"...No obstante, me atrevo decir que Fernando Vinyes, un catalán magnífico, ha sido el que más cerca ha llegado a paladear la sustancia a la que se refiere Cantú, con su libro México diez veces llanto. Tal vez porque su catalanismo bien entendido lo convierte en un español más universal que el común y esa posición le da ventajas cuando desde una absoluta y diáfana neutralidad observa el contorno cultural de la fiesta de los toros mexicana, como forjador de esa sustancia que para muchos se resume en el sentido mexicano del toreo..."
Bardo y El Vito / Sin Tapujos
Los Toros dan gloria y cornadas
Bardo de la Taurina
El tema se apareció dentro de mis neuronas atraído por la ausencia a últimas fechas de la Divina Providencia en los carteles o más bien en los alberos tricolores donde en seis meses el capote divino no ha llegado a tiempo y si en cambio el trinche ha tocado pelo en tres ocasiones, lo cual ha ocurrido casualmente en el sureste del cuerno ahora si de la abundancia y es que de que la parca se ensaña o más bien se aquerencia, pues como que no sale de ahí, así que vamos a lidiarla echándole las letras al hocico comenzando por reconocer sin sustos, dramatismos o cualquier tipo de exageraciones que la muerte es la bandera que enarbola el mástil de la gloria torera o de la indiferencia u olvido, según sea el caso y es que así es porque hay que subrayar que cuando la muerte aparece vestida de catafalco y pasamanería prieta, no siempre o más bien casi nunca es como pa’ enfundar de gloria al difuntito.
Y esto es un eslabón que nos reafirma que en la Fiesta de Toros y Toreros pa’ trascender con gloria, más allá de la desaparición terrenal, se necesita de haber dejado una huella pesada, contundente, impactante o haber sido novelada por las circunstancias o la pluma de los escribanos, como recientemente me recordaba el gallardo y apuesto alguacilillo de la monumental Plaza México, el popular médico bucal Saúl Rivera referente a Juanito Lavín a quien la pluma del maestro Luis Spota inmortalizo, por cierto en esa línea de muertes noveladas con tristeza y dramatismo, me permito recomendarle a usted echarle una lectura a tres novelas más que bordan el drama con ajuga fina una es ‘El Zopilote Mojado’, la otra es ‘El Diablo y algo más’ y la otra ‘Seda para mi muerte’.
Bueno pero pa’ no sesgarme del tema y ya irlo cerrando agrego que un valor adyacente y harto necesario para que las cornadas mortales sean timbradas con el sello de gloriosas, lo es, que éstas ocurran a tiempo, en el momento y circunstancias tales que hagan que el drama crezca, por ello honremos la memoria de quienes hasta pa’ palmarse fueron grandes y dediquemos una oración a quienes se han ido en el desamparo del olvido, ese que es espina en el valle de la legua, donde los caídos hacen número pero su deceso lamentablemente es casi siempre indeleble, que triste pero así es la vida, la muerte es una transición y no necesariamente una investidura de gloria, que esa ya lo dije está reservada pa’ los grandes, aunque la pérdida de un ser siempre aprieta el alma, lo que quiero decir que no es lo mismo morir de una forma que de la otra.
Pues hasta pa’ palmarse se necesita paradójicamente suerte…
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La muerte en el toreo Gloria o fracaso en el ruedo
Víctor José López
La protesta izada por mi buen amigo Vicente Lozano, cuando leyó que alguien mezclaba la muerte con la razón de la fiesta de los toros, a raíz del espantoso espectáculo de las volteretas y cornadas sufridas por David Mora en Las Ventas, Antonio Nazaré y Jiménez Fortes que provocaron la suspensión de una corrida de toros de El Ventorrillo en Las Ventas, recordé aquel libro de Guillermo Cantú, Muerte de Azúcar, que fuera tan polémico en sus días.
Como martinista confeso y militante, entendí el ensayo de Cantú como una bandera de nuestras pasiones, pero releyéndolo comprendí mucho mejor la sustancia en este intento, muy bien logrado, para comprender la disposición del toreo en México.
México ha tenido grandes periodistas taurinos, soberbios escritores y auténticos intelectuales, que han sabido defender la fiesta de los toros y, además, tomar posición ante la expresión mexicana en los toros, público, ganaderos y toreros, ante la expresión española con la que tanto se mide nuestra amada Fiesta.
Hay razones para ello, para que sea España y su fiesta estremecedora y glorificadora un punto de comparación.
No obstante, me atrevo decir que Fernando Vinyes, un catalán magnífico, ha sido el que más cerca ha llegado a paladear la sustancia a la que se refiere Cantú, con su libro México diez veces llanto. Tal vez porque su catalanismo bien entendido lo convierte en un español más universal que el común y esa posición le da ventajas cuando desde una absoluta y diáfana neutralidad observa el contorno cultural de la fiesta de los toros mexicana, como forjador de esa sustancia que para muchos se resume en el sentido mexicano del toreo.
Vinyes se acerca al tema de la muerte, mientras que Cantú destaca las diferencias y fundamentos entre lo lúgubre y lo lúdico, la idiosincrasia cultural de España y de México.
Cuando nos referimos a España, hablamos también de Francia, Colombia y el Perú, naciones donde culturalmente la fiesta es más española. Mientras que México el toreo es un valor de mexicanidad, donde la muerte se venera desde épocas pretéritas y hoy se llega hasta santificar.
No debe pues, nuestro muy apreciado Vicente Lozano, enojarse porque haya quien entiende la tragedia y el drama de la muerte como una razón sustancial del toreo. Más bien debe aceptar la amplitud del espectro, el mismo que gracias a la muerte convierte en gloria lo que bien analizado puede considerarse hasta de un sustancial fracaso.
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