar al toro hacia el caballo. Pero la bravura no solo es eso. Es mucho más. Y hay quienes creen que el toro es bueno y luego… Picó bien Adolfo Doblado. Y banderilleó con gran disposición y certeza Ángel Otero que fue muy ovacionado. Más que ninguno de los intervinientes hasta ese momento. Sentado en el estribo empezó la faena Robleño. No fue lo más conveniente aunque el gesto agradó a los que lo vieron cerca. Una vez abierto el toro sobre las rayas, tomó la muleta por el lado derecho calamocheando, pero la tomó. Tardeando mucho el animal, Robleño sacó bastantes pases diestros muy dispuesto hasta desplantarse. Pero cuando quiso torear al natural, el toro ya se había parado. Sobraron los posteriores intentos con la derecha por imposibles. A la media estocada que pegó le siguieron cinco descabellos por no destaparse el toro que no humilló ni una vez.

El colombiano Luís Bolívar encaró al segundo. Un precioso castaño con mucha cara y gran estampa. Un lujo de presentación. Bolívar no se atrevió a pararse en el saludo. Y eso que pareció embestir planeando. Primer puyazo de bravo quedándose dormido en el peto. Aunque tardeó, lo mismo hizo al arrancarse para el aliviado segundo. Breve el quite de Pinar. Como el primero, se dolió mucho en palos. Ya había llegado un nublado lleno de agua cuando Bolívar empezó la faena con la derecha intentando domeñar las violentas embestidas del burel. Y encima apareció el viento. Le fue casi imposible torear con la muleta tersa y limpia de enganchones. Muy comprometido al citar con la izquierda, al intentar un segundo natural el toro le quitó la muleta de las manos con muy mal genio. Nos equivocamos cuando creímos que iba a ser noble. No lo fue y desarrolló peligro. Fue una temeridad seguir porfiando para nada. Metiendo la mano con habilidad logró media estocada muy efectiva aunque el animal no cesó de tirar hachazos en su agonía, prolongada al tener que descabellar.

Salpicado bragado el quinto. Muy agresivo. Pero sin fuerza y renqueante. También este se arrancó al caballo desde lejos. Y luego, ¿qué? Sobró el segundo puyazo. Al toro le costaba mantenerse en pie. Y volvió a aparecer el sol. Ese sol anaranjado del atardecer en tarde de lluvia. Resplandeció el ruedo mientras banderilleaba muy bien Gustavo Adolfo García. Para completar la bella escena, solo faltó que se hubiera apellidado Becquer. Ya se había derrumbado el animal cuando Luís Bolívar intentó empezar su faena. Apenas tuvo desarrollo porque el toro volvió a derrumbarse. En el apenas cupieron algunos naturales forzosamente aislados antes de matar que es lo que debió hacer antes.

El tercero, para Rubén Pinar. Continuaba lloviendo y mucha gente empezó a salir de los tendidos para seguir viendo la corrida en las pantallas de televisión que hay en los pasillos de la plaza. Negro, bien puesto de pitones, corretón y muy suelto de capotes. Además embistiendo o mejor decir acometiendo con la cara por las nubes. Manso declarado en el primer encuentro y mal picado – muy trasero el puyazo – en el segundo que tomó acostado en el peto. Se pareó bien y con mucho mérito de los banderilleros. Pinar empezó la faena muy bien y muy torero con doblones por bajo con la derecha. Y en la medida de lo posible se templó por redondos. Y hasta por naturales. Pinar – ya lo sabíamos – es un virtuoso del temple y como el temple es el arma fundamental y la más eficaz del toreo, el animal pareció en la muleta mejor de lo que acabábamos de ver. Reconozcámoslo, dio gusto ver al manchego apoderarse de este en principio marrajo que acabó sometido. Eso es el toreo. Sin lluvia y sin viento, esta misma faena hubiera sido muy celebrada e incluso premiada de haberlo matado pronto y bien. Casi lo consigue. El animal murió de media estocada y dos descabellos.

Llevábamos menos de dos horas transcurridas cuando saltó a la arena el sexto. Otro castaño con cara acucharada. Desarmó a Pinar nada más quererle dar el primer capotazo. El toro se fue a tablas después y el de Albacete a los medios, desde donde citó para llevarlo al caballo. Debía tener el toro un cuerno imperceptiblemente astillado porque enganchó dos veces el capote. También en el quite por chicuelinas. Y los del 7 pidiéndole que pusiera al toro de lejos para verle ir al caballo galopando. Muy bonito, si. Pero luego….Por poco se llevó por delante a un peón. En banderillas el animal acudió al embroque calamocheando. Se lució y de qué manera – llevaba un vestido butano y plata - Alfredo Cervantes. Otra vez dio gusto ver a Pinar como se desenvolvió con la muleta. No se la dejó enganchar una sola vez cuando toreó con la derecha llevando el engaño a la altura con que embestía al animal y ganando terreno tras cada pase. El toro, noblón pero sin codicia alguna por el lado derecho y muy corto por el izquierdo. No pudo acomodarse al natural y, cuando regresó a derechas, el burel dejó de colaborar lo más mínimo. Algunos protestaron creyendo que por haber ido al caballo de lejos, el animal fue mejor de los que fue. Mató Pinar de gran estocada.

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